viernes, 20 de junio de 2014

El problema con la densidad

Yo también me he quedado parada al verlo pasar. He cerrado los ojos deseando que no me note, y si su mirada se encuentra con la mía me paralizo, se me va el aliento y siento como mi corazón se atora en mi garganta, resuena cada latido con una amplificación que no sé como los demás no lo escuchan.
Más de una vez que querido pararme en frente y hablar, pero de estar cerca diría tonterías, las expulsaría en una verborrea que me dejaría en ridículo, lo sé, ha pasado antes. Pero no me he cansado de pensarlo y de imaginarme sin el miedo y la desesperación que me causa, tanto, que quisiera evitar verlo, pero no podría, si mis ojos lo siguen sin que me de cuenta y así podría pasar mi día y todos los demás. Yo he estado ahí.

Es la presión de la gravedad que aplasta, la densidad de cada respiración cuando no puedes sacarlo, de las miradas más simples que no te dejan respirar ¿En verdad quieres eso? ¿Prefieres la nostalgia del ausente a aquel que tienes en frente? todos se han preguntado, todos han perdido algo. Por que cuando me quedo parada y lo veo, lo pienso: ¿cómo sería? cómo sería si no estuviera atada a la presión, a la química que me llena de nervios, que me pone a pensar; cómo sería si el miedo no me rodeara y me desmoronara con verlo marcharse. Pero sigo aplastada.

Y si prometiera ser su destino, que no sólo la densidad sino los errores me trajeron consigo. Pero he estado ahí, me ha pasado y perdido; tal vez por que las grandes historias alguien las escribe pero no son para vivirlas, o quizás quien las vive no las razona ni imagina. Para poder pararse primero hay que dejarse caer.

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