domingo, 3 de julio de 2016

El verbo


Hay algo bello en los verbos, algo hermoso en la acción, en lo que se mueve. Es fácil de entender, el arte está hecho de dinámicas, no hay belleza en lo inmóvil, hasta las grandes y perfectas esculturas dan la impresión de movimiento; las más grandes piezas arquitectónicas están hechas a partir de la acción. No hay belleza más grande que en el hacer. Aunque sea el movimiento de las vísceras y las contracciones de los músculos, hay belleza. La maldición de la maquina es la artificialidad, la maldición del hombre es no poder reproducir la belleza de la naturaleza en movimiento, vive atado de sus impotencias, vive imitando eso está claro. La maldición del ser humano consiste en ser siempre un producto a medias, pues su albedrío lo empuja a crear, pero su creación es siempre imperfecta, una simple emulación de la dinámica del universo, del orden mismo de la existencia. Son esa clase de cuestiones las que nos empujan a la locura. La locura no es un verbo es un sustantivo, posee un sustancia abstracta atada a una idea, un referente en la realidad que nos permite a nosotros crear esa palabra, dotarla de un significado y nos permite su uso. No es que los sustantivos no sean bellos, su dinámica no está clara, los pensamientos abstractos son difíciles de asir, están motivados siempre por las ideas y conviven en un mundo diferente al nuestro. Las maravillas del lenguaje de los grandes poetas del mundo, el dinamismo del lenguaje vive en la poesía, sólo la sintaxis de la poesía puede unir la belleza del verbo, el movimiento con lo abstracto del sustantivo, crea con las palabras imágenes y con las imágenes epifanías, nos explica el mundo. La poesía es la manifestación del alma, esa necesidad apabullante que explota en forma de verso, esa necesidad del alma de emerger fuera del cuerpo, como en un beso perfecto, apasionado, destructor. La pasión es destrucción, la revelación de la verdad es destructora, es sublime, casi horrorosa; la poesía crea pero también destruye, desbarata, desvanece, mata en verdades; nos revela más de lo que podemos soportar. Sólo la poesía que destruye es verdadera, todo lo demás es imitación inevitable. Como la música que hacen los planetas al moverse en el espacio, es verdaderamente incomprensible. Hay un vacío constante en nuestra existencia, ese vacío es lo que nos mantiene con vida, nos obliga a respirar a buscarnos a tientas entre nosotros temerosos a la muerte y al dolor. La duda nos permite estar vivos, el fracaso nos permite movilizarnos. La vida es bella, pues es movimiento, la vida es verbo, palabra, verso, poesía, es una luz cegadora que nos lleva a la nada, a la inclemencia de lo sublime, aterrador, inefable. No hay nada más hermoso que la muerte a la que estamos condenados.