miércoles, 16 de septiembre de 2015

Consideraciones sobre los orificios del cuerpo a partir de la película Zonas Húmedas (en tres partes)

*Trabajo académico presentado para la clase Seminario de análisis semiótico y hermenéutico del octavo semestre de la licenciatura en Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas

Alguna vez encontrándonos frente al espejo nos cuesta trabajo descubrir quién o qué es lo que vemos, podemos hallarnos entre los pliegues de la piel, rasguñando con las uñas aquello que creemos que somos y que, sin embargo, no alcanzamos a reconocer en el reflejo que nos devuelve la mirada, esas tristes manifestaciones son a las que nos enfrentamos cuando algo tan mundano y físico no escapa de nuestra vista para confrontar dos de nuestros sentido, el tacto y la vista, que a su vez, no armonizan.
         Durante alguna de las presentaciones en alguna reciente edición del Festival de Berlín, según se ha escuchado en voz de algunos críticos de cine, las salas se vaciaron con incertidumbre y pesadez después de enfrentarse a la cinta Zonas Húmedas[1] a la cual, la mayoría de los espectadores no se encontraban seguros de qué es lo que concluyó de proyectar. En la primera escena de la película, la protagonista, Helen enuncia, de la manera más tranquila, siempre haber sufrido de hemorroides, dice esto con su dedo insertado en su ano; inmediatamente observamos un sucio baño siendo inspeccionado por el pubis de Helen; es con esta descripción que nace la curiosidad de entender qué es lo que nos muestra la cinta como expresión del cuerpo, la cual, por supuesto sirve para contar una historia mucho mayor y más compleja, sin embargo los orificios del cuerpo, su simbolismo y su modo de interpretar el mundo es la problemática principal que soltaron las dudas al rememorar el cuerpo que no se reconoce frente al espejo.
Primera parte: el cuerpo y la corporalidad
Desde el punto de vista de la realidad en la que tenemos que residir, constantemente enfrentado con la imagen que se presenta ante nosotros, debe considerarse a aquel cuerpo como un objeto físico que tiene un carácter instrumental, sirve de apoyo, traslada, crea movimientos, crea energía y conlleva procesos. El objeto que es el “yo”, el que dispone de la actividad consciente, lleva a cabo las sensaciones fenomenológicas de la conciencia y de la voluntad. El “yo” convertido en instrumento de sí mismo.
La confrontación entre cuerpo y corporalidad produce patologías, entre lo que es el cuerpo real, tangible y lo que la conciencia supone o aspiran que sea; estas confrontaciones y disgustos se traduce en enfermedades y trastornos. Como la imagen de quien se ve en el espejo, se lastima, reconoce y siente su dolor pero no logra reconciliarlo con el retrato frente a sí. El cuerpo ocupa un lugar y un espacio fijo, la corporalidad ignora la mayoría de los acontecimientos del espacio. El cuerpo no tiene historia, no obstante la corporalidad persigue esa historia.
Para comenzar a hablar de la obra fílmica, es el cuerpo de Helen el que nos interesa, el cual tiene el mayor espacio en la película, es el que guía la narrativa porque ella es quien interpreta el mundo de tal manera; en este caso la confrontación es mínima en cuanto al cuerpo y su corporalidad; lo que interioriza su conciencia es lo que ve delante de ella y lo que siente su cuerpo, porque cada sensación se incremente, incluso las hemorroides traen consigo una cargada sensualidad.
La fuerza de esa expresión física de los rasgos de la mente, aquello que creemos que somos es el extracuerpo y la forma en que vivimos esos rasgos físicos y como interpretamos las sensaciones es la interioridad; desde el punto de vista psicoanalítico, encargado de entender las patologías antes mencionadas hace la siguiente distinción:
“El intracuerpo no tiene color, ni forma bien definida como el extracuerpo; no es, en efecto un objeto visual. En cambio está constituido por sensaciones de movimiento o táctiles de las vísceras y de los músculos, por la impresión de las dilataciones y contracciones de los vasos por las menudas percepciones del curso de la sangre en las venas y arterias, poruñas sensaciones de dolor y de placer…”[2]

La confrontación antes mencionada se rompe con las sensaciones, y en el caso de la obra a tratar por medio de los orificios corporales y en caso explicito de las zonas erógenas. El tacto y las sensaciones son medios de interpretación del mundo, la reconciliación final de la experiencia del fenómeno de ser, de la forma material y ser de forma espiritual “es la atmosfera corporal del yo y ésta se halla constituida por esa nueva especie de realidad […]es la experiencia vivida, la del cuerpo como realidad fenomenológica.”[3]
El cuerpo que sujeta lo inmaterial es la vasija del alma, donde se vacían las manifestaciones del hombre. El centro de la acción del alma es el estomago, sin embargo la voluntad del alma se halla en el sexo. El coito, se convierte así en la comunicación del cuerpo con la corporalidad, cuando el hecho fenomenológico se concilia con el acto físico, el ser que se comunica con el cuerpo mismo. “El acto sexual tanto en nuestra cultura como en nuestro lenguaje es sinónimo de hacer […] la sexualidad es la sede y fuente de la actividad (voluntad)”[4] esta acción se traspone en la del sujeto y la del objeto, aquel que la realiza y aquel que la recibe. “La actividad es la facultad por la cual el individuo satisface una necesidad al cumplir un deseo que lo empuja hacia el objeto que le falta o la meta de la cual está separado.”[5]
La masturbación rompe con tales parámetros, debido a que el que realiza es el mismo que recibe la acción, puede interpretarse como la comunicación del sujeto, su alma y su cuerpo. Hay en le cuerpo una interioridad que podemos palpar y manipular, la cual está en contacto consigo misma provocando una intimidad hacia sí mismo.
El acto masturbatorio se incita en las primeras escenas de la película, la protagonista disfruta de las texturas vegetales en la búsqueda del conocimiento de su placer. Al masturbarse con las verduras no sólo espera el placer momentáneo sino que lo plasma al clasificar el nivel de goce que le provoca cada objeto. Siempre la masturbación a partir de objetos mundanos.

Segunda parte: los orificios del cuerpo
Ya habiendo hablado de la comunicación y la manifestación del cuerpo y su experiencia, se definen los orificios que intervienen en esa comunicación: la boca, la vagina y el ano. Los primeros dos sirven como receptores del mundo, queda clara su intervención en cuanto a la manifestación del placer; se trata de la invitación a que hace el organismo a la manipulación y ser manipulado por el mundo; introduce las posibilidades de ser penetrado, lamido, horadado y de sucumbir al sometimiento, pero la boca puede negarse por instinto a tales posibilidades, de hecho Helen admite que fue el sexo oral lo que le permitió conocer los medios de tolerancia de su garganta, aún así su boca está hambrienta fluidos y sabores con la intención de conocer más. Primer atisbo hacia el cuerpo grotesco.
“…por qué el rol esencial es atribuido en el cuerpo grotesco a las partes y lados por donde él se desborda, rebasa sus propios limites y activa la formación de otro (o segundo) cuerpo: el vientre y el falo; estas partes del cuerpo son objeto de predilección de una exageración positiva, de una hiperbolización; estas partes pueden también separarse del cuerpo, tener una vida independiente, suplantan al resto del cuerpo relegando a un segundo plan. Después del vientre y el miembro viril , es la boca la que desempeña el papel más importante en el cuerpo grotesco, ella engulle al mundo; y en seguida el trasero. Todas estas excrecencias y orificios están caracterizados por el hecho de que son el lugar donde se superan las fronteras entre dos cuerpos y entre el cuerpo y el mundo, donde se efectúan los caminos y orientaciones reciprocas”[6]

El centro de su placer, de la acción y de su voluntad es la vagina, en su humedad esconde y trasmite las posibilidades de abrirse al mundo, de conectarse con las sensaciones, las texturas y las superficies. Helen en su gusto por las superficies blandas y el tacto de éstas con sus labios ha fomentado el placer por cultivar huesos de aguacate, estas sensaciones le dan un sentido de seguridad, de nostalgia y la colocan en ese momento vulnerable al que parece renuente la mayor parte del tiempo. Toma el hueso de aguacate, lo recorre por sus labios, por su garganta por su cuerpo hasta llegar a su sexo, encuentra su placer e introduce en ella la semilla de la fecunda vida femenina que exhalaba con la manifestación que tiene de sí misma y del mundo que la rodea.
Las hemorroides de Helen son el hilo conductor de la trama, aquel suceso que la lleva a los recuerdos, a replantearse su forma de ser y su necesidad. Pasando el rastrillo por su cuerpo de la manera más torpe y bruscamente termina por desgarrar su ano. El ano, a diferencia de los anteriores no recibe, sino que expulsa, es el orificio evacuador por excelencia el cual recuerda al desecho, sin embargo en esta escena es fruto de dolor, la desgarradura es el desequilibro del cuerpo, pues lo que antes causaba incomodidad y molestia se convierte en desliz de sangre, medio de corte expulso del dolor en una imagen que puede sobresaltar a más de uno. Aunque en algunos casos puede ser medio de placer Helen no tiene control sobre su recto, evacua ligeramente sin darse cuenta y sus hemorroides están expuestas al dolor.

Tercera parte: lo grotesco y lo irritante
El punto focal de la obra cinematográfica es escandalizar y llevar al limite la tolerancia de la paz mental del espectador, toma la higiene como un tema de libre interpretación, lo asocia con lo apretado de la mente y frígido del cuerpo, en cuanto aceptar los fluidos y los organismos así como sus procesos se vuelven en asuntos de ligereza y abren un mundo de posibilidades al momento de aprehender el mundo. Establece la dualidad entre la suciedad y la limpieza, convierte al cuarto de baño en el ejemplo claro: el lugar público colmado de agua estancada y fluidos desconocidos, en contraste con la blanca pulcritud de un baño privado, desinfectado e inmaculado.
Cada fluido extraño, cado olor irritante y cada sensación prohibida conlleva una nueva comunicación y apertura al mundo de lo bajo y lo humano. Los fluidos y los olores se convierten en una invitación a la penetración. “El cuerpo grotesco es un cuerpo en movimiento. No está nunca listo ni acabado: está siempre en estado de construcción, de creación y el mismo constituye otro cuerpo; además este cuerpo absorbe el mundo y es absorbido por éste…”[7] vuelve a la textura en la incitación y trasgrede los limites de lo políticamente correcto, no obstante más allá de eso, de hablar de lo que todos piensan y nadie menciona crea aquella exageración presente constantemente en el cuerpo de Helen, “La exageración , el hiperbolismo, la profusión, el exceso son, como es sabido, los signos característicos más marcados del estilo grotesco.”[8] consiste en exagerar algo negativo que no debería de ser.
La trasgresión que confronta lo mundano con lo elevado: “La soberanía es el poder de elevarse, en la indiferencia ante la muerte, por encima de las leyes que aseguran el mantenimiento de la vida.” [9] Sin embargo no es posible catalogar lo intocable, lo sublime que luego identificará a aquello que no se debe mencionar, aquello que se exagerará para crear lo irritable, lo molesto y finalmente la imagen grotesca que rodea al cuerpo de Helen: “el sentido de la palabra "santo" es "sagrado" y que sagrado designa lo prohibido, lo que es violento, lo que es peligroso y cuyo solo contacto anuncia la destrucción: es el Mal.”[10] De esta forma es natural alejar la mirada o dar la intención de amarrar el estómago para soportar ciertas imágenes, es natural que suceda de esta manera en el público casi aleccionado a ocultar sus zonas húmedas o a avergonzarse de tal humedad, y en cambio la historia contada en aquel film queda relegada cuando se habla de olores, fluidos y texturas que acompañan actividades tan comunes como la menstruación, el coito o la masturbación.  
Finalmente el cuerpo que ha descubierto su discordancia que trastocado por la sutileza de su descubrimiento, queda en su conciencia aprehender el cuerpo y la extensión de su yo en su corporalidad. La meta que se ha creado la ruptura de la piel, aquella que es escandalizar, desgarrar la tolerancia correcta con la imagen grotesca del cuerpo femenino, éste en particular que se adentra, se abre y es penetrado por la conciliación de su materialidad y la experiencia fenomenológica de su corporalidad. El espejo que está frente a Helen explora cada rincón de su cuerpo, la boca que engulle, la vagina que es penetrada y explorada y el ano desgarrado, sangrante y voluptuoso; estos son los orificios de la materia, la exageración y la intimidad, aquellas zonas húmedas que guardamos celosamente, las cuales exploramos y saboreamos repletas de goce.

BIBLIOGRAFIA
BAJTIN, Mijaíl, La cultura popular en la edad media y en el renacimiento, el contexto de François rabiláis, Alianza Editorial, España, 2007.
BATAILLE, Georges, La Literatura y el Mal, Versión en línea, elaleph.com, 2000.
GIRAUD, Pierre, El Lenguaje del Cuerpo, Fondo de cultura Económica, México D. F. 1986.
LÓPEZ Ibor, J. J., El Cuerpo y la Corporalidad, Editorial Gredos, Madrid, 1974.




[1]Feuchtgebiete, película alemana del 2013, dirigida por David Wnendt, basada en la novela homónima de la autora Charlotte Roche.
[2] LÓPEZ Ibor, J. J., El Cuerpo y la Corporalidad, Editorial Gredos, Madrid, 1974, p. 16.
[3] Ibidem.
[4] GIRAUD Pierre, El Lenguaje del Cuerpo, Fondo de cultura Económica, México D. F. 1986, p. 57
[5] Ibidem.
[6] BAJTIN, Mijaíl, La cultura popular en la edad media y en el renacimiento, el contexto de François rabiláis, Alianza Editorial, España, 2007, p. 285.
[7] Ibidem.
[8] Ibid., p. 273
[9] BATAILLE Georges, La Literatura y el Mal, Versión en línea, elaleph.com, 2000, p. 247.
[10] Ibidem.

Zonas Húmedas (2013)


Por aquellas cosas que no me dijiste que yo llegué a creer: disertaciones acerca del saber de algo


1.
Ya no quiero escribir. No quiero esperar a ver embriagarse las paginas de lugares comunes mientras la mente emblanquece, disminuye, se cierra y yo ya no quiero escribir. Dar cierto uso a las palabras, para retorcerlas, hacerlas gritar, violentar hasta las ultimas consecuencias eso que se escribe, porque las ideas no dan para mucho a ciertas horas de la noche. Rellenar de palabrerías inconscientes, que encuentren voces nuevas y las encuentren falsas. Ya que el juego no está en ser dicho cuando en sí no se ha dicho nada ¿cómo defenderse si uno se halla desnudo de argumentos?
Cuando cierto individuo, de cuyo nombre no quiero acordarme, se dedicaba a las correspondencias conmigo, callaba entre sus juegos verbales aquello que yo le creía sincero, y me invitaba a hacerlo evidente. Yo callaba, cambiaba mi intelecto por afirmaciones. Se trataba de retorcer situaciones para crear burbujas y universos que nunca existieron, a través de palabras y palabras solamente; un mundo tan difícil de alcanzar, a veces incomprensible, cuya intención es aprehenderlo.
Pienso en correspondencias y pienso en el momento en que Lorelai Gilmore se sentaba frente a su laptop a escribir correos electrónicos, esto lo hacía emulando a siglos anteriores, cuando a la luz de una vela se entintaban plumas para escribir cordiales frases, todo esto con la intención de mantener la comunicación a distancia, acallar la ansiedad por decir algo, buscar el momento adecuado y enmudecer (lo que sea necesario). Que placer el de recibir cartas.
¿A qué terrible angustia te ata el silencio cuando juegas a esperar con la firme intención de no ceder? porque es más fácil; pero la intención se vuelve confusa cuando se gasta tanto tiempo y esfuerzo en no atarse. Sucede cuando las personas no se encuentran, sin embargo el intento se busca.
Aquello que yo llegué a creer fue el saber que la facilidad para decir y no ser dicho se alcanzaba por unos cuantos, no sólo cuando las palabras se toman correctamente sino cuando es adecuado el tono, aunque se malgaste. Comenzar a anudar ideas, arrinconadas cuando ya varías frases se han sentenciado. Compulsión la de crear indiscriminadamente por costumbre o necesidad. Que fácil sería si la nitidez de la idea guiará la construcción del texto, el que en su creación parece tomar vida propia. Si acaso fuera posible ser poseído por el texto mismo, que convierta a quien escribe en un vehículo de la idea que trata de asaltar a las palabras aquí trazadas.

2.
Aquí de frente la tinta se seca y las grafías, desatinadamente forman curiosos descalabros en intentos por compartir, no ideas sino flujos del pensamiento aun sin desarrollar, en bruto, que clama la atención poco debida. Aquellas “brillantes” dilucidaciones influyen en la corriente pues no carece de importancia la necesidad de entregarse al intercambio, lanzando al universo para su revisión futura, atándose a un nombre. Nuevamente otras imágenes se presentan y generan más ruido al espacio, toman el poder que les corresponde.
No hay nada que callarse cuando no se puede dormir. Quedamos despiertos porque el cansancio acumulado nos impide reposar. Los sonidos, nuevamente, se acumulan en la mente que se activa tras el mínimo de los absurdos, constantemente desacreditados por el sueño que no llega. Se propaga. Las ideas, que están sueltas, se repliegan, se reproducen y llenan los espacios. Enlazadas estarán las palabras, si se decide fijarlas. Es posible que la no vida que se construye, que se imagina, alejadamente para no tener que vivirla, pero no se cierra a la convivencia, solamente la manejan a su gusto, convierten al cuerpo en algo banal y la mente se transforma en su propio mundo, donde nada existe pero todo es real. Se es soberano dentro de sí mismo.

3.
Si tuiteo y luego existo, ese espacio donde se dedicaron a gritar termina por difundir la información instantáneamente, sólo queda lanzarlos al vacío, donde serán remplazados por nuevos sonidos en ciento cuarenta caracteres. Espacio para la espontaneidad, tan fácil como cuando has sido suspendido y poseído por una brillante soledad reflexiva, que no discrimina. El tiempo en su relatividad más pura, algunas veces el hastío cuando es entrada la madrugada. Es porque mis pensamientos no están hechos para compartirse que se autodestruyen, se desintegran si se tocan, para no escucharlos aullar si es necesario, hablan con sí mismos y no esperar nada a cambio: la sordera.
Lo más profundo del alma humana esconde pulsiones autodestructivas cuando se sabe insignificante, apartada del interés de los suyos, crea una nueva especie para escuchar, escribimos porque a nuestros hijos no les interesaría nuestra vida.
Si hay quien replegando sus opiniones sin autoridad, ni censura, revela sus obsesiones en libertad, convierte su grafomanía en ejercicios superficiales cuando pretende encerrar en un cajón las creaciones, que expresa, son imposibles de parar. Un alma creativa encerrada en pretensiones poco sinceras, pero salpicadas de arrogancia, porque se toma desde un espacio superior; pero su embriagadora voz termina por convencer aquellos errores en su inocencia, es como un niño que ha visto poco pero que cree conocer todo sobre lo que ha visto.
Si te das el valor de decir algo, al menos créelo para ti en primer lugar, como el blogero que ha escrito cinco novelas que probablemente nunca se leerán. Cuando aquella dulce voz es la que enuncia y no la que mal dice. Nuevamente otras imágenes se presentan y generan más ruido al espacio, toman el poder que les corresponde.

4.
Vivimos en el tiempo de la sordera, es el tiempo en que la soledad es más pesada que el entendimiento, pero compartimos nuestros odios, y como estamos sordos y solos, cada quien expresa un tema, lo grita, lo vacía al internet esperando ser alabado por eso, no hay quien lea porque los demás esperan ser leídos y no leer.
Cuando Zooey muere en Cáprica, dejó legado un programa el cual convertía toda la información vaciada en la red por nosotros mismos en un algoritmo que podía recrear nuestra personalidad, creando una consciencia artificial que lograría ser descargada en una nueva substancia: los cylon. Revela así una nueva especie. Ese tierno sueño de vivir por siempre queda como una promesa cada vez que convertimos nuestra personalidad de libres asociaciones en información. Tal vez no es materia de ciencia ficción si podemos casi palparlo.

***
Llevo tanto incomodándome, extrañándome en las formas, tratando de entender el pensamiento cuando trato de decir, cuando digo, cuando quiero decir. Recuerdo a la joven Rory Gilmore leyendo sobre viajar en tren junto a  Ana Karenina o visitando el condado de Yoknapatawpha. Hablando sobre cargar los libros entre las carreteras de Connecticut, de las luces de Stars Hollow a la gran ciudad de Hartford. La imagino levantando su brillante mirada azul para hablar de Madame Bovary o Moby Dic. Lo recuerdo porque cada paso de los rápidos diálogos, se apuntaban hacia la escritura, al hablar de lo que se ha visto, lo que se ha leído, y hacerse de una voz; tan poco imaginativa descripción parece reclamar lo que se ha dicho de ella, ese aterrador proceso de escribir y ser leído, de hacerse a la idea de agregar un punto a ese remarcable paisaje de pensamientos de valor, y sin embargo, yo ya no quiero escribir.