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lunes, 27 de julio de 2020

Directorio de cosas que pasaron


1.
Llama la atención la señora gorda de la casa de la esquina que lanza improperios a las calles. Toma su desfachatez y la esparce entre los vecinos, a sus hijos, a su marido, a los que pasan cerca, al perro que se muere frente a su casa.
Sufre del inconveniente de la construcción a un lado de su casa. Las chingaderas salen a la luz en cualquier momento, que si le cayó mezcla a su coche, que si hay arena en su banqueta, que si el agua la agarran de su tinaco. Se trata de la case de persona que insulta primero y pregunta después, o solamente les menta la madre a los que estén cerca. Es justo, hay pocas cosas tan molestas que el que la gente viva su vida tan cerca de la tuya.

2.
Les gustas. Ahora que ha comenzado el verano y con ello las lluvias, nos hemos refugiado en acciones extrañas como el hacer ejercicio todos los días a las siete de la tarde. Uno se cansa, pero ha habido resultados: ahora te ves muy bien. Te cortaste el cabello y te ves bien con esa barba de tres días. Resaltan tus ojos que es lo mejor de ti, medía soñadores, medio intensos, invitantes a una platica, a un beso. Esas fotos de perfil bohemias y artísticas, parece que creas canciones en la guitarra a las dos de la mañana con una taza té humeante. Parece que les escribes poemas sobre escalar montañas y pelear con osos en nombre del amor. Son todas pretensiones, nada real, aunque lo cierto es que les gustas. Te escriben, te llaman, buscan tu atención, te los insinúan en mensajes y apodos. Te ves bien.

3.
Todo duele. Se han acumulado los ejercicios y no parecen dejar más que moretones y dolencias, que con la lluvia se intensifican más. A veces las plantas de los pies se adormecen en plena actividad física. A veces duelen demasiado las rodillas, las pantorrillas, zumban los oídos y la vista su nubla. Nos castigamos, porque tener cuerpo en sí es un castigo, comer es intolerable, los procesos que implican comer son intolerables, se esconden, los olores, los ruidos. Tenemos cuerpo y es un suplicio cargarlo todos los días; soportarlo cuando está adolorido, cuando está mallugado, cuando apesta, cuando está sucio; y es un suplicio para los demás soportar los otros cuerpos que sudan y se palpan. Estamos condenados a siempre aspirar delgadez, fuerza y belleza. Duele.

domingo, 6 de enero de 2019

El mito absoluto de seguir aquí

¿Por qué no puede ser ésta una imagen?


5 de enero del 2019, sábado. No estoy esperando a los reyes magos, sino a él que dijo que llamaría. Mientras me convenzo de que no llamará pongo un disco y leo un libro. El disco: Bloom de Beach House. No me lo esperaba, suena brillante, dulce y claro; es una experiencia preciosa escucharlo help me to name it[1], cada que lo escuche recordaré este momento, encontré una canción para todo el 2018. No he cenado pero sigo esperando.
El libro: Los Desesperados de Joselo Rangel. Tampoco lo esperaba. No soy fan de su música pero he disfrutado su literatura. Es una historia de amor, rock y el fin del mundo, como debe de ser. Lo acompaña una playlist pero sigo con un solo disco. Me he reído mucho con este libro; tiene razón, tu instrumento te define ¿en verdad? Todos los bajistas son raros, conozco varios, otros no. Creo que los bajistas son cool en general, llaman la atención porque no sobresalen, pero una vez que escuchas el bajo no puedes dejar de escucharlo. Yo entendía que uno escoge la guitarra como acto de ir a la tienda a comprarla, pero es el bajo el que te escoge a ti.
No publiqué una breve reflexión musical en Facebook, pero lancé una pregunta al aire ¿No se cansan de los tributos? Hubo quien respondió sin responder, unos cuantos me gusta, pero así, como abierta es la pregunta dos respondieron: no. No me molesta que la gente toque sus canciones favoritas y cobre por ello, si es en verdad el caso, pero en general me preocupa que lo que el público quiera escuchar es lo mismo de siempre. Aparecen bandas como Greta Von Fleet, que suena vieja, literalmente, una copia más de Led Zeppelin. Ahí están los discos, no tienen que ir a un tributo, a un bar a escuchar una banda de covers. La experiencia de quedarse quieto un rato y escuchar un disco, verdaderamente escucharlo es mucho mejor. Pero la gente paga por spotify, pone una lista en youtube y se creen escuchas de una banda, ya no se tiene el esfuerzo de levantarse a cambiar el lado del disco. Me di cuenta: la música no debe ser infinita, parte de su esencia es comienza y termina, hay un silencio ahí, dónde uno puede detenerse a escuchar de verdad.
Ayer viernes, mientras esperábamos por el grupo de covers de mi hermano, en la pantalla se veían videos de Los Enanitos Verdes viejitos tocando las canciones que todos conocen, unos tales Matute tocando covers ochenteros mientras se visten como reggetoneros, Los Hombres G tocando canciones de chavitos viéndose como los papás rabo verde de alguna compañerita de primaria. Pueden parecer duras mis sentencias, pero mi incomodidad fue esa ¿es lo que la gente viene a escuchar? Me reclamaron en Facebook porque yo misma tocaba covers. No, ya no me hacia feliz. Creía que mi banda merecia más, exigirse más; pero tocamos mucho muy rápido, no dejó espacio para sopesar qué estábamos haciendo y qué queríamos. Me frustré. No me gustaba esa actitud paternalista de todos a nuestro alrededor consintiéndonos más de lo justo. Cuando estoy triste veo el documental de las Ultrasónicas Todos están muriendo aquí ¿es que he idealizado el fracaso? Tal vez fracaso es una palabra fuerte. Todo fue más complejo para otras mujeres en la música, les tomó mucho ser tomadas en serio ¿y quién dice que a nosotras nos tomaban en serio? Parecía más bien una cosa rara que todos querían mirar y presumir, como una tierna mascota a la que todos quieren acariciar. Más frustración. Tres de la mañana. Ya vete a dormir.



[1] Myth, BEACH HOUSE, Sub Pop, 2012.

Recuento del 2018

Me gustaron Sueño en otro idioma y Los adioses. Me gusto mucho Proyecto Florida. Me gustaron mucho más Roma y Museo.Me divertí viendo Black Panther. Me divertí mucho más con Infinity War. Venom es graciosa pero nada más.

Me encantó The Marvelous Mrs. Maisel, todo el mundo debería estar viéndola y hablando de ella. Lloré con Mad Men, porque tiene muchos capítulos de año nuevo. Lloré de nuevo con Gilmore Girls. 

Principalmente leí no-ficción. Mención especial para Misterios de la sala oscura de Fernanda Solórzano y La chica de la banda, autobiografía de Kim Gordon. 

St. Vincent sigue siendo genial. Screaming Females súper genial. La canción del año es Myth de Beach House, me llegó tarde es cierto. No más rock progresivo ni metal, aunque Tool está bien. Primus, es fuera de serie. Expresiones burdas para hablar de cosas grandiosas. 

Magic es muy divertido y complejo, vale la pena seguir jugando. Hay juegos de mesa que son realmente divertidos: Las siete maravillas, Love Letter y Ticket to Ride. 

Tocar en un escenario es la cosa más genial del mundo. Hay una batería en mi sala y un amplificador siempre conectado.

Volví a hacer flan. Me dejaron plantada. Me llamaron de sorpresa. Fui a un festival de música local. Me subi a cantar en un bar, no me volvieron a llamar. Conocí a varias personas vegetarianas, amo la carne. Fui a varias entrevistas de trabajo, me dijeron que no en una Sex Shop. Nunca seré maestra de primaria. No sé porque pasan las cosas que pasan. Nunca maduramos. 26 años.

viernes, 28 de diciembre de 2018

El ser

Dejé mi ejemplar de La insoportable levedad del ser sobre el buró junto a la cama durante casi un mes, quería desmenuzarlo, dejar sobre él la huella de mi lectura; ya hace un año de eso. Paso algo curioso con aquel ejemplar: lo regalé; lo tomé de mi librero y se lo di, lo tenía decidido hace tiempo y quería que ese regalo fuera más un pedazo de mí que un simple libro. Dejé su hueco en mi librero, como un recordatorio de esa parte de mí que ya no me pertenece, curiosamente ahora forma parte de una colección de regalos empolvándose con tantos otros, me recuerda lo inútiles que son los regalos. Desde ese día hemos estado intercambiando libros, yo se los compro, le doy de los míos y él supone que debe corresponder con alguno de los suyos, pero nunca ha sido esa mi intención. No sé porqué, parece que lo mío ya no me pertenece, que es una extensión de mis sentimientos por él, porque yo estoy en los objetos, esos que he conseguido a lo largo de mi vida, cada uno tiene su historia y por fácil o complejo que sea separarse de ellos, algo significan. Yo estoy en los objetos, y aquel día que dejé ese hueco en mi librero, yo fui suya.
Debajo de la escalera encontré un tocadiscos, ochentero, con radio, cassette y sin bocinas. De nuevo tomé un pedacito de mi historia para regalar. Ese tocadiscos fue decorado de mi cuarto mientras crecía, pues no tenían dónde más ponerlo. Mis muñecas posaron junto a él y le pegué toda clase de cosas extrañas. En algún punto terminó bajo la escalera juntando polvo, no se había prendido en años, pero él lo hizo encender, lo hizo sonar de nuevo y discos que llevaban meses sin escucharse volvieron a sonar.  No sé lo que es pero mi inutilidad en esta temporada de dar regalos se ha convertido en dar pedacitos de mí, y no sé si al final de todo quede algo para mí misma.

jueves, 4 de octubre de 2018

Hoy

Hay cosas bellas en sí mismas: Me encanta que el bajo tenga un alma (o una guitarra en su defecto). Es maravilloso que la madera esté viva, tiene una resonancia, se expande, se contrae, reacciona al clima y a las personas. Me encanta que los discos tengan surcos y ahí se esconda la música. Me encanta que los perritos sólo busquen un lugar dónde apoyar su cabeza. Es increíble que puedas tener toda una historia en tus manos, que una fotografía detenga un momento. Es increíble que una melodía te haga llorar o que un aroma te recuerde tantas cosas. Es maravilloso regresar a casa y que toda huela a comida recién hecha. Es maravilloso que una persona te mantenga tibio por la noche.

miércoles, 25 de abril de 2018

Felación


El domingo por la tarde, un poco atormentados por el calor, notamos que en la plaza frente al trabajo se asentaba un señor vendedor con su carretilla llena de tradicionales Helados del Nilo. Helados de vainilla o nuez famosos por su forma fálica y los cuales deben consumirse en el momento en que se compran. Fabi y yo nos aventuramos a comprar tres y regresamos dispuestas a chupar el dulce helado de vainilla. Por el calor es natura que comiencen a derretirse un poco, por lo que deben devorarse rápidamente. Batallando un poco en su consumo, Fabi me pregunta: ¡Ay! ¿Cómo se come esto?; pues cómo se come un pito. Le respondí.

lunes, 21 de agosto de 2017

Frases

“Voy camino a una boda” tengo esa frase atorada en la cabeza. La imagino revoloteando, cambiando, transformando y contorsionando una serie de subsecuentes frases: podrían ser versos, podría ser el comienzo de un poema. Pero nada continua… “voy camino a una boda/es un largo trayecto…” “me toca estar sentada sola/no llevo ningún obsequio/varios días viajando a una boda” “¿te hubiera gustado que fuera mi boda?/¿cómo hubiera sido?/¿un vestido blanco? ¿una enorme catedral?/la promesa, la esperanza de algo más”
¿De qué se puede tratar? De la soledad que es viajar sola, de la soledad que se saborea dulce-amarga. Tiene algo de añoranza, algo de dolor incrustado, ese dolor que ya casi no se siente, pero respiras y ahí está. Que bien se siente tener la casa sola, repleta de ecos y posibilidades, de tirarse bajo las sabanas, sabiendo que nada pasará, que el tiempo pasa lento pero no pesa.

Voy camino a una boda/quisiera no llegar/quisiera no regresar”.

martes, 4 de julio de 2017

Fuera de ti

Me da miedo verme al espejo y ver a mi madre. Ese hecho es tan aterrador, como ver tu cuerpo proyectado en otra parte ¿no es justamente un tipo de laceración del alma mirarte al espejo? Tratar de conciliar la imagen con la forma, con la experiencia, es inútil, no sucede con naturalidad, es un golpe en el pecho que justamente ansiará doblarte para que no seas consciente de lo que pasa. Consigo pararme frente al espejo, estiro los dedos para tocarme y sólo siento en frío del cristal. Me aterra mirarme a los ojos, verme reflejada a mí misma, no saber dónde estoy.

Es insoportable ver algunas fotos y ver a mi madre en mí misma, como una extensión de ella. Mis manos, mi rostro, mi semblante, no me pertenecen, fueron robados de madre a hija. Eso soy solamente una extensión de un cuerpo, de un nombre, el invento de alguien más ¿dónde estoy yo si no existo fuera de ella? Ver a alguien fallecido en mi reflejo me aterra. Yo soy el fantasma, la sombra que camina, el recuerdo de alguien que se fue; por eso sus hermanas no pueden verme sin romper en llanto, y me lo repiten constantemente. No pueden comprender que yo quiero ser sin esas ataduras, quiero ser fuera de su nombre, de su apellido y de su imagen. En su momento no se me permitió cometer sus mismos errores. A mí edad ella ya estaba casada, con un hijo; yo me resisto a ser madre, no sería capaz de condenar a otro ser a esta miseria, a atarlo a mí, convertirlo en una versión mejorada de mí: más alta, mas esbelta, con más éxito ¿quién soy yo para decidir la existencia de alguien? ¿Quién soy yo para atreverme a decirlo en voz alta, si ni siquiera puedo verme al espejo?