lunes, 27 de julio de 2020

Nadie te lee

No es necesario recitar los índices de lectura del país. El mundo sabe que México no lee, y si lee, no son cosas de provecho. Hay una campaña silenciosa y muy poco útil para atraer a los más jóvenes a la lectura. En el instituto en el que trabajaba llevábamos un programa de lectura: tres libros al año, con actividades de identificar situaciones, personajes, reportes de lectura, lectura en voz alta y comentarios. Tiempo perdido, creo yo. Está bien si quieres evaluar compresión lectora, es importante, pero eso no va a dejar ningún lector. Todo fue más frenético cuando yo elegí para los alumnos de segundo de secundaria una antología de autores mexicanos contemporáneos, que yo sabía que estaban insertos en la literatura juvenil: Raquel Castro, Jaime Alfonso Sandoval, Alberto Chimal… Resultó que estaban demasiado subidos de todo para ellos. Escogí los libros que a mí me interesarían, no los que reflejaran valores ni ofrecieran moralejas. A mí me interesan esos autores, esos temas, y es literatura mexicana, que parece ignorada por los jóvenes e incluso por mí. No es mi culpa que criaran alumnos apapachados, que se divierten mandando mensajes sin sentido a sus maestro, o que se sobre excitan asustando a los maestros con temas sobre sexualidad o drogas. Es tan fácil manipular a los adultos.
Dejar lectores en México es difícil, sin embargo, escritores no lo es tanto. Todos escriben, pero no hay quien los lea; los lectores que tengan serán sólo para criticarlos. La pretensión del escritor que inunda facultades de Letras en el país, alimentada por apoyos gubernamentales para escribir, publicar o dar talleres literarios. Puede llegar cualquier ama de casa con sangre en sus venas para desahogar su vida monótona, escribirá, será leída por los talleristas y será criticada. Circulo interminable. Por eso muchos no se atreven a escribir: presienten la saña natural de otros escritores, le temen y huyen, no se les puede juzgar.
¿Quién inició esa tradición? ¿A que vacas sagradas hay que remontarse para saber ese ritual de crítica publica? Aun así existen las revistas literarias, fanzines, blogs y demás. Se publican, se comparten, se tragan un poco del erario publico, engordan semblanzas con vanidades que nadie va a contradecir. Pero ¿Se dice algo?
Si tienes el gusto por el oficio ¿quién soy yo para decirte que no lo hagas? Eso aplica para ti mismo, que desprecias lo que escribes apenas presionas el ultimo enter en la computadora. Que le reclamas al indiferente vacío de internet no retroalimentarte, o que cargas los traumas de las negativas editoriales. No te sientas el infante despreciado por su padre ausente, mejor crea algo, aunque no valga la pena, aunque a nadie le llegue, aunque parezca poco interesante. Si es honesto, vale más que cualquier beca. Los valores literarios de aquello que se produce en este instante no le corresponden a los contemporáneos sino a la critica del tiempo, al análisis futuro (siempre y cuando las licenciaturas en Letras se despojen de los geniecillos herederos de Cortázar que siempre han pululado) Es imposible saber lo que la teoría y la critica digan en el futuro, pero pensar en ello es inútil y no generará nada. Ya no tiene sentido pensar en ese lector modelo, porque puede que ni siquiera exista un lector para empezar.

Directorio de cosas que pasaron


1.
Llama la atención la señora gorda de la casa de la esquina que lanza improperios a las calles. Toma su desfachatez y la esparce entre los vecinos, a sus hijos, a su marido, a los que pasan cerca, al perro que se muere frente a su casa.
Sufre del inconveniente de la construcción a un lado de su casa. Las chingaderas salen a la luz en cualquier momento, que si le cayó mezcla a su coche, que si hay arena en su banqueta, que si el agua la agarran de su tinaco. Se trata de la case de persona que insulta primero y pregunta después, o solamente les menta la madre a los que estén cerca. Es justo, hay pocas cosas tan molestas que el que la gente viva su vida tan cerca de la tuya.

2.
Les gustas. Ahora que ha comenzado el verano y con ello las lluvias, nos hemos refugiado en acciones extrañas como el hacer ejercicio todos los días a las siete de la tarde. Uno se cansa, pero ha habido resultados: ahora te ves muy bien. Te cortaste el cabello y te ves bien con esa barba de tres días. Resaltan tus ojos que es lo mejor de ti, medía soñadores, medio intensos, invitantes a una platica, a un beso. Esas fotos de perfil bohemias y artísticas, parece que creas canciones en la guitarra a las dos de la mañana con una taza té humeante. Parece que les escribes poemas sobre escalar montañas y pelear con osos en nombre del amor. Son todas pretensiones, nada real, aunque lo cierto es que les gustas. Te escriben, te llaman, buscan tu atención, te los insinúan en mensajes y apodos. Te ves bien.

3.
Todo duele. Se han acumulado los ejercicios y no parecen dejar más que moretones y dolencias, que con la lluvia se intensifican más. A veces las plantas de los pies se adormecen en plena actividad física. A veces duelen demasiado las rodillas, las pantorrillas, zumban los oídos y la vista su nubla. Nos castigamos, porque tener cuerpo en sí es un castigo, comer es intolerable, los procesos que implican comer son intolerables, se esconden, los olores, los ruidos. Tenemos cuerpo y es un suplicio cargarlo todos los días; soportarlo cuando está adolorido, cuando está mallugado, cuando apesta, cuando está sucio; y es un suplicio para los demás soportar los otros cuerpos que sudan y se palpan. Estamos condenados a siempre aspirar delgadez, fuerza y belleza. Duele.