viernes, 28 de diciembre de 2018

El ser

Dejé mi ejemplar de La insoportable levedad del ser sobre el buró junto a la cama durante casi un mes, quería desmenuzarlo, dejar sobre él la huella de mi lectura; ya hace un año de eso. Paso algo curioso con aquel ejemplar: lo regalé; lo tomé de mi librero y se lo di, lo tenía decidido hace tiempo y quería que ese regalo fuera más un pedazo de mí que un simple libro. Dejé su hueco en mi librero, como un recordatorio de esa parte de mí que ya no me pertenece, curiosamente ahora forma parte de una colección de regalos empolvándose con tantos otros, me recuerda lo inútiles que son los regalos. Desde ese día hemos estado intercambiando libros, yo se los compro, le doy de los míos y él supone que debe corresponder con alguno de los suyos, pero nunca ha sido esa mi intención. No sé porqué, parece que lo mío ya no me pertenece, que es una extensión de mis sentimientos por él, porque yo estoy en los objetos, esos que he conseguido a lo largo de mi vida, cada uno tiene su historia y por fácil o complejo que sea separarse de ellos, algo significan. Yo estoy en los objetos, y aquel día que dejé ese hueco en mi librero, yo fui suya.
Debajo de la escalera encontré un tocadiscos, ochentero, con radio, cassette y sin bocinas. De nuevo tomé un pedacito de mi historia para regalar. Ese tocadiscos fue decorado de mi cuarto mientras crecía, pues no tenían dónde más ponerlo. Mis muñecas posaron junto a él y le pegué toda clase de cosas extrañas. En algún punto terminó bajo la escalera juntando polvo, no se había prendido en años, pero él lo hizo encender, lo hizo sonar de nuevo y discos que llevaban meses sin escucharse volvieron a sonar.  No sé lo que es pero mi inutilidad en esta temporada de dar regalos se ha convertido en dar pedacitos de mí, y no sé si al final de todo quede algo para mí misma.

jueves, 4 de octubre de 2018

Hoy

Hay cosas bellas en sí mismas: Me encanta que el bajo tenga un alma (o una guitarra en su defecto). Es maravilloso que la madera esté viva, tiene una resonancia, se expande, se contrae, reacciona al clima y a las personas. Me encanta que los discos tengan surcos y ahí se esconda la música. Me encanta que los perritos sólo busquen un lugar dónde apoyar su cabeza. Es increíble que puedas tener toda una historia en tus manos, que una fotografía detenga un momento. Es increíble que una melodía te haga llorar o que un aroma te recuerde tantas cosas. Es maravilloso regresar a casa y que toda huela a comida recién hecha. Es maravilloso que una persona te mantenga tibio por la noche.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Rock de chicas

"Women aren’t interested in music. Women don’t make music. Women don’t buy music…”[1]


Los amplificadores se callaron. Los murmullos del publico llenan el espacio con un ruido sordo y amorfo. Llegó el momento de que otra agrupación suba al escenario, cinco chicas armadas con nada más que sus instrumentos, se enredan entre cables, toman posiciones, suben volúmenes, hay unos pocos golpes a la batería. De entre las voces fusionadas del público, se distingue una que grita arrogante: “¡mucha ropa!”.
Esa ha sido la única falta de respeto que hemos experimentado. Nos unimos nerviosas, imaginando toda clase de improperios por el hecho de ser mujeres, por el hecho de atrevernos a tocar rock; meternos a cuevas repletas de violencia y testosterona, exponiéndonos al escrutinio de los hombres que creen que tienen el derecho de gritar lo que les de la gana, convertirnos en objetos para su entretenimiento, nuestro lugar está entre sus piernas y no en un escenario. Sin embargo nos encontramos con una situación muy diferente, el público siempre nos ha tratado con respeto, siempre recibimos apoyo y una agradable energía. Levantamos la cabeza, pues nos hemos atrevido a pararnos frente a todos y hacernos sonar.
Desde el primer momento, la banda recibió numerosas invitaciones y oportunidad para presentarnos en distintos foros. Ganamos un poco de reconocimiento y actualmente somos de las pocas banda de chicas activas en el estado. Parecía que algunos habían encontrado una mascota que presumir frente a todos, la novedad extraña que estuvo de moda ¿no es una forma también de represión? No hay nada de malo con todo esto, siempre y cuando se pueda capitalizar en verdaderas oportunidades, se pueda sacar provecho a toda esa visibilidad, porque contrario a lo que la experiencia nos ha enseñado, la visibilidad es el principal problema de las mujeres en el rock.
No hay una forma correcta de nombrarlo ¿rock femenino? ¿rock de mujeres? Como si hubiera una distinción entre lo que una banda convencional, formada por hombres y una formada por mujeres es capaz de hacer. Es sólo música, no importa el sexo. Nunca se sintió diferente, desde el principio no éramos más que cinco personas reunidas para tocar canciones que les gustaban, no hay un esfera aparte, ni un umbral indescifrable simplemente un gusto por la música.
No son pocas las mujeres que han deseado dejar su mensaje, de hacerse escuchar; liberar todas sus opiniones, frustraciones y experiencias con ayuda de distorsiones y un volumen alto; sin embargo han tenido poca oportunidad de darse a conocer puesto que la industria nunca se ha visto capaz de tomarlas en serio. Mucho de esto se debe a la creencia de que el carácter masculino del género musical es lo que le da identidad.
La relación de las mujeres y el rock n’roll es complicada. Se trata de un medio sexista dominado por hombres en que las mujeres no son más que objetos que se desechan e intercambian fácilmente, y sin embargo son una presencia constante; donde haya una banda, allí habrá una chica, tal vez más. Las groupies no nacieron siendo las que se acuestan con los músicos, comenzaron queriendo estar ahí por y para la música, buscar y entregarse completamente a una agrupación, y amar tanto una pieza musical que vivían su vida en ello.
Nos han inculcado que nosotras no nos paramos frente a una multitud a gritar nuestras inquietudes, a expresar nuestras posturas. Pero ¿quién dice que las mujeres no lo hacen? Van por el mundo expresando sus ideas, relegadas en los espacios donde los hombres quieren verlas; y los hombres no las quieren ver en bandas de Rock, no las quieren tomar en serio como músicos ni como interpretes, sin embargo hay una lista (no tan larga como debería) de mujeres que se impusieron ante ese pensamiento, que a pesar de lo adverso se pararon frente a una multitud a gritar: ¡jódanse! Y vale la pena admirar a cada una de ellas, y desear compartir con ellas ese valor, de tomar una guitarra o lo que les de la gana, una pluma, un megáfono y decir lo que se tenga que decir. Ahora tenemos la oportunidad de que nos tomen en serio, y por eso debemos aprovechar cada espacio para hacer todo el ruido posible. Nosotras que nos atrevimos a tomar un instrumento, a subirle al volumen, a buscar a otras como nosotras y hacer ese dulce Rock n’ Roll.

#NoEstásSolo

No puedes menospreciar el dolor de los demás sólo porque consideras que tus razones son más válidas para sentir dolor. Si el umbral de sufrimiento de todos fuera tu propio dolor entonces nadie en la tierra tendría que quejarse por sentir nada porque tú sentirías dolor por todos nosotros. Si el chiste es martirizarse hasta tal punto entonces ¿de qué demonios vamos a hablar?
Si digo en voz alta que me duele la espalda, por lo menos me duele lo suficiente como para decirlo en voz alta, no para sentirme estúpida por atreverme a hablar porque alguien más lo está pasando peor que yo. Siempre hay alguien que lo esta pasando peor, y si eso es suficiente para que yo no tenga derecho a sentir algo, mejor nos callamos todos de una buena vez.

Me desesperan mucho quienes sólo hablan de sí mismos. En ese caso no hace falta que yo diga nada porque es obvio que prefieres oír el sonido de tu propia voz. No hace falta que le haga saber a nadie qué es lo que pasa en mi vida porque no es nada extraordinario, ni mis opiniones nada relevantes. Todos son importantes, todos son talentosos, todos tienen que ser escuchados.

martes, 31 de julio de 2018

Borrador

Sec. 1 EXT. CALLE/HUMEDA NOCHE 
Los jóvenes músicos se reúnen afuera del teatro, el asfalto está húmedo por la lluvia que acaba de caer. LAURA (17) es el centro de atención, está vestida con un saco blanco que la hace parecer más madura, lleva el estuche del violín frente a sus piernas. Se le ve sonreír con una intención casi fotográfica, su rostro está detenidamente cuidado.  
TOMÁS (25) le toma el brazo que sujeta el estuche del violín, la mira como un objeto, algo que le pertenece. Es un hombre limpio, de mirada arrogante, bien vestido y de sonrisa encantadora, siempre acostumbrado a tener lo que quiere. 

TOMÁS 
Siempre es un placer oírte tocar.

LAURA 
(Sonriendo) 
Ojala pudieran escucharme los demás. No pensarás que llego a opacarme ¿o no? 

TOMÁS 
Seguramente se puede hacer algo para que todos tengan el placer de escucharte. 

LAURA 
Dicen que soy demasiado joven, para tener toda la atención. 
TOMÁS se acerca al oído de LAURA con una sonrisa en los labios. En ningún momento le suelta la mano. 

TOMÁS 
La experiencia se compensa con talento. 

LAURA 
Eso sí lo puedo alcanzar. 

Un hombre, ANTONIO (43) se acerca por la espalda de LAURA. Vestido de traje negro de corte muy caro, avanza entre la oscuridad con gran porte y elegancia, su cabello está perfectamente recortado y se nota su superioridad económica. Le toca el hombro a LAURA. Ella voltea sin perder la expresión y su característica sonrisa. 

ANTONIO 
¿Recibiste mis flores? 

LAURA 
Recibí las flores. Me encantan las rosas. 

TOMÁS 
(Sujetando el hombro de LAURA) 
Común, pero encantador.

LAURA 
Yo adoro las rosas, es clásico. Funciona muy bien conmigo. 

ANTONIO y LAURA cruzan miradas intensamente, él la mira como si ella le invitara a adentrarse en su vida, sin perder la suave sonrisa de los labios. En ningún momento TOMÁS le suelta el hombro, tratando de proteger lo que cree que es suyo. 
Los músicos que se agrupaban fuera del teatro llaman a TOMÁS intensamente, se dirigen a un bar, no es algo que suelen hacer. TOMÁS voltea con preocupación, su nuevo juguete se escapa de sus manos. 
TOMÁS 
¿Vienes con nosotros? ¿te llevo a tu casa? 

ANTONIO 
Yo la llevo. No debes hacerlos esperar. 
TOMÁS la mira detenidamente, espera ansiosamente que ella lo escoja a él. 

LAURA 
Tú ve. La próxima vez los acompaño. 

Ella se aleja de TOMÁS, le regala una última sonrisa y camina junto a ANTONIO, considerablemente cerca. TOMÁS la ve una última vez y alcanza a los demás. 
Caminando ANTONIO intenta acercarse a LAURA. Voltea a verla de vez en cuando, esforzándose para no tomarle de la mano. 

ANTONIO 
Déjame ayudarte. 
Trata de tomar el estuche. Ella lo aparta. 

LAURA 
No es necesario, si yo no cargo mi propio instrumento, cómo podría mejorar. 

ANTONIO 
Pero sí ya eres la mejor. Se nota al verte tocar, al escucharte. 

LAURA 
¿Me has visto tocar? ¿Puedes verme en medio de tantas personas? 

ANTONIO 
Deberías ser solista. Te imagino en el centro de la sala, con una sola luz iluminándote.

LAURA 
¿Me imaginas?

ANTONIO 
Al verte tocar sé que debes tener toda la atención. 

LAURA 
Yo sé que todos lo piensan. O casi todos, los que pueden darme ese lugar sólo me ven como una niña. 

ANTONIO le toma el brazo. Ambos se detienen, la sonrisa que con tanto orgullo mostraba LAURA desaparece en una profunda mirada, que hacía notar su edad, dándole chispazos de inocencia. Ella nota que él se acerca, tiene la intención de decirle algo, colocándose frente a ella. 

LAURA 
Ya debo irme. 

Alza la mano para detener un taxi, se mueve lentamente con una gracia peculiar, cada movimiento es pensado para ocultar su juventud y mostrar a una mujer experimentada y elegante, camina con facilidad y recupera la sonrisa en su rostro. 

ANTONIO 
¿En taxi? Yo te llevo. 

LAURA 
Todos los días me voy en taxi. Yo se cuidarme sola. 

Ella se para de alza en sus puntas para darle un suave beso en la mejilla. ANTONIO inhala el caro perfume de LAURA, se detiene lo más posible en ese momento. 
ANTONIO 
Ya te veré. 

LAURA 
Me verás.

Le da una última sonrisa, una mirada coqueta y segura. Se desliza dentro del taxi y se aleja. 


Sec. 2 INT. COMEDOR DÍA 
LAURA está sentada en la cabecera de la mesa durante el desayuno, hay fruta, pan tostado y jugo sobre la mesa. Su madre, ANA, está sentada frente a ella con una tabla de anotaciones en la mano, la ve con unos lentes gruesos y un bolígrafo entre los dedos. Es una mujer calculadora, que organiza eventos para distraerse, nunca descansa, y menos en el desayuno. En la mesa se enfría un plato que ella no preparó. 
LAURA 
¿No te encantan los momentos familiares?

ANA 
No siempre se puede que desayunemos todos juntos. 

LAURA 
Eso supongo. Todos están muy ocupados en esta casa. No recuerdo la última vez que alguien esté sentado leyendo sin hacer nada, pasar el tiempo sin ocupaciones. 

ANA 
¿Decías algo? 

LAURA 
¿Algo? 

ANA 
¿Cuándo podré escucharte? Ya casi no tocas aquí ¿Debo comprar un boleto para escuchar a mi hija tocar? 

LAURA 
Podrías ir a los ensayos. No. Es mejor que vayas y me veas cuando toda la atención sea para mí. 

ANA 
Aún faltan unos años para eso. Sé que llevas mucho tiempo en esto, pero el trabajo duro siempre trae recompensas. 

LAURA 
Claro que sí.

Sonríe, pero no de la misma manera. Estando en casa su personaje desaparece, aunque mantiene los mismos gestos siempre pensados en parecer mayor. 


Sec. 3 INT. SALON DE ENSAYO DÍA 
LAURA está sentada en una silla plegable mirando intensamente hacia el vacío. Anoche no pudo descansar, pero siempre mantiene la posición erguida y confiada. El salón de ensayo es inmenso y abrumador, con una oscuridad sofocante que termina en tenues luces sobre el centro, iluminado claramente tres sillas más. Nadie más va a llegar, pero LAURA actúa a la expectativa. El estuche del violín está junto a ella, como siempre, permanece cerca. 

TOMÁS 
(O. S.) 
¿No te encanta la soledad? 
LAURA voltea suavemente buscando la voz entre el eco. Inmediatamente muestra su característica sonrisa y una mirada suave. 

LAURA 
No me dijeron que ibas a estar aquí. 

TOMÁS 
Pregunte por ti y me dieron está indicación. 

LAURA 
Ya me iba.

TOMÁS 
No vas a tocar para mí. 

LAURA 
Eso será mejor en otra ocasión. 

TOMÁS 
Ayer parecías más segura. 

LAURA 
(Sonriendo) 
Yo siempre parezco segura. Por qué así es. 

TOMÁS 
No respondiste mi pregunta ¿no te encanta? 

LAURA 
Más de lo que crees.