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sábado, 2 de enero de 2021

Nuevo cinismo literario

Acabo de terminar Alta fidelidad de Nick Hornby; si bien el comienzo me agradó mucho, noté un patrón demasiado insoportable. Me obligué a terminarlo esperanzada de que al final habría un giro que le diera sentido a lo que exponía ¿Qué onda con el final cursi?

    No puedo sentir compasión por el protagonista, no es más que un niño/hombre quejumbroso y amargado que siempre le echa la culpa a sus novias por haberlo dejado por otro. Si bien muchos de sus monólogos interiores y la forma en que analizaba su vida me parecieron interesantes, siento que jamás aprendió su lección, vivió su bucle de inmadurez y al final es recompensado quedándose con la chica ¿En qué cabeza cabe ? ¿Cómo pudo aguantarlo de regreso? Si bien la reflexión final que tiene el sujeto, es que no puede seguir aburriéndose de las morras sólo porque ya no son nuevas, que ya tiene treinta y tantos, tiene que sentar cabeza. Al final vino a conformarse con "alguien que lo quiere de verdad".

    Este libro no es malo, es entretenido y divertido, sin embargo, ahora que me estoy embarcando en mis años cínicos-woke debo decir que este tipo de lecturas ya no son para mí. Ese romanticismo exacerbado del típico softboy que se la pasa "queriendo más", la constante necesidad de recordad con nostalgia no sólo relaciones y personas pasadas también está la mirada tan lapidante hacia la música; se supone que trata del amor a ésta, pero es la clásica persona que juzga a todos por sus gustos musicales y jamás se atreve a escuchar algo nuevo que lo saque de su zona de confort, (¡y además que forma de tratar a las mujeres!).

¿Soy muy injusta juzgando un libro desde la actualidad? Es justo por eso que abogo a este nuevo cinismo literario. Le exigí un poquito más a este libro y logró decepcionarme; al final mis pretensiones de puro y llano entretenimiento fueron superadas por la incomodidad de la situación. Mi experiencia lectora quedó arruinada por la persona que soy ahora, y es que le suplico a la gente que se aleje de hombres como Rob Fleming, yo misma me enredé con alguien parecido. ¿Mi experiencia de vida ha condicionando mi lectura? Definitivamente, es el gusto de no tener que hacer un estudio literario profundo ¿Le daremos una vuelta en el futuro? No. Si terminara regresando y revalorándolo significa que he caído en viejas costumbres que ahora trato de evitar, es una respuesta que no necesito.

En cambio hubo otros libros de música que si que me cautivaron y me dieron esperanza en eso de tocar en una banda.  La edición de anagrama está preciosa y se ve bien junto a otros libros de música. 


¿Neta se quedaron junto al final? 

lunes, 27 de julio de 2020

Directorio de cosas que pasaron


1.
Llama la atención la señora gorda de la casa de la esquina que lanza improperios a las calles. Toma su desfachatez y la esparce entre los vecinos, a sus hijos, a su marido, a los que pasan cerca, al perro que se muere frente a su casa.
Sufre del inconveniente de la construcción a un lado de su casa. Las chingaderas salen a la luz en cualquier momento, que si le cayó mezcla a su coche, que si hay arena en su banqueta, que si el agua la agarran de su tinaco. Se trata de la case de persona que insulta primero y pregunta después, o solamente les menta la madre a los que estén cerca. Es justo, hay pocas cosas tan molestas que el que la gente viva su vida tan cerca de la tuya.

2.
Les gustas. Ahora que ha comenzado el verano y con ello las lluvias, nos hemos refugiado en acciones extrañas como el hacer ejercicio todos los días a las siete de la tarde. Uno se cansa, pero ha habido resultados: ahora te ves muy bien. Te cortaste el cabello y te ves bien con esa barba de tres días. Resaltan tus ojos que es lo mejor de ti, medía soñadores, medio intensos, invitantes a una platica, a un beso. Esas fotos de perfil bohemias y artísticas, parece que creas canciones en la guitarra a las dos de la mañana con una taza té humeante. Parece que les escribes poemas sobre escalar montañas y pelear con osos en nombre del amor. Son todas pretensiones, nada real, aunque lo cierto es que les gustas. Te escriben, te llaman, buscan tu atención, te los insinúan en mensajes y apodos. Te ves bien.

3.
Todo duele. Se han acumulado los ejercicios y no parecen dejar más que moretones y dolencias, que con la lluvia se intensifican más. A veces las plantas de los pies se adormecen en plena actividad física. A veces duelen demasiado las rodillas, las pantorrillas, zumban los oídos y la vista su nubla. Nos castigamos, porque tener cuerpo en sí es un castigo, comer es intolerable, los procesos que implican comer son intolerables, se esconden, los olores, los ruidos. Tenemos cuerpo y es un suplicio cargarlo todos los días; soportarlo cuando está adolorido, cuando está mallugado, cuando apesta, cuando está sucio; y es un suplicio para los demás soportar los otros cuerpos que sudan y se palpan. Estamos condenados a siempre aspirar delgadez, fuerza y belleza. Duele.

lunes, 24 de septiembre de 2018

#NoEstásSolo

No puedes menospreciar el dolor de los demás sólo porque consideras que tus razones son más válidas para sentir dolor. Si el umbral de sufrimiento de todos fuera tu propio dolor entonces nadie en la tierra tendría que quejarse por sentir nada porque tú sentirías dolor por todos nosotros. Si el chiste es martirizarse hasta tal punto entonces ¿de qué demonios vamos a hablar?
Si digo en voz alta que me duele la espalda, por lo menos me duele lo suficiente como para decirlo en voz alta, no para sentirme estúpida por atreverme a hablar porque alguien más lo está pasando peor que yo. Siempre hay alguien que lo esta pasando peor, y si eso es suficiente para que yo no tenga derecho a sentir algo, mejor nos callamos todos de una buena vez.

Me desesperan mucho quienes sólo hablan de sí mismos. En ese caso no hace falta que yo diga nada porque es obvio que prefieres oír el sonido de tu propia voz. No hace falta que le haga saber a nadie qué es lo que pasa en mi vida porque no es nada extraordinario, ni mis opiniones nada relevantes. Todos son importantes, todos son talentosos, todos tienen que ser escuchados.

martes, 31 de octubre de 2017

Crisis de identidad III

He recibido constantes solicitudes de amistad en los últimos meses, algo bastante fuera de lo común para la actividad a la que estoy acostumbrada en Facebook. Me llama la atención como la idea de mí, que es lo qué vendo en un perfil de Facebook, puede atraer a tantas personas. Quiere decir que hay quién se molesta en buscarme, o hay quién se toma muy en serio las recomendaciones de amistad que te suelta un algoritmo. Tenemos un par de amigos en común ¿eso significa que tenemos que relacionarnos? Esto me asusta sobremanera puesto que la persona que publica ahí no es real, no es más que una foto de perfil, cuidadosamente escogida, con uno o varios filtros. Todo lo que dice ese perfil fue pensado y elegido a conciencia, las fotos que se muestran, las descripciones que se hacen, algún apodo, nombre de usuario, situación sentimental, dónde estudio, dónde vivo, todo eso está perfectamente controlado ¿Cómo alguien que no me conoce puede elegir interesarse en mí por lo poco que decido mostrar? Fácilmente puedo ser categorizada: la que estudió tal cosa, la que hace tales cosas, la que toca tal instrumento ¿Dónde queda todo lo demás?
Ahora bajo esa idea sólo puedo pensar en cierta frase que me dijo cierta persona la primera vez que se puso en contacto conmigo: “me llamo la atención tu foto de perfil”. Aunque agradezco que esa persona se haya puesto en contacto conmigo, parece que ahora lucho constantemente con esa idea. Lucho con la bella y vacía promesa que esa selfie cuidadosamente escogida, retocada hasta el infinito ofrece; la vacía promesa de alguien interesante o incluso atractivo, contra mí, la persona imperfecta que escribe estas palabras, que vista en vivo luce, probablemente, diferente; que despliega sus errores e inseguridades a la mínima oportunidad, que se ha quebrado más de una vez, que es sumamente frágil ¿puedes ver eso en un perfil de Facebook? ¿Me eliges a mí o a mi foto de perfil?

lunes, 8 de mayo de 2017

La vida después de septiembre

Ahora que está de moda el tema High School y el bullying debido a cierta serie de televisión, que a mí parecer es una suerte de receta de cocina que sirve para dejar muy en claro una moraleja: “Sé bueno con todos, porque lo poco que haces también es bullying y afecta a todas las personas”, les voy a contar mi triste historia, simplemente por tener la oportunidad, no porque sirva de algo.
Cuando yo estaba en la secundaria y preparatoria la palabra bullying no era tan común. La escuchabas de vez en cuando en algún reportaje de las diez de la noche para hablar de algún tiroteo, algún suicidio, que siempre sucedían en Estados Unidos. Tal vez algún comentario con varios psicólogos en esos programas de revista matutinos que tanto disfrutan las mamás; pero en ese entonces no había series de televisión especializadas o documentales desgarradores, ni siquiera platicas en los salones de clase. Ya no soy esa clase de estudiante, así que no sé a ciencia cierta, si en verdad esas cosas pasan.
Nunca me consideré victima de acoso, puesto que no existía ese termino, pero es verdad que en la primaria la pasé muy mal. Fui objeto de burlas, de humillaciones, llegué a sentirme aislada en el salón de clase. Tenía pocos amigos y los que tenía no me trataban muy bien. Se puede decir que siempre he sido la rara. Había días en los que quería desaparecer, en que no quería salir de mi cama, todo esto era muy contradictorio, porque me gustaba la escuela, me gustaba aprender, pero no soportaba tener que relacionarme con esos niños. No cargo conmigo rencores, ni siquiera puedo recordar la situaciones claramente, sólo puedo recordar cómo me sentía. Un gran choque de realidad para mí fue ver la película Harriet, le espía. Ver como aislaban y acosaban a esa niña simplemente por tener aspiraciones, claro, era cruel en sus juicios, pero no eran verdaderos, ni eran para ser leídos. No me detendré a explicar la trama, pero principalmente me frustraba mucho ver como sus padres no se molestaban en comprenderla, como los profesores incitaban el mismo acoso. Tal vez sea el testimonio con el cual puedo sentirme más identificada en cuanto al acoso escolar como tal, no porque lo haya vivido de forma similar, sino porque empaticé con Harriet.
A pesar de lo difícil que fue para mí relacionarme con las personas, entendí al final que el mundo no se acaba ahí. A pesar de que me sintiera sola en la escuela, no podían quitarme mis libros, mi música, no dejaba de ser yo. Sí, eso significa ser rara, pero pude vivir con ello.
Hace poco tiempo recordé una situación, a la que en su momento yo no le puse demasiada atención, que de hecho había casi olvidado. No es material para una serie de televisión, puede que ni siquiera se lleve unas líneas en mis memorias, además de las que estoy escribiendo ahora: Mi amiga y yo nos relacionábamos mucho con dos muchachos durante la prepa, vaya éramos un grupo grande de amigos por así decirlo, pero por alguna razón nosotros cuatro siempre terminábamos en el mismo equipo, haciendo proyectos, tareas, experimentos. Basta decir que yo tenía un crush con uno de ellos, y supongo que mi amiga tenía su crush correspondiente.
A cierta edad es muy común crear esta relación de Amigovios con algunos chicos, yo diría que esa era la relación que tenía ella con aquel chico. Se la pasaban todo el día abrazados, agarrados de la mano, hablándose bonito, pero no eran novios y al parecer no tenían la intención de serlo. A pesar de mi torpeza me llevaba bien con el chico que me gustaba. Sin embargo, la cuestión es que el amigovio de mi amiga (que era el mejor amigo del chico que me gustaba) nunca tuvo un trato cordial hacía mí; nada porque hacer alboroto, te gusta mi amiga –o algo así– no necesariamente tienes que ser mi amigo, podemos vivir con eso; pero ese trato, no amigable, era pasivo agresivo, de alguna manera. Él desprestigiaba todo lo que yo decía, difícilmente recuerdo algún comentario bueno. Aprovechaba cada situación posible para hacerme sentir mal, con respecto a mi aspecto, a mi personalidad, si desperté con ojeras, si no me he depilado las piernas -porque Dios me perdone, llevo medias-, no me peiné hoy, tengo el pelo sucio, mi suéter está roto. De verdad era bueno para hacer relucir mis inseguridades.
Nunca un hombre me ha hablado igual. Es normal que las chicas sean crueles entre ellas: tu blusa está sucia, tu falda está manchada, tienes una espinilla; pero que un hombre me lo diga, sólo me ha pasado en esa época de la vida. Realmente él me hacía sentir muy mal, con muy poca autoestima, y lo hacía de una forma tan sutil, tal vez estaba muy automatizado el trato porque éramos nosotros cuatro, porque era el amigovio de mi amiga, porque es tan común, estamos tan acostumbrados a que juzguen nuestra apariencia, nuestra personalidad. Y hasta ahora puedo reflexionar y decir: Wow! Yo creía que era mi amigo y nunca lo fue, no me dedico más que amargura. Me hizo sentir tan poca cosa. Eso es algo con lo que tendré que cargar: el sentirme tan pequeña; pero no es su culpa que yo me sienta así, si yo me siento pequeña, la gente lo nota y lo aprovechan, se dedican a recordarlo, pero no porque sea inevitable.
La situación se tornó complicada, porque los amigovios suelen terminar de forma impositiva, ya sea que se convierta en una relación como tal o sean los celos los que terminen arrancando la amistad del “noviazgo”. En este caso fue la segunda opción, los dos pasaron por muchas personas solamente para lastimar al otro. Ahora queda como un retrato amargo en la historia sentimental de mi amiga, felizmente casada y con un niño de apenas unos meses. Aquel chico que me gustaba y yo, aún somos buenos amigos, hablamos y salimos de vez en cuando; y ellos dos aún son buenos amigos. No he vuelto a estar en contacto con él, pero parece ser una persona más fría de lo que recuerdo. Hay quienes son incapaces de relacionarse armónicamente con las mujeres, no me aventuraría a decir porqué.
Todavía me queda ese recuerdo extraño, aunque piense en él cada dos años. Lo menciono no porque sea relevante para la historia de la humanidad. Lo que aprendí de esa reflexión es que alguien puede estar tratándote muy mal y tú ni cuenta te das. Eso no significa que esté a favor de la condescendencia absoluta y la buena ondez injustificada, simplemente se trata de encontrar tu propia fortaleza dentro de todas estas debilidades, y si suena tan cursi es porque creo que así debe de sonar. Fue difícil para mí encajar. Y cuando finalmente encuentras un grupo de amigos, está esa única persona que se dedica a bajonearte, pero sobrevives, porque de eso se trata.

lunes, 10 de abril de 2017

¿Cuál es tu foto de WhatsApp?

No tengo la menor idea de qué pueda significar tu foto de whatsapp ¿Es una decisión más personal? ¿Buscas con mayor cuidado una situación, una frase, una persona para compartir con tus amigos y familiares más cercanos? ¿Cómo es que no sé nada de ti, pero sí sé si estás peleado con alguien, enojado, triste o enamorado? Creo que prefiero no saber nada. 
Parece que poco a poco estoy desapareciendo, ya no publico, ni tuiteo tanto, no me importa si no obtengo ningún like en Facebook; una selfie de vez en cuando, un tuit vacío soltado en el momento menos indicado (a las 3 de la mañana), ignorar el teléfono, no responder mensajes. Un agujero dónde debería estar todo lo que soy.


jueves, 23 de marzo de 2017

Escribí mi primera autobiografía con comic sans: sobre la creatividad y la presión


Yo no creo en el llamado de la página en blanco. Creo fervientemente en la fecha límite como ese ente revelador que exprime cada palabra con violencia. Una desesperación y frustración que ata la cabeza a la computadora y se esfuerza, de forma descomunal por unir frases, oraciones, párrafos e ideas en una obligada coherencia. Más aún llega el momento en que nos ponemos frente a los demás a leer en voz alta aquello que nos atrevimos a escribir con el dolor subsecuente de la fecha límite; así toda critica buena y mala, constructiva o no flota en la habitación cuando uno se muere de ganas de decir: ¡puta! ¡Escribí todo esto hace unas horas, que todo valga verga! Lo principal es trabajar con aquel vomito de frases y oraciones que con nada. Es el dulce sentimiento de la producción desmedida. Heredero natural de la sociedad occidental actual, del imaginario nacional: dejar para mañana lo que puedes hacer hoy.

¿De dónde viene la creatividad? ¿De las musas? ¿De los rayos metálicos nocturnos o son los alaridos demenciales de aquellas múltiples voces? Debería venir de la jodidez. Sólo los oscuros rincones de la miseria humana son capaces de producir algo revelador sobre la condición humana. Ese llamado momento de lucidez, elude a quienes se gobiernan por el ocio. La inspiración, si es que existe, puede ser sólo en los momentos en que el alma humana se halle apretada, pequeña, cansada y herida Es pretender recurrir a los demonios que transforman la materia en arte y las palabras en armas brutales. Porque recurrir a los demonios, en los fondos inacabados de la desesperación, es un grito al vacío en busca de inmortalidad ya que somos comunes y repetibles. Los grandes pilares que sostienen a la humanidad se ven tan lejanos. Ahora sé que todo lo que necesito decir ya se ha dicho.

Que cabrones los golpes que se dan al ego de los efebos cuando llegan a la cátedra. Muchos fueron ensalzados en los hombros frágiles de estudiantes con pocas aspiraciones y maestros fundidos en su proyección. Los estudiantes tienen de dos: aceptar sus virtudes, sus limitaciones y aspirar a crecer, o ser devorados por los monstruosos del narcicismo. Mientras tanto, en la pálida sombra que proyectan los ególatras, unos pocos interesados por mejorar son disminuidos por la poca atención de sus contemporáneos. Los grandes saberes académicos vuelcan sus ojos, no a las cloacas de la sociedad, sino a los rascacielos desbordados de cultura y sentencias sobre historia y literatura. Los vivos, en las inmundas calles se complacen con trabajar para tener y tener nada.

Es sumamente difícil atreverse a escribir dudando de cada frase y cada coma, por eso nos movemos con la esperanza de enfrentarnos a la palabra hasta las últimas consecuencias y finalmente dar nacimiento a algo, a pesar de la angustia y la falta de talento. Yo les reclamo a los jóvenes poetas, ganadores de certámenes, patrocinados por programas gubernamentales, su tibieza, su falta de fondo, ese temor que tienen al abismo insoportable, esa necesidad que tienen de parpadear.

sábado, 19 de noviembre de 2016

¿Poesía? ¿Llamas a esto poesía?


Parece que justo encima de mi casa se apostó una nube, mantiene un tono grisáceo en la habitación. El aire frío se filtra. Se sienten como las seis de la tarde, pero está cerca del medio día. Los dedos se me atracan en dolorosas posiciones, se me llena el cuerpo con ganas de arrancarme las falanges de las manos, me dan ganas de cortarme los brazos para no sentir la pesadez, esas palpitaciones, esas olas de dolor que van y vienen, y golpean, y lo dejan a uno con un grito atorado en la garganta. Reviso mi teléfono constantemente, se me ha hecho costumbre, una enfermedad del nuevo milenio la llaman, nos creemos libres pero seguimos atados. Pienso que si fuera alguien más tendría millones de buenas ideas para publicar en Facebook, millones de fotos ingeniosas que subir a Instagram, pero sólo me tengo a mí y mis inservibles manos. Sus crujidos me distraen. Me muerdo el labio inferior, no logro llegar a ningún lado, mi mente es una maraña de pensamientos, muchos pecaminosos y otros tan frívolos, tan vacíos que flotan por la habitación burlándose de mí. Soy de eso que hay mucho en las esquinas, /que reclamas como tuyas a medio día. /Soy la fuerza que atrae a los objetos al centro de la tierra.
Escribo notas en iPod, está repleto de versos mal logrados. No poseo talento, eso me queda claro. Poco a poco la música inunda la casa, quiero que cada rincón se estremezca con los bajos del estéreo. Las paredes vibran, las botellas que reúno en las repisas se sacuden. Que el ruido moleste a los vecinos, me importa poco. Las frases llegan de golpe, Si supieras de qué están hechos los secretos./Quiero ser el verso que formas con tu ceniza; tuitealas antes de que las olvides. Mis seguidores se quejan de la falta de coherencia, algunos se van, tal vez se quedan contando el tiempo que falta para que se me ocurra tomar cianuro.
Imagino empedrados cubiertos de anticongelante, porque me gusta como suena, va bien con el ritmo de la batería galopante, se llena con el bajo, que también galopa, que irrumpe, que va y viene y te llena, como aquel rinoceronte que corre, que te embiste y recibes con las piernas abiertas. Son gritos que agitan, es lo que debe de hacer la música. La poesía en su defecto forma pinturas con palabras. Las palabras forman pensamientos con sonidos y los sonidos hacen vibrar al cuerpo y humedece la mente.
Prometió llamarme esta tarde, supongo que en algún momento debió encontrar algo mejor que hacer, videojuegos con los muchachos, no lo culpo, quisiera que algo me llenara tanto como a ellos los juegos. Hace mucho que no juego, encontré entretenimiento en rincones oscuros y nada más que mis audífonos. No puedo exigirle que me llame sólo porque estoy aburrida. Así como me dejas plantada en un taxi, /y puedo estar sedienta y reviso los mensajes. Si mi tedio es demasiado llamo a otros, pero nunca a él, sigo esperando que me busque por su cuenta, llevo años así y tal vez me gusta la decepción para seguir esperando. En diez años recordaré lo bonito que era esperar por alguien, porque a estas alturas ya no espero por nada (o casi); en unos días nos volveremos a olvidar y nos buscaremos con nostalgia.
Creo que puedo mejorar las formas de estas frases, hacerlas inmaculadas. Imagino que se crean esas formas, pero las palabras no se mueven, no cambian. Me hace falta maestría. Mejor leer, mejor dibujar, porque escribir se me escurre entre sueños ¿llamas a esto poesía? Deberían quitarte el aire del pecho por decir tal cosa, si tú no lo entiendes como esperas que alguien más lo haga. En el techo y al final de su espada /una hebra de marfil clavada; que burdo, que infantil, los niños describen elefantes con más belleza, dibujan líneas perfectas e ingenuas. Que faltas de luces tienes en los ojos. Ves tan poco. Esa es la primera parte del juego, /no hay nada que temer por ello/cuando los llantos se convierten en poemas largos /y las ideas cortas llenan los espacios. Patti Smith ponía hombres de rodillas con un verso. Tal vez ya no haya de esas almas, ya no están tan torturadas.
Mi conciencia no me deja en paz, una voz maliciosa me recuerda mis tropiezos a las dos de la mañana esperando hacerme llorar, a veces lo logra. Pasado mañana me escondía bajo las cobijas con los ojos hinchados y balbuceando, pidiendo perdón a un ser desconocido, ansiando un abrazo, el confort maternal, deseando que el mundo se acabe en la mañana, para no sentir esa explosión en el pecho y dolor en las rodillas. Que infantil. La vida me ha ganado. Más de veinte años llevo desperdiciándola, no he logrado nada.
Me llegan sonidos desde el teléfono. Te reconozco a través del cristal, /de algo me sirve el alcohol. Que triste, no me queda más que perder la esperanza. La mejor parte es que las canciones no se acaban, todas traen consigo un melancólico sabor, debe ser el frío, el café. Debe ser el hambre. Puede que tome la calle esta tarde, para disfrutar del clima, del espacio entre los hombres, los arrumacos en los camiones, una botella, el fondo de un vaso, Sé que no te pienso cuando en la calle /veo colores, guiños, formas, /y figuras, suspiros y sonrisas. /Cuando la gente pasa y sé que no hay arte en eso.
Llamará, para decir que no, que esta tarde no, que espere un par de días más. Hallarás en que pasar tu tiempo –no me deja en paz aquella voz–, tienes tanto que escribir, tanto que leer, no hay ociosidad en tu ser, no realmente. Tal vez cuando te despiertes el próximo año, encuentres unas tantas razones a la existencia y te levantes, y vayas al trabajo, y aprendas algo. Mientras tanto seguirás llenando el espacio con frases torpes y esperanzas rotas.