sábado, 19 de noviembre de 2016

¿Poesía? ¿Llamas a esto poesía?


Parece que justo encima de mi casa se apostó una nube, mantiene un tono grisáceo en la habitación. El aire frío se filtra. Se sienten como las seis de la tarde, pero está cerca del medio día. Los dedos se me atracan en dolorosas posiciones, se me llena el cuerpo con ganas de arrancarme las falanges de las manos, me dan ganas de cortarme los brazos para no sentir la pesadez, esas palpitaciones, esas olas de dolor que van y vienen, y golpean, y lo dejan a uno con un grito atorado en la garganta. Reviso mi teléfono constantemente, se me ha hecho costumbre, una enfermedad del nuevo milenio la llaman, nos creemos libres pero seguimos atados. Pienso que si fuera alguien más tendría millones de buenas ideas para publicar en Facebook, millones de fotos ingeniosas que subir a Instagram, pero sólo me tengo a mí y mis inservibles manos. Sus crujidos me distraen. Me muerdo el labio inferior, no logro llegar a ningún lado, mi mente es una maraña de pensamientos, muchos pecaminosos y otros tan frívolos, tan vacíos que flotan por la habitación burlándose de mí. Soy de eso que hay mucho en las esquinas, /que reclamas como tuyas a medio día. /Soy la fuerza que atrae a los objetos al centro de la tierra.
Escribo notas en iPod, está repleto de versos mal logrados. No poseo talento, eso me queda claro. Poco a poco la música inunda la casa, quiero que cada rincón se estremezca con los bajos del estéreo. Las paredes vibran, las botellas que reúno en las repisas se sacuden. Que el ruido moleste a los vecinos, me importa poco. Las frases llegan de golpe, Si supieras de qué están hechos los secretos./Quiero ser el verso que formas con tu ceniza; tuitealas antes de que las olvides. Mis seguidores se quejan de la falta de coherencia, algunos se van, tal vez se quedan contando el tiempo que falta para que se me ocurra tomar cianuro.
Imagino empedrados cubiertos de anticongelante, porque me gusta como suena, va bien con el ritmo de la batería galopante, se llena con el bajo, que también galopa, que irrumpe, que va y viene y te llena, como aquel rinoceronte que corre, que te embiste y recibes con las piernas abiertas. Son gritos que agitan, es lo que debe de hacer la música. La poesía en su defecto forma pinturas con palabras. Las palabras forman pensamientos con sonidos y los sonidos hacen vibrar al cuerpo y humedece la mente.
Prometió llamarme esta tarde, supongo que en algún momento debió encontrar algo mejor que hacer, videojuegos con los muchachos, no lo culpo, quisiera que algo me llenara tanto como a ellos los juegos. Hace mucho que no juego, encontré entretenimiento en rincones oscuros y nada más que mis audífonos. No puedo exigirle que me llame sólo porque estoy aburrida. Así como me dejas plantada en un taxi, /y puedo estar sedienta y reviso los mensajes. Si mi tedio es demasiado llamo a otros, pero nunca a él, sigo esperando que me busque por su cuenta, llevo años así y tal vez me gusta la decepción para seguir esperando. En diez años recordaré lo bonito que era esperar por alguien, porque a estas alturas ya no espero por nada (o casi); en unos días nos volveremos a olvidar y nos buscaremos con nostalgia.
Creo que puedo mejorar las formas de estas frases, hacerlas inmaculadas. Imagino que se crean esas formas, pero las palabras no se mueven, no cambian. Me hace falta maestría. Mejor leer, mejor dibujar, porque escribir se me escurre entre sueños ¿llamas a esto poesía? Deberían quitarte el aire del pecho por decir tal cosa, si tú no lo entiendes como esperas que alguien más lo haga. En el techo y al final de su espada /una hebra de marfil clavada; que burdo, que infantil, los niños describen elefantes con más belleza, dibujan líneas perfectas e ingenuas. Que faltas de luces tienes en los ojos. Ves tan poco. Esa es la primera parte del juego, /no hay nada que temer por ello/cuando los llantos se convierten en poemas largos /y las ideas cortas llenan los espacios. Patti Smith ponía hombres de rodillas con un verso. Tal vez ya no haya de esas almas, ya no están tan torturadas.
Mi conciencia no me deja en paz, una voz maliciosa me recuerda mis tropiezos a las dos de la mañana esperando hacerme llorar, a veces lo logra. Pasado mañana me escondía bajo las cobijas con los ojos hinchados y balbuceando, pidiendo perdón a un ser desconocido, ansiando un abrazo, el confort maternal, deseando que el mundo se acabe en la mañana, para no sentir esa explosión en el pecho y dolor en las rodillas. Que infantil. La vida me ha ganado. Más de veinte años llevo desperdiciándola, no he logrado nada.
Me llegan sonidos desde el teléfono. Te reconozco a través del cristal, /de algo me sirve el alcohol. Que triste, no me queda más que perder la esperanza. La mejor parte es que las canciones no se acaban, todas traen consigo un melancólico sabor, debe ser el frío, el café. Debe ser el hambre. Puede que tome la calle esta tarde, para disfrutar del clima, del espacio entre los hombres, los arrumacos en los camiones, una botella, el fondo de un vaso, Sé que no te pienso cuando en la calle /veo colores, guiños, formas, /y figuras, suspiros y sonrisas. /Cuando la gente pasa y sé que no hay arte en eso.
Llamará, para decir que no, que esta tarde no, que espere un par de días más. Hallarás en que pasar tu tiempo –no me deja en paz aquella voz–, tienes tanto que escribir, tanto que leer, no hay ociosidad en tu ser, no realmente. Tal vez cuando te despiertes el próximo año, encuentres unas tantas razones a la existencia y te levantes, y vayas al trabajo, y aprendas algo. Mientras tanto seguirás llenando el espacio con frases torpes y esperanzas rotas.

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