domingo, 19 de octubre de 2014

La danza de las hadas

Neil Gaiman


Si volviera a ser joven otra vez, cuando sueños
y muerte me parecían tan lejanos,
No dividiría mi alma en dos, ni dejaría
una mitad en el mundo de los hombres,
para que mi otra mitad se quedara en casa,
buscando en vano el País de las Hadas,
ni caminaría mi alma por
angostos caminos y tortuosos senderos,
donde podría encontrarme con una joven hada que
me sonreiría y me saludaría con tres besos,
y cogería águilas salvajes en pleno vuelo y
me clavaría a un árbol herido por el rayo
Y si mi corazón quisiera apartarse de ella o
escapar, huir de ella,
lo envolvería en un enjambre de estrellas y después
 se lo llevaría con ella
Y un día, cuando se cansara de él, se aburriera
y terminara con él,
Lo dejaría junto a un arroyo en llamas, y unos
niños se lo llevarían corriendo.
Se divertirían jugando con él y
lo estirarían hasta hacerlo largo y cruel y delgado,
lo cortarían en cuatro pedazos y después
lo usarían para encordar un violín.
Y pulsarían mi corazón día y noche
tocando una canción
tan lacrimosa, desgarrada y extraña que
todo aquel que la escuchara se pondría a bailar
y a cantar y a dar vueltas y se caería y zapatearía y
seguiría saltando y resbalaría y volvería a bailar
y al final, con ojos brillantes como ascuas, se
desharía en ruedas de oro...

Pero no soy joven ya; sesenta
años hace que se llevaron mi corazón
para tocar su terrible música más allá
del valle del sol.
Miro con sincera envidia a todo aquel que posee
una única alma y no osa exponerse
al viento que sopla más allá de la luna,
a todo aquel que no oye la danza de las hadas.
Si no oyes la danza de las hadas, no
se detendrán para robarte el aliento.
De joven fui un inconsciente. Envolvedme pues
en sueños y muerte.



[1]El poema en su versión original:
If I were young as once I was, and dreams / and death more distant then, / I wouldn't split my soul in two, and keep / half in the world of men, / So half of me would stay at home, and / strive for Faerie in vain, / While all the while my soul would stroll up / narrow path, down crooked lane, / And there would meet a fairy lass and / smile and bow with kisses three, / She'd pluck wild eagles from the air and / nail me to a lightning tree / And if my heart would run from her or / flee from her, be gone from her, / She'd wrap it in a nest of stars and then / she'd take it on with her / Until one day she'd tire of it, all bored / with it and done with it / She'd leave it by a burning brook, and off / brown boys would run with it. / They'd take it and have fun with it and / stretch it long and cruel and thin, / They'd slice it into four and then they'd / string with it a violin. / And every day and every night they'd play upon my heart a song / So plaintive and so wild and strange that / all who heard it danced along / And sang and whirled and sank and trod and / skipped and slipped and reeled and rolled / Until, with eyes as bright as coals, they'd / crumble into wheels of gold... // But I am young no longer now; for sixty / years my heart's been gone / To play its dreadful music there, beyond / the valley of the sun. / I watch with envious eyes and mind, the / single-souled, who dare not feel / The wind that blows beyond the moon, / who do not hear the Fairy Reel. /  If you don't hear the Fairy Reel, they will / not pause to steal your breath. / When I was young I was a fool. So wrap / me up in dreams and death.

viernes, 3 de octubre de 2014

Apuntes para la aproximación al entendimiento de la obra kunderiana

*Trabajo académico presentado para la clase Literatura europea contemporánea, del séptimo semestre de la Licenciatura en Letras, en la Universidad Autónoma de Zacatecas.


¿Cómo vivir en un mundo en el que uno no está de acuerdo? ¿Cómo vivir con la gente si uno no considera suyas ni sus penas ni sus alegrías? Si sabe que no es parte de ellos...
-Milan Kundera, La inmortalidad
I.                   Lo que se repite
Estamos en el momento de la desilusión, en la decadencia de la información que nos sobrepasa y muta las acciones; llama la atención porque los efectos de los eventos sociales crean repetición y resuenan en la mayor parte de los individuos, desde el siglo pasado los asuntos locales tienen repercusiones globales. La caída de regímenes, de imperios, el renombramiento de estados puede no estar más alejado de nuestra realidad enteramente localista, donde el radio de funcionamiento no excede más que unos cuantos kilómetros, así lo sienten quienes no participan en el intercambio directo. Ese resueno despertó la idea de la globalidad en el mundo, sin embargo se convierte en un sonido permanente que introduce a los sucesos mundiales en la vida, provocando una sordera del exterior.
La primera guerra, es nombrada así  y es nombrada mundial por ser el precedente más importante en convertir los choques europeos en una cuestión completamente global que terminó por reestablecer lo que se conoce como patria, nación y volver a armar identidades y rescatar a lenguas casi olvidadas.
En 1993 Checoslovaquia se divide en la Republica Checa y Eslovaquia, nuevamente al final del siglo XX se violenta la concepción de la nación, y es que: “La historia convulsionada y golpeada del pueblo checo, que en cuanto a nación ha rozado la muerte varias veces, nos ha precavido de la ilusión de nuestra esencia eterna. Porque la existencia de la nación checa jamás ha sido una evidencia indubitable; su no evidencia constituye una de sus características más destacadas…”[1] este país ya anteriormente se había separado del imperio austrohúngaro, para sufrir después ocupación alemana y eventualmente una invasión rusa, cuyo régimen comunista propuso la intención de crear una conciencia cultural checoslovaca para después verse fragmentada dando paso a la conciencia puramente checaEn la conferencia Conciencia y Existencia Nacional, Milan Kundera expone la vicisitudes de la cultura para formarse a partir de los golpes que sufrió el territorio y el conflicto del pueblo para encontrarse a sí mismo:
“Nunca nada les fue dado a los checos en forma natural, ni su lengua, ni su carácter europeo. Y el pertenecer a Europa los ha colocado sin cesar ante el siguiente dilema: o dejar que su lengua se degrade hasta convertirse en simple dialecto y su cultura en folklore, o bien convertirse en una nación europea por derecho propio, con todo lo que esto implica.[2]

Fue el estado el que intentó promover una nueva conciencia nacional dentro de la negación de la cultura occidental alzando el pasado y la tradición anterior a la resonancia de la globalidad, “y como el mundo está colmado de cosas que no entiende, lo crea a su imagen, devastándolo”[3].
La idea de europea que se crea nuevamente después de los periodos bélicos, no en todos los casos terminó por aprehender el sentido puramente nacional que movilizara los nuevos territorios “…para las grandes naciones europeas resulta natural insertarse en el contexto europeo. Pero en la historia checa están alternados los períodos de despertar con los períodos de sueño; nuestro pueblo se saltó algunas etapas del desarrollo del espíritu europeo y en cada uno de sus despertares tuvo que reaprender y recrear su inserción en Europa.”[4]
De las rupturas y nuevas conciencias nacionales se crea la necesidad de redefinirse. Todo el siglo anterior expulsó al hombre de la comodidad y el sentido positivo de la vida para exponerlo a la ausencia de un entendimiento sobre la propia existencia. Con la caída de los mitos y las épicas, la colectividad de la identidad humana se trastorna, se busca dentro de sí mismo, es cuando los pensamientos se vuelven el eje central de las historias, el conflicto ahora es interno.
Milan Kundera, nacido en Brno (1929) en la desaparecida Checoslovaquia, poco después de la invasión rusa en 1968 pierde su trabajo[5], se convierte en foco de atención por sus escritos, finalmente se vería en la situación de decir, en un mal momento, algo que no debió decirse. Aunque en 1948 se aleja del sueño comunista sería expulsado definitivamente del partido en 1970 exiliándolo eventualmente de su tierra; refugiándose en Francia expresa el anhelo de identidad nacional en su obra.
Sus novelas le fueron negadas al pueblo checoslovaco, y la expresión de ese, llamémoslo, “contra-comunismo” se filtra en su obra, como un mero ejemplo de la existencia del individuo apresado por la cultura social y política, a lo cual dice: “No hay nada más opuesto al espíritu de la novela, profundamente ligado al descubrimiento de la relatividad del mundo, que la mentalidad totalitaria, dedicada a la implantación de una verdad única”[6]. Si bien la historia de su nación permea en sus obras, la recepción de éstas no se encuentra enviciado por ella. Sin embargo es en cierto punto de la lectura que se arroja la pregunta: “Para comprender sus novelas, ¿es importante conocer la historia de Checoslovaquia? No. Todo lo que hay que saber lo dice la propia novela.”[7]; Kundera convirtió sus ficciones en tratamientos y vehículos para la expresión del yo. El género literario: “…conoce el inconsciente antes que Freud, la lucha de clases antes que Marx, practica la fenomenología (la búsqueda de la esencia de las situaciones humanas) antes que los fenomenólogos”[8] Estas ideas durante el siglo pasado violentaron el pensamiento humano hasta encontrar su nueva expresión como una constante búsqueda y explicación de la existencia.
Las novelas de Kundera son propuestas dentro la literatura checa, algunas escritas en francés de forma que el objeto mismo trata de hallarse una identidad, dividido entre la narrativa, el ensayo y la introspección. En 1967 se publica La Broma, primera obra del autor, la cual establece el sentido irónico que confronta el régimen totalitario que permeaba las tierras checoslovacas. El conflicto de decir lo inadecuado en el momento equivocado es el principal motor que induce al protagonista a plantearse el concepto de destino. Es éste el ejemplo que propone como una serie de tropiezos  que no se relacionan con el destino sino con las decisiones y el hecho de que las palabras solamente se enuncian de manera individual. En esta novela se expresan muchas de las inquietudes de la conferencia anteriormente citada, plagada con la ironía de la misma broma en algunas situaciones absurdas.

II.                Lo que se escapa
Estos apuntes nacen primeramente de la experiencia lectora, no se dividen entre el trabajo metódico de investigación y la reseña biográfica, se nutren de la obra misma y la materia prima son las propias palabras, tal experiencia se completa en la intención del autor expresada en ensayos y conferencias, en el entendimiento que solamente él puede tener.
La fuerza semántica es diferente en directo con el texto, y sin embargo el temido proceso de traducción del checo al español puede que deje fuera la intención del autor, el cual parece cargar cada palabra de un significado diferente en el corpus de sus novelas. Los términos adquieren fuerza y se definen a partir de su esencia, el alma de la lectura se encuentra en el léxico como: cuerpo y alma, fidelidad y traición, ternura o debilidad; se adentra tanto en el concepto abstracto como en el práctico, así los personajes se construyen por sus definiciones más básicas que impulsan las acciones, los pensamientos, los recuerdos y consumaciones de las actitudes que pueda tomar.
En El Arte de la Novela Milan Kundera entiende a sus propios personajes como la constante definición semántica, a lo que dice: “me di cuenta de que el código de tal o cual personaje se compone de algunas palabras‑clave. Para Teresa: el cuerpo, el alma, el vértigo, la debilidad, el idilio, el Paraíso. Para Tomás: la levedad, el peso”[9] Ese es el primer paso de la existencia “Cada una de estas palabras tiene un significado diferente en el código existencial del otro”[10] Porque la vida de sus personajes no existe en las acciones, en su pasado o su familia y tal vida no existe de manera tangible, sólo se experimenta en la interacción con el texto y el conflicto que genera con el otro, el mundo y el diferente código semántico al que se enfrentan.
Kundera comprende la función de su materia prima y lo explota para su propósito que sería: “Todas las novelas de todos los tiempos se orientan hacia el enigma del yo. En cuanto se crea un ser imaginario, un personaje, se enfrenta uno automáticamente a la pregunta siguiente: ¿qué es el yo? ¿Mediante qué puede aprehenderse el yo? Esta es una de las cuestiones fundamentales en las que se basa la novela en sí”[11] Las dicotomías realzan el significado porque su propuesta es plantear una pregunta; “¿Dónde comienza y dónde termina el yo?”[12] Así se traspasan las situaciones siempre divididas para alcanzar la constante redefinición, no sólo del yo, sino igual del alma o demás conceptos; y sólo podemos entender el alma si comprendemos la materialidad del cuerpo, primer sentido por oposición.
Tal cuerpo es continuamente femenino, en ese caso es la mujer quien está atada a su organismo, es quien busca su alma dentro de la jaula, aquella naturaleza y forma que se repiten, crea la pregunta de a quién pertenecen los rasgos, que tal vez no se llegan a conocer del todo. El ejemplo proviene de La insoportable levedad del ser, la obra más famosa de Kundera en la que la clave para entender a Teresa es su cuerpo (como ya se dijo): “Cuando vivía [Teresa] en casa de su madre no la dejaban cerrar con llave la puerta del cuarto de baño. De ese modo, la madre quería decirle: «Tu cuerpo es como los demás cuerpos; no tienes derecho alguno a la vergüenza; no tienes motivo alguno para ocultar algo que se repite en decenas de millones de ejemplares».”[13] Aquí aparece el concepto de vergüenza por la visión del cuerpo femenino, que busca su sustancia alejada de aquella repetición.
El organismo se desdobla en los procesos digestivos, éstos se plantean constantemente como algo oculto pero es presente permanentemente y sin embargo nos sorprende encontrarnos de frente a ellos; nuevamente la vergüenza. Este ocultamiento provoca apetito por poseer dicho cuerpo, por ejemplo: “…desde el retrete se oía el ruido de la cisterna  y a mí me atacó un deseo furioso de hacerle el amor. Mas exactamente: el deseo furioso de violarla […] quise abarcarla con su mierda y su alma imperecedera”[14] Este fragmento se extrae de la anécdota propia (como el deseo) que el autor ajusta en la novela ya que la presencia del autor no se pierde entre la narración y la ficción.
Lo sublime de lo ideal, aquello que está fuera de la tierra, y lo mundano de la mierda, algo puramente humano y carnal es la dicotomía que se desprende del tratamiento anterior en cuanto a los procesos digestivos, la cual propone un nuevo panorama de significación, impregnado del sentido irónico a una obra como La Broma; en ésta el suicidio, como intento de controlar la propia muerte se ve comprometido por lo terrenal de la digestión; en la parte final de la obra, Helena por el rechazo de Ludvick decide quitarse la vida:
“…quiso huir, pero no pudo: había abandonado la letrina en medio de la confusión, sin que le diera tempo de arreglarse, de manera que las bragas […] se le habían quedado enrolladas a la altura de las rodillas y le impedían andar […] sus piernas atadas daban pasos lentos y breves […] estaba luchando contra sus propias vísceras enloquecidas; por fin llego hasta el retrete, cogió la puerta (que se había quedado abierta de par en par) y la cerró tras de sí.[15]

La risa es propiamente un proceso de las entrañas, la contracción del estómago, un instinto incontrolable que toma control del cuerpo completamente. En lo risible lo absurdo de las cosas es un instante detenido en el sonido más elemental que produce el hombre, Una risa ridícula es el desastre[16] como quien consume un frasco de aspirinas para suicidarse pero resultan ser laxantes.
Se puede recordad la felicidad por la falta de ésta y sin embargo la risa siempre produce risa; tratar de comprenderlo y asirlo es un ejercicio cerebral truncado, del pensamiento, del recuerdo ya que la razón no tiene control sobre las entrañas, como la vergüenza no puede controlar la digestión y la represión no puede controlar la risa.

III.             Lo que se aprehende
El punto focal del proceso de compresión y como primer acercamiento a la obra se halla en la enunciación, lo que se dice, lo que se ignora y lo que se omite. Se necesita del mundo para darse cuenta del valor propio de los conceptos que atan a los individuos. En la actividad lectora se vuelve fundamental ser capaz de llevar el juego del autor que no aleja ni censura la carga semántica que le expresa a las palabras en definitiva, según su propia concepción.
Los personajes se construyen y se nombran por el concepto que representan, sus movimientos e introspecciones se controlan plenamente para dar a entenderlo. Entre ello se encuentra el hombre que se aísla constantemente, pues el individuo se niega en la interacción con los otros, es la ideología que apresa la existencia del yo.
El desprecio por el otro debido a la incertidumbre de su identidad, conlleva a la siempre existente necesidad del retorno a la familiaridad, la captura de la memoria y el llamado de la nostalgia; porque se halla parte de la esencia en la experiencia; el mayor rasgo de esta preocupación se encuentra en Tamina, ya que El Libro de la risa y el olvido es para ella, pues la magia que carecían los eventos cuando los vivía se busca permanentemente en sus recuerdos, la experiencia de olvidar en Tamina es diferente, pero se prolonga en los personajes de Kundera; es básico porque siempre se puede descubrir a lo que se les relaciona y a lo que se aferran. La intención es clara e inconfundible:
De la misma forma que Jaromil, protagonista de la novela [La vida está en otra parte], "prolongación" de Victor Hugo y de Rimbaud, es la culminación grotesca de la poesía europea. Jaroslav, de La broma, prolonga la historia milenaria del arte popular en la época en que éste está a punto de desaparecer. El doctor Havel, en El libro de los amores ridículos es un don Juan en el momento en que el donjuanismo ya no es posible. Franz, en La insoportable levedad del ser es el último eco melancólico de la Gran Marcha de la izquierda europea. Y Teresa, en su pueblo perdido de Bohemia, no sólo se aparta de toda la vida pública de su país, sino "de la carretera por la que la humanidad, "ama y propietaria de la naturaleza", marcha hacia adelante.”[17]

Se habla de miseria moral en las constantes representaciones de la existencia, dentro de los personajes kunderianos, y es la debilidad la categoría que le generaliza, con cierto dejo de ridiculización y aquella fuerza semántica que violenta nuestras expectativas del ejercicio narrativo; exponiendo nuestras propias experiencias, nuestra carga existencial en las palabras que leemos, que escogemos utilizar y el momento en que se utilizan. Es esa misma violencia la que te obliga alejarte de la lectura en cierto punto, ya que se vuelve pesado, cuya densidad está fundada en la semántica que trasfieren las narraciones en la obra kunderiana. Como se dice: “Kundera es nuestro cronista de la bajeza”.






[1] KUNDERA Milan, Cultura y Existencia Nacional, Versión en Línea, Extraído de www.educ.ar, p. 1
[2] Ibíd., p. 3
[3] Ibíd., p. 5
[4] Ibíd., p. 3
[5] Cfr., KUNDERA Milan, El libro de la risa y el olvido, Tusquets Editores, México, 2013.
[6] KUNDERA Milan, La vida está en otra parte, Editorial Seix Barral, Prólogo de Carlos Fuentes, México, 1987,  p. XVI
[7] KUNDERA Milan, El Arte de la Novela, Versión en Línea,  p. 13
[8] Ibíd., p. 11
[9] Ibíd., p. 10
[10] Ibídem.,
[11] Ibíd., p. 8
[12] Ibíd., p. 10
[13] KUNDERA MIlan, La insoportable levedad del ser, Tusquets Editores, México, 2008 p. 47
[14] KUNDERA Milan, El Libro de la Risa y el Olvido, Tusquets Editores, México, 2013, p. 103
[15] KUNDERA Milan, La Broma, Tusquets Editores, México, 2009, p. 308
[16] KUNDERA Milan, Óp. Cit., p. 86
[17] KUNDERA Milan, Óp. Cit., p. 13


El Asco

Llegará a ser demasiado tarde, el tiempo se mueve rápido entrada la madrugada. Se detiene un momento para darle un trago a la ginebra, el trago que queda de la botella recién arrojada al basurero, siente como baja y quema su garganta, calienta el cuerpo que se arrastró buscando algo que morder. Con las magulladas manos sujeta fuertemente el revolver buscando estabilidad. La sangre se mueve con rapidez estando justo frente a la puerta, temiendo entrar. La olerá, el miedo en su sudor, debe darse prisa o marcharse.
La pesada puerta de metal está delante del perro, el peor de todos, ese estúpido y maloliente animal, imagina su sucio hocico escupiendo ecos guturales, ahuyentando su valor. Malditas criaturas, todos son iguales tras esa puerta, transpiran la mierda y la orina que cargan por semanas, sólo tocados por la lluvia, escurriendo la podredumbre; los animales y las mujeres aquí no tienen diferencia, son iguales, viven por el odio, atados al mismo infeliz, podría coger con cualquiera sin notar la diferencia. Que muera primero el perro, liberarlo de su desgraciada existencia.
Empuja la puerta, no logra ver al animal pero escucha los gruñidos y su despiadada respiración ahogada por la cadena. Lo mira fijamente, lo recuerda devorando la carne de los fetos que le arrojaba, sin titubear suelta el primer disparo. La sangre le salpica la cara, un hedor más, como el putrefacto olor a él. Ella impregnada está de su cuerpo, sus fluidos, la imagen de su deforme y diminuto pene. Perseguida por el recuerdo del vello púbico, de sus bolas, su pito desde la primera vez que la puso de rodillas y la obligó a chupar. Su mente vacila, con la repulsión y su estómago en la garganta, un espasmo de sus entrañas saca su asco; retorciéndose y vomitando sobre el perro destrozado, sobre sí misma, embarrando la ropa, mezclándose con la mierda, la orina y la sangre.
Desde la entrada hay un enorme patio de tierra, a cada paso más largo. Esa puta casa del fondo, un pequeño espacio donde guarda las mujeres para cogérselas. Al final la quemará, la gasolina apartará el olor, el fuego lo terminara, así tenga que echárselo en la piel. Antes había una puerta en la entrada, fue arrancada cuando las mujeres intentaron atrancarla; así él puede salir y cagar mientras las domina.
Y ahí está, por fin lo ve, tirado en el piso con varias de ellas, entre sus piernas, sobre su semen fresco y la orina seca, intoxicado sin haber escuchado el primer disparo siquiera. Quiere verlo a los ojos y quiere verlo morir. Dispara a la pared, despiertan de un sobre salto, las mujeres gritan, él la mira, no ve que le apunta con ambas manos, en la oscuridad apenas la reconoce. Ahogado en su saliva y flemas le escucha decir: «¿Ahora qué quieres puta?». No cierra los ojos, no tiembla, dispara.