jueves, 23 de marzo de 2017

Escribí mi primera autobiografía con comic sans: sobre la creatividad y la presión


Yo no creo en el llamado de la página en blanco. Creo fervientemente en la fecha límite como ese ente revelador que exprime cada palabra con violencia. Una desesperación y frustración que ata la cabeza a la computadora y se esfuerza, de forma descomunal por unir frases, oraciones, párrafos e ideas en una obligada coherencia. Más aún llega el momento en que nos ponemos frente a los demás a leer en voz alta aquello que nos atrevimos a escribir con el dolor subsecuente de la fecha límite; así toda critica buena y mala, constructiva o no flota en la habitación cuando uno se muere de ganas de decir: ¡puta! ¡Escribí todo esto hace unas horas, que todo valga verga! Lo principal es trabajar con aquel vomito de frases y oraciones que con nada. Es el dulce sentimiento de la producción desmedida. Heredero natural de la sociedad occidental actual, del imaginario nacional: dejar para mañana lo que puedes hacer hoy.

¿De dónde viene la creatividad? ¿De las musas? ¿De los rayos metálicos nocturnos o son los alaridos demenciales de aquellas múltiples voces? Debería venir de la jodidez. Sólo los oscuros rincones de la miseria humana son capaces de producir algo revelador sobre la condición humana. Ese llamado momento de lucidez, elude a quienes se gobiernan por el ocio. La inspiración, si es que existe, puede ser sólo en los momentos en que el alma humana se halle apretada, pequeña, cansada y herida Es pretender recurrir a los demonios que transforman la materia en arte y las palabras en armas brutales. Porque recurrir a los demonios, en los fondos inacabados de la desesperación, es un grito al vacío en busca de inmortalidad ya que somos comunes y repetibles. Los grandes pilares que sostienen a la humanidad se ven tan lejanos. Ahora sé que todo lo que necesito decir ya se ha dicho.

Que cabrones los golpes que se dan al ego de los efebos cuando llegan a la cátedra. Muchos fueron ensalzados en los hombros frágiles de estudiantes con pocas aspiraciones y maestros fundidos en su proyección. Los estudiantes tienen de dos: aceptar sus virtudes, sus limitaciones y aspirar a crecer, o ser devorados por los monstruosos del narcicismo. Mientras tanto, en la pálida sombra que proyectan los ególatras, unos pocos interesados por mejorar son disminuidos por la poca atención de sus contemporáneos. Los grandes saberes académicos vuelcan sus ojos, no a las cloacas de la sociedad, sino a los rascacielos desbordados de cultura y sentencias sobre historia y literatura. Los vivos, en las inmundas calles se complacen con trabajar para tener y tener nada.

Es sumamente difícil atreverse a escribir dudando de cada frase y cada coma, por eso nos movemos con la esperanza de enfrentarnos a la palabra hasta las últimas consecuencias y finalmente dar nacimiento a algo, a pesar de la angustia y la falta de talento. Yo les reclamo a los jóvenes poetas, ganadores de certámenes, patrocinados por programas gubernamentales, su tibieza, su falta de fondo, ese temor que tienen al abismo insoportable, esa necesidad que tienen de parpadear.

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