domingo, 6 de enero de 2019

El mito absoluto de seguir aquí

¿Por qué no puede ser ésta una imagen?


5 de enero del 2019, sábado. No estoy esperando a los reyes magos, sino a él que dijo que llamaría. Mientras me convenzo de que no llamará pongo un disco y leo un libro. El disco: Bloom de Beach House. No me lo esperaba, suena brillante, dulce y claro; es una experiencia preciosa escucharlo help me to name it[1], cada que lo escuche recordaré este momento, encontré una canción para todo el 2018. No he cenado pero sigo esperando.
El libro: Los Desesperados de Joselo Rangel. Tampoco lo esperaba. No soy fan de su música pero he disfrutado su literatura. Es una historia de amor, rock y el fin del mundo, como debe de ser. Lo acompaña una playlist pero sigo con un solo disco. Me he reído mucho con este libro; tiene razón, tu instrumento te define ¿en verdad? Todos los bajistas son raros, conozco varios, otros no. Creo que los bajistas son cool en general, llaman la atención porque no sobresalen, pero una vez que escuchas el bajo no puedes dejar de escucharlo. Yo entendía que uno escoge la guitarra como acto de ir a la tienda a comprarla, pero es el bajo el que te escoge a ti.
No publiqué una breve reflexión musical en Facebook, pero lancé una pregunta al aire ¿No se cansan de los tributos? Hubo quien respondió sin responder, unos cuantos me gusta, pero así, como abierta es la pregunta dos respondieron: no. No me molesta que la gente toque sus canciones favoritas y cobre por ello, si es en verdad el caso, pero en general me preocupa que lo que el público quiera escuchar es lo mismo de siempre. Aparecen bandas como Greta Von Fleet, que suena vieja, literalmente, una copia más de Led Zeppelin. Ahí están los discos, no tienen que ir a un tributo, a un bar a escuchar una banda de covers. La experiencia de quedarse quieto un rato y escuchar un disco, verdaderamente escucharlo es mucho mejor. Pero la gente paga por spotify, pone una lista en youtube y se creen escuchas de una banda, ya no se tiene el esfuerzo de levantarse a cambiar el lado del disco. Me di cuenta: la música no debe ser infinita, parte de su esencia es comienza y termina, hay un silencio ahí, dónde uno puede detenerse a escuchar de verdad.
Ayer viernes, mientras esperábamos por el grupo de covers de mi hermano, en la pantalla se veían videos de Los Enanitos Verdes viejitos tocando las canciones que todos conocen, unos tales Matute tocando covers ochenteros mientras se visten como reggetoneros, Los Hombres G tocando canciones de chavitos viéndose como los papás rabo verde de alguna compañerita de primaria. Pueden parecer duras mis sentencias, pero mi incomodidad fue esa ¿es lo que la gente viene a escuchar? Me reclamaron en Facebook porque yo misma tocaba covers. No, ya no me hacia feliz. Creía que mi banda merecia más, exigirse más; pero tocamos mucho muy rápido, no dejó espacio para sopesar qué estábamos haciendo y qué queríamos. Me frustré. No me gustaba esa actitud paternalista de todos a nuestro alrededor consintiéndonos más de lo justo. Cuando estoy triste veo el documental de las Ultrasónicas Todos están muriendo aquí ¿es que he idealizado el fracaso? Tal vez fracaso es una palabra fuerte. Todo fue más complejo para otras mujeres en la música, les tomó mucho ser tomadas en serio ¿y quién dice que a nosotras nos tomaban en serio? Parecía más bien una cosa rara que todos querían mirar y presumir, como una tierna mascota a la que todos quieren acariciar. Más frustración. Tres de la mañana. Ya vete a dormir.



[1] Myth, BEACH HOUSE, Sub Pop, 2012.

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