domingo, 21 de octubre de 2012

REMINISCENCIAS


Realmente no sé hablar de tristeza. No podría decir que la conozco bien, o entiendo su significado. Claro que la he saboreado, tal vez en algún momento llegue a hundirme en ella; pero creo que nunca la entendí completamente. Puedo recordar días en que parecía que el sol nunca salía, y las ideas se perdían; se alargaban las horas, había heridas que parecían no cerrar. A veces el dolor se retorcía, aquellos suspiros que costaban tanto dejarlos ir. No creo entender mis propios recuerdos, no sé como funcionan o cómo funciona mi propia mente. Tal vez debemos tratar de olvidar aquel dolor, aquella oscuridad, para dejar ir, no volver a aferrarse. No es mucho pedir un poco de felicidad, en sí no es algo que merezcamos. Pero el deshacernos del dolor no implica felicidad.
A mis recuerdos ya no puedo llamarlos tristes, ya no causan tristeza. Y ya no quedan recuerdos felices. Los recuerdos que causan sonrisas no son necesariamente buenos, y aquellos que nacieron de la tristeza y soledad tampoco son necesariamente malos. Es complicado tratar de recordar para alguien como yo, difícilmente puedo decir que hice ayer, ya no sé como me sentí o como se supone que debí sentirme. A veces pierdo el sentido del tiempo, de donde estoy o donde estuve, y mucho menos cuando. He llegado a confundir el mañana con el ayer, el hoy con el mañana, o el día con el año en que sucedió.
Me llegan varias imágenes de lo que fue. Recuerdo la calle oscura y solitaria, apenas y había luz, el frio me calaba por encima de mi chamarra. Incomoda, caminaba junto a él tratando de mantener la distancia. Durante el día trato de tomar mi mano, yo siempre la aparte. Era extraño tomar su mano, no se sentía natural, no para mí. Él trataba de sacarme conversación, pero las palabras no me salían. ¿Cómo decir que no quería estar ahí? Así no debieron ser las cosas, ni siquiera podía voltear a verlo. No debió pasar así. No debí estar ahí, no debí actuar así. Y sé que fue culpa mía, entiendo lo egoísta que fui. Lo deje ahí parado en la oscuridad y cuando lo volví a ver ya no tenia alegría ni posesiones. Que queda cuando te destrozan. Él me miró a los ojos y me dijo lo que sentía y yo sólo pude apartarme. No podía decir la verdad y aun así fui muy cruel. Trate de sacarlo y sacarme de esa situación; y yo sólo pude destrozar las ilusiones. Del mismo modo en que me lo hicieron a mí.
Para entonces ya no había nada de mí, y sí recuerdo el día, puedo aproximarme a la hora y aun puedo ver el día antes. Tal vez ese día fue el más triste. Sabía lo que pasaría, quise engañarme a mi misma. Todo el día, sola y perdida, caminaba pero no iba a ningún lado. Como siempre. Ni siquiera se atrevió a verme, se comporto diferente. Pero igual camino conmigo, estábamos los dos perdidos y yo temblaba de miedo. Sabía que lo que dijera me mataría. Los pensamientos eran los mismos: “¿Por qué no me quiere como yo a é?” ¿Era demasiado pedir una sonrisa sólo para mí? Sólo una mirada que calmara mis ansias. Pero no dijo nada.
Sí, recuerdo el día, pero ya no sabe igual, no como antes. Y la mañana en la por fin me lo dijo, yo me perdía en las líneas de la pared y conversaciones ajenas. En realidad las tareas de ese sábado fueron pesadas, al final cuando se nos permitió descansar, sé que yo quería salir de ahí. Cuando al fin estuvimos solos, no podía verme a los ojos, por más que intente cruzar su mirada con la mía.  Alguna vez creí estar en una situación similar, alguna vez pude haber creído en el dolor. Pero cuando me dijo que realmente nunca me quiso. En algún momento repetía constantemente sus palabras en mis adentros. Ese día aguante un nudo en mi garganta todo lo que pude. Las lágrimas me salieron cuando le perdí de vista. Inundar lo poco que queda cuando pierdes lo único que crees tener. Es sencillo derrumbarse cuando no tienes nada que te sostenga.
            Es extraño que recuerde como me sentí, y ya no lo sienta más. Ni las imágenes que vuelven llegan a inundar de sensaciones como antes. En eso se resume la experiencia de recordar, para alguien que nunca lo ha hecho bien. Esas historias no me hacen capaz de hablar de tristeza, de hablar de recuerdos. Si al final todo termina donde comenzó en un inmenso vacío de sensaciones. Una mente en blanco tratando de recordar algo lo suficientemente triste para entender todo lo demás.

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