Hay algo bello en los verbos, algo
hermoso en la acción, en lo que se mueve. Es fácil de entender, el arte está
hecho de dinámicas, no hay belleza en lo inmóvil, hasta las grandes y perfectas
esculturas dan la impresión de movimiento; las más grandes piezas
arquitectónicas están hechas a partir de la acción. No hay belleza más grande
que en el hacer. Aunque sea el movimiento de las vísceras y las contracciones
de los músculos, hay belleza. La maldición de la maquina es la artificialidad,
la maldición del hombre es no poder reproducir la belleza de la naturaleza en
movimiento, vive atado de sus impotencias, vive imitando eso está claro. La
maldición del ser humano consiste en ser siempre un producto a medias, pues su
albedrío lo empuja a crear, pero su creación es siempre imperfecta, una simple
emulación de la dinámica del universo, del orden mismo de la existencia. Son
esa clase de cuestiones las que nos empujan a la locura. La locura no es un
verbo es un sustantivo, posee un sustancia abstracta atada a una idea, un
referente en la realidad que nos permite a nosotros crear esa palabra, dotarla
de un significado y nos permite su uso. No es que los sustantivos no sean
bellos, su dinámica no está clara, los pensamientos abstractos son difíciles de
asir, están motivados siempre por las ideas y conviven en un mundo diferente al
nuestro. Las maravillas del lenguaje de los grandes poetas del mundo, el
dinamismo del lenguaje vive en la poesía, sólo la sintaxis de la poesía puede
unir la belleza del verbo, el movimiento con lo abstracto del sustantivo, crea
con las palabras imágenes y con las imágenes epifanías, nos explica el mundo.
La poesía es la manifestación del alma, esa necesidad apabullante que explota
en forma de verso, esa necesidad del alma de emerger fuera del cuerpo, como en
un beso perfecto, apasionado, destructor. La pasión es destrucción, la
revelación de la verdad es destructora, es sublime, casi horrorosa; la poesía
crea pero también destruye, desbarata, desvanece, mata en verdades; nos revela
más de lo que podemos soportar. Sólo la poesía que destruye es verdadera, todo
lo demás es imitación inevitable. Como la música que hacen los planetas al
moverse en el espacio, es verdaderamente incomprensible. Hay un vacío constante
en nuestra existencia, ese vacío es lo que nos mantiene con vida, nos obliga a
respirar a buscarnos a tientas entre nosotros temerosos a la muerte y al dolor.
La duda nos permite estar vivos, el fracaso nos permite movilizarnos. La vida
es bella, pues es movimiento, la vida es verbo, palabra, verso, poesía, es una
luz cegadora que nos lleva a la nada, a la inclemencia de lo sublime,
aterrador, inefable. No hay nada más hermoso que la muerte a la que estamos
condenados.