jueves, 10 de diciembre de 2015

Porque no somos tan creativos como creímos

Alguna vez hubo una estudiante de letras que insistía en querer leer mi producción creativa. Que conflicto, porque yo no escribo para los estudiantes de letras, si acaso en algún momento que tenga que presentar un trabajo frente al grupo. Yo escribo para quien tenga el placer de leerme –a veces ni yo- pero ahí se encuentran mis aportes, si existe alguno.
Yo no tengo las pretensiones intelectuales para decir que ya existen muchos que creen hacer arte, que para hacer arte sólo necesitas un iphone y para escribir poesía sólo te hace falta una respetable ortografía; entonces ¿quién hace arte si lo artistas ya no leen, no estudian, no se cultivan?
¿Y nosotros qué somos como estudiantes de letras? ¿y qué estudiamos exactamente? Es lo que yo he intentado averiguar todos estos años; cómo no hacernos esa pregunta cuando llegan profesoras cuyo interés principal es hacerse un nombre en el mundo de la literatura cueste lo que cueste, y andar por ahí ganando premios, ganando becas, esforzándose por confundir nuestra forma de escribir. Profesoras que lleva escritores a clase a que nos hable de su proceso creativo; entonces ya no estudiamos literatura, estudiamos procesos mentales que llevan a la creación del arte, seguramente porque un autor nos puede hablar de su obra, de sus ideas, de sus decires, de sus métodos y ya no hace falta hacer ni un estudio critico, ni estilístico, ni teórico; para eso están los Borges, los Cortázar, no los literatos regionales.
¿Y yo para quién escribo? Yo, que he sido rechazada en congresos, coloquios, encuentros, revistas, concursos estatales, regionales, internos, escolares. Para qué me esfuerzo si mi escritura está repleta de ambigüedades innecesarias, si yo no me prostituyo pidiendo publicaciones en blogs, en revistas, buscando quien me haga una reseña, quien me invite a presentar un libro, a participar en un foro. En qué termina mi ejercicio como estudiante si me conformo con subir una foto a Instagram y espero que me lean los seguidores de mi blog, de mi tumblr, de mi Twitter. Lanzo mis ideas al espacio y nadie me responde.
Ya ni se puede hacer crítica si caemos en condescendencia. Nos presentamos frente a los demás y nos ahogamos en complacencias, al final el único aporte de la crítica es que no sabes puntuar. Las fibras emocionales a penas y se mueven cuando frente al grupo lo único que quieren oír son nuestras penas e inseguridades en forma de texto. Quién nos edita al final, qué aprendemos de todo esto si los que se dicen herederos de la literatura joven en México sólo se dedican a quejarse, ellos son poetas y nosotros no ¿qué derecho tenemos de congregarnos? ¿qué derecho tenemos de publicarnos? Al final buscas amigos en los bares esperando que alguien te diga: envíame lo que tengas. Ellos tienen revistas, los demás nos recluimos en un salón esperando a que nos feliciten por los ejercicios literarios que hacemos a las tres de la mañana. Y otros tantos, se jactan de tratar palabras rimbombantes y endecasílabos que ya nadie toma en cuenta. "Te publico y me publicas", mientras unos cuantos nos desgastamos frente al monitor sabiendo que ningún estímulo, ninguna beca, ningún cuate nos va a hacer el favor, porque no somos tan creativos como creímos.

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