"La muerte no llama a la puerta. Está ahí, presente en
la mañana cuando te despiertas. ¿Te has cortado alguna vez las uñas o el pelo?
Entonces ya tienes la experiencia de la muerte."
-Bob Dylan
El grito del silencio
es aterrador. Es insoportable aquel conflicto con la realidad cuando el
concepto se torna en algo tangible. Cuando a los pies se ve apagarse la vida,
lenta y dolorosamente. Cada respiración se sufre, el aliento se va. El corazón
se detiene, el pulso desaparece, el cuerpo se enfría, la mirada se pierde. Aquella
mirada lucida que de tantas ocasiones se recuerda, ha oscurecido. El cuerpo se
desmorona. La desesperación aparece. Se vacía la conciencia y el llanto
exasperado brota enganchado a la vida que se extingue. Para mí eso es morir.
Los seres humanos están condenados.
Atraviesan el mundo con una visón velada en un valle de lágrimas. Se trata del
abismo y la angustia de la existencia truncada. La vida vacía sus significados,
se convierte en una referencia eterna a (no) ser. Lo que no llegamos a
comprender: lo desconocido, lo enfrentamos en nuestro dormitar, entramos a las
profundidades del alma, ahí donde la visión se nubla y la luz escapa. Recordar
a los hermanos que se durmieron significa enfrentar la resignación, la tristeza
y la añoranza de la pérdida; porque ver morir es cada vez más doloroso en su
recuerdo, cuando se vive con esa ausencia en todo momento.
Enfrentarse a lo oculto motivó
el arte con la intención de tratar de comprenderlo. Referir a la muerte,
alegórica, simbólicamente se convirtió en tema recurrente dentro de la creación
literaria, tema de tragedias y poemas malditos por el tiempo. Yo lo refiero a
la épica de la destrucción, la agonía insaciable del nacer y de la creación. La
destrucción busca ser digno amante de la muerte. Hermano, amante o precursor,
su dependencia se define por el tiempo ya que Muerte es más vieja que el
universo y en su manto encierra la vida, la creación, envuelve al destino. La
destrucción es la antecesora de la muerte y su llamado es el cambio, permite
que la juventud envejezca, así como el que las flores se sequen y marchiten,
finalmente en la juramento de la nada.
La vida, los sueños y los
corazones se rompen con facilidad, son frágiles por naturaleza. Aquella
débilmente dibujada línea de vida respira y palpita en las manos de los
hombres. En el poema La Danza de las
Hadas, Neil Gaiman expresa cómo los corazones jóvenes, hambrientos de
aventuras, inconscientes por sí mismos, se ven rodeados por sueños: “caminaría
mi alma por / angostos caminos y tortuosos senderos”.
No son sólo tratados de juventud, también de ignorancia: “De joven fui
inconsciente. Envolvedme pues / en sueños y muerte” Relacionar
el dormir con morir, en ciertos casos trata de hacer más soportable el
encuentro entre estos significados.
El sueño y su correspondencia
con la muerte, es tema que impregna las imágenes en la creación literaria del
autor británico. Su imaginario, productor magnifico de historias, ha llenado páginas
en la literatura grafica, viñetas que esclarecen tormentos de la mente sacados
de pesadillas de muerte. De su imaginación han salido increíbles creaciones de
corte maravilloso y fantástico, la editorial Vertigo Comics, brote de la enorme
DC Comics, trajo a los lectores el monumental trabajo The Sandman, historia de volátiles ilusiones que relata la travesía
de Morfeo, representación antropomórfica del sueño: el arenero, cuyos dominios
oníricos son tan antiguos como el tiempo; así mismo introduce a sus hermanos,
los eternos: Destino, Muerte, Sueño, Destrucción, Deseo, Desespero y Delirio.
Morfeo es el contador de
historias, vive atrapado por setenta años condenando al mundo a vivir sin sueño
y aquellos que duermen jamás despiertan, envejecen en un eterno vaivén de cuadros
ilusorios. Gaiman convierte al sueño en un estado de vulnerabilidad, la mente
se vuelve quebradiza y la pesadilla es su personificación. La hermana mayor de Morfeo, Muerte, es
representada como una mujer joven, de cuyo cuello cuelga el símbolo egipcio
Anj, que significa vida. Ella camina con naturalidad y ligereza entre el mundo
de los eternos y el de los mortales, pertenece a la fragilidad de universos. Muerte
siempre es superior a Sueño.
Los hombres aterrados al
dormir, entran a los dominios de Morfeo con cautela y cabizbajos. Lo temores de
la mente se abren ante la impotencia del no despertar. La vigilia por su parte
ejemplifica el cansancio. La muerte en cambio es tan natural como el vivir, da
un respiro de tranquilidad a la angustia, significa la promesa eterna a
entender aquello que se nos niega como seres conscientes de su existencia. Es
esa consciencia la que ejemplifica el temor, la muerte y la vida, se trata del
acercamiento al conocimiento, pues el velo de duda se crea en la experiencia
que rodea la ignorancia del ser.
El sueño y la muerte están
íntimamente relacionados en ese lazo de significados que rodean las dudas sobre
lo desconocido, convierten en parte primordial del mundo de los sueños a la
vigilia, pero crea también el aterrador halo de pesadillas en que el señor de
las arenas vive. Muerte camina entre los vivos, los conoce profundamente
expresa su reino en la delgada línea, así como en el sueño y lo eterno
Muerte, conoce a sus allegados,
como vieja amiga, sabe todo: nombres, pasiones, miedos y lo más importante,
dudas. Cualquiera arrojado al mundo ve sus minutos contados en saber de la
joven. Ella toma en sus brazos a un bebé, reclama su aliento y lo lleva a la
sombra de lo inefable con naturalidad, pues en su paso por el mundo promete la
calma. Es como dormitando, entregarse lentamente a la oscuridad, la
cotidianidad del dormir y no despertar. El batir de las alas del tiempo, en el
camino desesperado de entre los seres que viven, promete, no miedo a lo
desconocido, sino una nueva consciencia: “Ahora que has muerto es que lo sabrás”.
Al igual que existen mentiras de tristeza, porque morir es un choque de tiempo,
un detenimiento de la vía que fluye, ese espacio vacío crea reclamos de quien
piensa, que pudo hacer tanto con tan sólo unos cuantos años más, que las
promesas de amor eran más grandes que la autoridad de quien viene y exige la
vida.
Saber que se ha prometido un
paraíso de ensoñaciones apacigua el sufrimiento de quienes se van y de quienes
se quedan. Finalmente un halo de tormento llama a la desesperación antes
mencionada. Para la representación antropomórfica de la muerte se trata de un
respiro de paz, aún en la más violenta de la situaciones; sin embargo para los
mortales implica dolor pues se vive ignorante del acto real que plantea el
morir. Se ha llamado en el sueño el despertar del desespero.
La voz de los sueños, que
internamente llama y desangra a un alma que muere un poco cada noche. La arena
del sueño desmorona en la mirada vacía, flagrante de vida, un angustioso
respiro. De los párpados cerrados, cae la
esencia del ser en millares de granos de arena hasta que no queda nada, ni
consciencia, ni vida, ni alma. Jamás se despierta. El sueño de la muerte es la
desesperación de verte cayendo y no lograr exhalar. La pesadilla interminable
de saberse inexistente, para mí eso es morir.