sábado, 31 de octubre de 2015

Se trata de un caballo de diferente color: breve revisión al clásico El Mago de Oz



 El arte y el cine llevan en consideraciones por décadas, esa línea entre el consumismo comercial y la artística creación a penas se delineaba en el naciente medio. Las majestuosas estrellas del cine en su época de oro trajeron historias universales que alimentaban una industria así como creaban los parámetros para el arte en años posteriores.
Hace setenta años el cine existía sólo en inmensas pantallas, se trataba de un pacto dispuesto a revelarnos nuestros más imaginativos deseos convertidos en formidables escenarios llenos de vividos colores. En el año de 1939 la fabrica de sueños eran enormes estudios principalmente bajo la distribución de Metro-Goldwyn-Mayer; ese año, Victor Fleming presentaba la monumental producción: El Mago de Oz.
Dedicada, al principio del metraje, a los jóvenes de corazón, retrataba una historia fantástica que juega entre el tedio en color sepia y los vibrantes colores de los sueños hechos realidad; un optimista cuento que recuerda que a pesar de los orígenes, cada individuo puede encontrar lo que cree haber perdido dentro de sí mismo, así se trate de su valor, su sensibilidad, su inteligencia y por su puesto su hogar; recuerda que si aquello que creemos perdido no se encuentra en el patio de la casa, no lo hemos perdido realmente.
Todo aparece ante nuestros ojos por medio de una joven Judy Garland, quien daba efervescentes pasos a través de un camino amarillo lleno de posibilidades, se trata de Dorothy Gale, una huérfana que siempre tiene su mente ocupada por sueños de mundo ideales más allá del arcoíris. Tal papel lanzaría al estrellato a la interprete de increíble talento, se trata del punto más alto de su carrera por el cual sería siempre inmortalizada.
El viaje de la inocencia hacia la madurez, al igual que toda experiencia fantástica, convence al espectador en ese mágico cambio de la gris e incipiente realidad, hacia el mundo más allá del arcoíris, donde existe la magia y los cuadrúpedos cambian de color.  Así como podemos ser atrapados por nuestros sueños, estos pueden sumirnos en nuestros miedos e inseguridades. Dorothy debe aprender más de sí misma si espera regresar a su hogar tranquilo, apacible y seguro. Como toda introspección a través del agujero del conejo, es un viaje de autodescubrimiento, en el que la personalidad de nuestra pequeña e ingenua heroína debe superarse ante las adversidades que representa la maldad, aquella a la que el niño pequeño teme al apagar la luz o ver bajo su cama.


Recurro a reseñar esta historia, porque imagino que debemos regresar a los cuentos básicos de descubrimiento y valor para poder enfrentarnos a la psicología de la sociedad, del individuo o la existencia, para recordar la juventud que hay en los corazones. Esta obra cinematográfica es la más viva representación del cine clásico, rebosante de inocencia y personalidad que volvían al arte en simplemente una fantasía hecha realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario