*Trabajo académico presentado para la materia de Sociolingüística, del octavo semestre de la Licenciatura en Letras, en la Universidad Autónoma de Zacatecas.
1. El ataque
“Hashtag contra la
intolerancia” es el grito de guerra que cierto noticiero matutino expresó al
dar a conocer las declaraciones de un tanto conocido actor hollywoodense hacia
cierto director de nacionalidad mexicana recientemente ganador de un premio de
particular renombre. Para parafrasear la situación, el mencionado actor
manifestó que el que alguien cuya lengua nativa fuese el español, pudiera
reunir dos palabras como “genocidio cultural” en inglés, ya demostraba una
resaltante inteligencia. Claramente los comentarios al respecto se volvieron
violentos, si se puede decir; el término racista no se alejó de las
manifestaciones en contra de tal actor y en contra de la industria que
representa; la defensa natural de la patria, la nación, de la identidad y hasta
del idioma llenaron los espacios electrónicos dedicados a la manifestación de
nuestras opiniones pasionales y subjetivas ¿acaso arremeter contra nuestro
idioma no es arremeter contra nosotros? ¿no es algo natural aquella reacción?
Porque más allá de lo que aquel director cinematográfico pudiera argumentar, la
afrenta era para todos nosotros, los hablantes nativos del español, algo que va
mucho más allá de la nacionalidad del hombre al que se respondía, incluía a
gran parte del continente, a una cantidad considerable de la población mundial;
y más aún si se resalta el hecho de que las palabras “genocidio cultural” no se
escuchan muy diferente entre el inglés y el español.
2. Alguna que otra terquedad
Tal vez aquellos
comentaristas que expresaron su opinión al respecto, que llamaron racista al
enunciador de tal comentario, no lo hicieron en la clara manifestación de su
orgullo lingüístico, no pensaron en los millones de hablantes que englobaba y
la identidad lingüística que despreciaba ¿no es éste acaso el mejor ejemplo de
prejuicio lingüístico? Y ahora ¿qué sucede cuando esos millones de hablantes
llenan de prejuicios su propia lengua?
Claro,
está el roce entre las lenguas y los hablantes de estas, en la creencia de que
existen algunas mejores que otras, con sus respectivas razones –si es que las
hay– y sin embargo los hablantes pueden, dentro de su misma lengua, ser
prejuiciosos entre ellos, así al defender su lengua de los ataques extranjeros,
la mutilan, la excluyen de sus variantes y estereotipan a las mismas; porque el
hablante nativo del español al que se hacía referencia no era aquel de la
Patagonia, era el mexicano o así nos lo quisieron hacer ver; justamente ahí
está la exclusión, el hombre de Valencia, España, no lo sintió personal, ni el
ejecutivo de Buenos Aires, pero sí fue así para el estudiante de ingeniería del
Estado de México, para los tuiteros del D.F. o los blogeros de Cuernavaca.
¿Cómo podemos negarnos a la convivencia, a la inclusión si negamos como
integrador aquello que más nos identifica: La lengua?
3. La voz ajena como identidad
Hay un pequeño rincón dentro
de la nueva cultura occidental, el cual se encuentra entre nuestras diferencias,
que hasta hace algunos años estuvo alejado de tales mutilaciones; un pequeño
detalle dentro de la industria y la distribución cinematográfica-imperialista
que ha sido olvidado por estudiosos y observadores, que se ha retomado por la
nueva horda de fanáticos durante los últimos años; aquella expresión artística
y rama de la actuación que si bien lo identificamos como algo cien porciento
mexicano, también dotó de una identidad particular a todos los hablantes del
español durante un periodo de la historia, incluso a aquellos cruzando el
Atlántico: hablo de la transferencia lingüística sincronizada, un nombre
bastante elegante y técnico para el comúnmente conocido como “Doblaje de voz”.
Aquello
que llama mi atención sobre este acto es lo inclusivo que fue durante mucho
tiempo con las diferentes variantes del español, gracias a la existencia del
doblaje llegó a hablarse de un “español neutro” de una lengua propiamente
reconocible para todos sus hablantes, que dejaba de lado los localismos, los
acentos y proponía la unificación de nuestra lengua, sin embargo el gran
problema de este proyecto era el producto que estaba unificando y el por qué.
El
hablar por otros no es algo nuevo en la humanidad, pero aquello a lo que hoy en
día se le presta voz es producto manufacturado creado para el consumo masivo,
el producto audiovisual, su venta y distribución. La identidad que se defendía
líneas atrás no existe propiamente si aquello que se integra por la última
versión en español es un producto de otro contexto, de otra idiosincrasia, de
otra visión de mundo, la cual manifiesta en el uso de la lengua en el que fue
creado. Hace más de medio siglo Jorge Luis Borges hablaba con desprecio de este
joven fenómeno:
El arte de
combinar no es infinito, pero suele ser espantoso. […] ahora la cinematografía
acaba de enriquecer ese vano museo con “el doblaje”, un artificio maligno que
combina las facciones de Greta Garbo con la voz de cualquier dulcinea española.
¿Cómo no quejarnos ante ese prodigio penoso, ante esas anomalías
fonético-visuales?[1]
Es de
esmera curiosidad que una mente tan brillante ponga tal atención a algo tan
nuevo y quizá hasta banal. Eso que yo considero atrevido y sano para nuestra
lengua, Borges lo encontraba aberrante, pero no por lo que significaba para el
español sino aquello que le hacía a la “obra de arte”; es un argumento que aún
defienden muchos detractores del doblaje de voz, lo mutilante que puede ser con
la obra. Para mí siempre significó un producto diferente, independiente de
cualquier juicio estético anterior.
Algún argumento tajante para justificar al doblaje dice que si no se
deben doblar películas, no se deben traducir libros, esa defensa ya fue
refutada por el mismo Borges: “Quienes defienden el doblaje razonarán que lo
mismo se le puede objetar a cualquier otro ejemplo de traducción. Ese argumento
desconoce, o elude, el defecto central: el injerto arbitrario de otra voz y de
otro lenguaje”[2].
Sin embargo la idea de injerto, aunque no equivocada, escapa de una mucho más
amplia que define esta práctica. Después de todo ese hecho que daba entrada a los
apasionantes comentarios del autor significaba una industria creciente pero no
falta de orgullo, que justo en esa época veía su etapa más prolifica y de más
alto estandar en nuestro país. Salvador Najar, actor de doblaje, conocido por
ser la voz de la rana antes llamada René y del eufórico tigre Toño, en su libro
Doblaje de Voz: Orígenes, personajes y
empresas en México, defiende su profesión del anterior comentario:
Sin embargo, si se observa el asunto con mayor
detenimiento, se encontrará que el doblaje a otros idiomas es un fenómeno
multifacético y que en él se hallarán todos los aspectos simples y complejos,
propios de cada civilización, ya que, igual que la traducción de libros (y
debido al universo temático y de influencia que ambas formas de transferencia
representan), el doblaje puede ser visto como un fenómeno artístico,
ideológico, cultural, social, político, científico, histórico, comercial,
religioso, lingüístico, laboral, entre otros.[3]
4. La voz para vender
El doblaje
de voz ya se ha utilizado como una herramienta de identidad nacional, cuando en
algunos países como la Italia fascista, estaba prohibida la proyección de
cintas en otro idioma que no fuera el italiano. Antes de eso como un método de
comercialización y distribución
cinematográfico, “útil
herramienta cotidiana recuperó para Hollywood el control de la universalidad
perdida con el cine hablado”[4],
el verter cualquier película a otro idioma, lo cual, aunque relativamente nuevo
lleva con nosotros de manera formal casi un siglo. “Ya para 1929 surge la
aplicación práctica del doblaje de la voz como transferencia lingüística
sincronizada”[5], cuyo
propósito en su forma más básica es simplemente dar mayor alcance a un
producto. Como ejemplo, hasta hace poco era ilegal que películas animadas se
proyectaran en inglés, por la crencia del carácter infantil de éstas.
A pesar de tratarse de una práctica tan común y tan natural, no sólo
en un sentido económico, constantemente se aludía al doblaje hecho en México
como el mejor del mundo, y aunque la calidad no se encuentra deficiente
actualmente, la apertura de otras industrias pone en duda tal afirmación. Desde
los años treinta hasta mediados de los años noventa, la excelencia era
insuperable. El doblaje orgullosamente mexicano
–como se conoce en la industria –hizo gala de la peculiaridad propia de la
nación y de su identidad para apropiarse de los títulos producidos en Estados
Unidos, convirtió a los Flinstones en
los Picapiedra, a Top Cat en Don Gato
por poner algunos ejemplos.
Haciendo uso de coloquialismos, localismos y la idiosincrasia propia
de la región, convirtió el entendimiento de las obras en algo latinoamericano;
así esa habla mexicana pasó a una universalidad
irrepetible, convirtió el acento “neutro” en el reconocido para todos los
hispanohablantes. Durante un momento todos los hablantes nativos del español
reconocían las mismas palabras, los mismas ideas y a los mismos personajes.
Antes de los años noventa no había un doblaje particular y exclusivo
para España, muchas de las cosas que se doblaban aquí, en Puerto Rico o en Los
Ángeles llegaban intactas a este país, claro que esa forma tan diferente de su
lengua terminó por separar más aun los continentes, crea la aún más notoria
diferencia entre el “español latino” y el “español de España”. Los latinos
defendían la neutralidad de su doblaje y los españoles reprochaban la falsedad
de éste; aún ahora es tema de fuertes discusiones en la internet, defender su
identidad nacional a partir de su lengua y ésta a partir de su doblaje de voz.
5. La identidad y el doblaje de voz
Retomando a
los productos estadounidenses apropiados ideológicamente por la lengua el más
claro ejemplo es la serie de televisión Los Simpson, un producto puramente
americano, que expresa los valores de aquella sociedad, los critica y los
trasgrede; y aún así es Latinoamérica la región del mundo que más consume y
disfruta esta creación. Es esa apropiación que define la sociedad mexicana pero
que la identifica con el resto del continente. Son sociedades muy diferentes
las que conforman Latinoamérica, no obstante encuentran unión en el hablar
neutro de los personajes, que no son de ellos y que no responden a ninguna de
sus necesidades.
Tratar ese idioma particular que
sólo se habla en el doblaje es un punto interesante ¿realmente es posible
que esta rama de la actuación en su afán de alcanzar más público creara su
propia variante de la lengua? De ser una variante más del español, existen ahí
un sinfín de posibilidades por analizar. Salvador Najar explica que este
fenómeno no es propio de doblaje hecho en México, es un acontecimiento que
responde a cualquier lengua con una gran variedad de acentos. Lo describe:
El concepto de acento neutro es fácilmente
confundible con otra norma de la misma época, el castellano neutro, que no se
refiere al acento de los actores sino al lenguaje utilizado por ellos, al uso
de un idioma castellano pretendidamente universal, que selecciona las palabras
y nombres más comprensibles para todos o para la mayoría de los países en los
que se habla dicha lengua.[6]
Este
concepto acarrea la idea de que aquí en México como se realiza ese español
“neutro”, son los mexicanos quienes de hecho hablan el español definitivo y
correcto. Sin embargo Salvador Najar esclarece que este nuevo “dialecto”, no
tiene nada que ver con la nacionalidad que lo produce sino como una necesidad
del distribuidor para todos los hablantes del español:
En cambio, ese otro lenguaje raro, ha terminado por
ser un dialecto particular, propio solo
del doblaje de transferencia lingüística; un fenómeno general de traducción
devaluada que se manifiesta en todo el mundo y no únicamente en el doblaje a
nuestra lengua […] Con respecto al buen uso del idioma -el mal llamado e
inexistente español neutro-, es innegable la gran dificultad que representa el
traducir bien y adaptar en un castellano erudito y, a la vez, popular.[7]
Este
fenómeno de la traducción sucede de una lengua extranjera a la nuestra y a
causa del amplio mercado al que se refiere: Latinoamérica, pero el verter el
español en cualquier producción implica mucho más que el simple traslado entre
idiomas, la adaptación de conceptos, pero eso incluye la adaptación a la
actuación, al ritmo, la respiración, la intención y el movimiento de los
labios, así como también exigencias propias del medio como “la pronunciación
perfecta de las palabras y de los nombres extranjeros, pero no dichos como
suena su escritura en español, sino en la forma como se pronuncian en su nación
de origen”[8],
todos esos elementos que convierten al doblaje de voz en el injerto mencionado
anteriormente pero que también condiciona la elección lingüística que la
diferencia del habla común y corriente.
6. Para finalizar
Hace
algunos años la actriz María Rojo en su periodo como senadora del PRD tuvo la
obtusa idea de proponer la ilegalidad del doblaje de voz, con el argumento de
que esa “viciosa” práctica quitaba público y valor al cine mexicano hecho en
español, sobra decir que esa exagerada idea no dio frutos, pero puso en
consideración de sindicatos y asociaciones el valor de este producto orgullosamente mexicano que sirve de
representante de nuestra lengua y su variante “neutral” en el resto del mundo
hispánico. Lo que es claro es que el doblaje en español se produce y consume en
todo el continente y sin embargo las otras industrias no logran deslindarse de
su acento, no logran apropiarse de los productos identificando a toda Latinoamérica,
con sus claras excepciones.
Manifiesto
aquí mi propia predilección por el doblaje hecho en este país, el cual aún considero
el mejor del mundo y que defiendo en cualquier oportunidad como creador de
identidad lingüística y representante de una muy válida profesión que solo
obtiene cariño y admiración en su representación en español.
[1] Alguien, Borges
sobre el doblaje cinematográfico, revisado en
http://algundiaenalgunaparte.com/2009/01/25/borges-sobre-el-doblaje-cinematografico/
[2] Ibídem.,
[3] NAJAR Salvador, El
doblaje de voz: Orígenes, personajes y empresas en México, 2008, Versión en
línea, p. 29
[4] Ídem, p.
108
[5] NAJAR Salvador, El
doblaje de voz: Orígenes, personajes y empresas en México, 2008, Versión en
línea, p. 28
[6] Ídem, p. 152
[7] Ibídem.,
[8] Ídem, p.154