I wish I knew how
It would feel to be free
I wish I could break
All the chains holding me
Nina Simone,
I Wish I Knew How It Would Feel To
Be Free
1.
La mente en blanco, en
nada, un espacio repleto de posibilidades es, tal vez, aterrador. Parece
incompresible retomar el espacio último anterior a todo, vislumbrar el comienzo
de la realidad, el vacío anterior al recuerdo. Para caer en la consciencia de
no recordar, del saber que se es existente, aquellos que no saben qué son
atascan su mente en nada. Quiero pensar ¿Cómo es no recordar?
El dolor
insoportable del nacer, como hacerse consciente, por medio del corte nervioso,
el dolor del cuerpo. El cuerpo duele, cuando crece, cuando cambia, se
transforma, las condiciones que corrompen la existencia con la realidad del ser
que se observa en directo.
Sé que
poseo huesos porque los siento palpitar entre la carne y la piel. Sé que mis
manos se mueven porque las oigo crujir y las aprieto, aunque a vece no se
sienten como mías, a veces duelen, cuando hace frío, cuando se mueven y es tan
difícil retenerlas en la sangre. Sé que existo, porque sufro. Antes de conocer
lo que sufro, me desespero, me es incapaz expresarlo o retenerlo. El dolor no
es incomprensible, se haya envuelto en la experiencia del cambio y la finitud
de la palpitante vida. Escribiré mi desesperación como corte principal del
dolor.
En marzo
primero miré al espejo y me vi diferente. Vi el espejo y vi una huérfana. Causa
un choque imposible de explicar cuando estás frente a tu reflejo y no sabes cómo
reaccionar. La desesperación la defino recordando mis momentos de incapacidad,
como cuando en los fríos pasillos de un hospital escuchaba gritos y llantos,
simplemente imposible de soportar.
Recuerdo
que cargaba con un nudo en la garganta, temblaba pero no me podía mover, cuando
al fin encontré el camino entre mi cuerpo y mente, no supe qué hacer, no supe qué
ordenarle a mis manos que hicieran, porque mi mente seguía indiferente,
recalcando cada detalle, que me perseguía cuando cerraba los ojos, cuando me
encontraba sola, cuando oía una melodía, cuando aspiraba un aroma. A veces escribiendo,
vuelvo a recordar la frialdad de la noche, que llama, que envuelve, que te llena
de ganas de sofocarte una última vez.
Yo he
sentido la desesperación cuando en mi soledad me hallaba ahogada e
incomprendida, en tristeza, en un agotamiento que no fui capaz de soportar.
Rompí en lágrimas, más identificadas con el cansancio que con algún otro
sentimiento.
2.
En realidad no sé cómo
hablar de mis penas, no tengo bastantes para rellenar páginas. Lo que tengo es
recuerdos, identificados con la frialdad mis reacciones. Sé que hablo de dolor
y de llanto porque lo reconozco, porque me han abierto la carne, he doblado mis
huesos, me he hundido en sábanas y ahogado gritos, como todos. Siempre he
sentido una insoportable frustración de ser y no ser comprendida, como una niña
ansiosa de ser escuchada e ignorada, con ganas de gritar, y apartada a un lado,
se desespera por hacer daño, simplemente para ser volteada a ver.
Es
sabido que cuando el choque de dolor aparece es difícil hacerse de valor y
motivarse a seguir respirando. Estando en shock
las hemorragias no se sienten, el mundo cambia su forma y es imposible el
encontrarse con uno mismo, el pasillo se cierra, no se puede ver más allá. Es
irreconciliable el encuentro del cuerpo, de la experiencia de ser, con el
mundo, dispuesto a hacer daño.
Recuerdo
mi frustración en el enojo, porque siendo terca como soy, sólo quiero que el
resto de las personas entiendan correctamente lo que yo veo, lo que opino. Sé
que puedo estar molesta, aguantándome el coraje en la garganta, y sólo la
frustración llena el pensamiento.
Un
centenar de sensaciones atoradas en aquel nudo, el llanto y el dolor se
expresan físicamente en las venas saltadas del cuello y el lagrimeo de los ojos,
el cuerpo que tiembla y se desmorona. Entonces la respiración se vuelve tema
central del cuerpo, atasca cada sensación en una actividad tan central como la
aspiración, desesperada y la vida se vuelve ligeramente aire. Respirar en su
forma más natural, incomprensible y desapercibida. Una actividad que no se
piensa, que se refleja en la vida que pulsa en el oxígeno en las venas, se
ahoga, se entrecorta.
No
recuerdo la última vez que los lamentos atascaron mi respiración, no lo
recuerdo porque me sucede seguido, cada vez que estoy cansada y nadie me
escucha, entonces la garganta puede cerrarse. A veces lloro sin razón para que
las lágrimas limpien los ojos, limpien el espacio que existe entre los ojos y
las manos; en mi caso el llanto, en sus oscuras manifestaciones aparece cuando
el enfado es demasiado. Una comunicación del resto del cuerpo con el dolor o la
emoción que experimenta el cerebro, se trata de la red de neuronas implicadas en la emoción. Vuelve la
respiración, cada vez menos desesperada.
3.
Finalmente, aparece la
tranquilidad, como una promesa por aquel dolor insoportable, la paz de saberse
vivo y quieto, saber que se ha sobrevivido. Se existe, se comprende, así como
se comprende que el dolor y la tristeza viva se refleja en el organismo, que se
mueve, que respira, así como la ausencia de todo movimiento violento, calma, es
sentirse mejor después de llorar, tristeza, pero también paz. Se regresa a la
nada, la profunda oscuridad de la mente que atraviesa las sensaciones ya
apaciguada la tormenta de la desesperación.
Caminar
entre tumbas es tranquilo y esclarecedor, porque la vida que se enfrenta a la
muerte es una nueva consciencia clara y sincera. La tierra algunas veces se
suelta y los caminos se abren entre las piedras, las flores, los regalos que se
dejan al cuerpo marchito, muerto, inerte; caminar se vuelve entonces, una
actividad diferente. Es el recuerdo permanente que se impregna en todo paso del
sendero dejado por los vivos. El cementerio, fue testigo de gritos, llantos,
desesperos y desmayos cuando el ataúd bajaba entre la tierra roja, ejemplo del
choque del dolor. Aquellas cicatrices que guardan los hombres para entender el sufrimiento
que carga la existencia, por miedo al olvido, y sin embargo huella del recuerdo
dedicado por algunos otros abandonados solos en el mundo. Queda ahora la
reflexión de la vida cuando se expone al llorar, cuando se expone a la pena,
una última finalidad de estas líneas.
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