"Women
aren’t interested in music. Women don’t make music. Women don’t buy music…”[1]
Los amplificadores se
callaron. Los murmullos del publico llenan el espacio con un ruido sordo y
amorfo. Llegó el momento de que otra agrupación suba al escenario, cinco chicas
armadas con nada más que sus instrumentos, se enredan entre cables, toman
posiciones, suben volúmenes, hay unos pocos golpes a la batería. De entre las
voces fusionadas del público, se distingue una que grita arrogante: “¡mucha
ropa!”.
Esa
ha sido la única falta de respeto que hemos experimentado. Nos unimos
nerviosas, imaginando toda clase de improperios por el hecho de ser mujeres,
por el hecho de atrevernos a tocar rock; meternos a cuevas repletas de
violencia y testosterona, exponiéndonos al escrutinio de los hombres que creen
que tienen el derecho de gritar lo que les de la gana, convertirnos en objetos
para su entretenimiento, nuestro lugar está entre sus piernas y no en un
escenario. Sin embargo nos encontramos con una situación muy diferente, el
público siempre nos ha tratado con respeto, siempre recibimos apoyo y una
agradable energía. Levantamos la cabeza, pues nos hemos atrevido a pararnos
frente a todos y hacernos sonar.
Desde
el primer momento, la banda recibió numerosas invitaciones y oportunidad para
presentarnos en distintos foros. Ganamos un poco de reconocimiento y
actualmente somos de las pocas banda de chicas activas en el estado. Parecía
que algunos habían encontrado una mascota que presumir frente a todos, la
novedad extraña que estuvo de moda ¿no es una forma también de represión? No
hay nada de malo con todo esto, siempre y cuando se pueda capitalizar en verdaderas
oportunidades, se pueda sacar provecho a toda esa visibilidad, porque contrario
a lo que la experiencia nos ha enseñado, la visibilidad es el principal
problema de las mujeres en el rock.
No
hay una forma correcta de nombrarlo ¿rock femenino? ¿rock de mujeres? Como si
hubiera una distinción entre lo que una banda convencional, formada por hombres
y una formada por mujeres es capaz de hacer. Es sólo música, no importa el
sexo. Nunca se sintió diferente, desde el principio no éramos más que cinco
personas reunidas para tocar canciones que les gustaban, no hay un esfera aparte,
ni un umbral indescifrable simplemente un gusto por la música.
No
son pocas las mujeres que han deseado dejar su mensaje, de hacerse escuchar;
liberar todas sus opiniones, frustraciones y experiencias con ayuda de
distorsiones y un volumen alto; sin embargo han tenido poca oportunidad de
darse a conocer puesto que la industria nunca se ha visto capaz de tomarlas en
serio. Mucho de esto se debe a la creencia de que el carácter masculino del
género musical es lo que le da identidad.
La
relación de las mujeres y el rock n’roll es complicada. Se trata de un medio
sexista dominado por hombres en que las mujeres no son más que objetos que se
desechan e intercambian fácilmente, y sin embargo son una presencia constante;
donde haya una banda, allí habrá una chica, tal vez más. Las groupies no nacieron
siendo las que se acuestan con los músicos, comenzaron queriendo estar ahí por
y para la música, buscar y entregarse completamente a una agrupación, y amar
tanto una pieza musical que vivían su vida en ello.
Nos
han inculcado que nosotras no nos paramos frente a una multitud a gritar
nuestras inquietudes, a expresar nuestras posturas. Pero ¿quién dice que las
mujeres no lo hacen? Van por el mundo expresando sus ideas, relegadas en los
espacios donde los hombres quieren verlas; y los hombres no las quieren ver en
bandas de Rock, no las quieren tomar en serio como músicos ni como interpretes,
sin embargo hay una lista (no tan larga como debería) de mujeres que se
impusieron ante ese pensamiento, que a pesar de lo adverso se pararon frente a
una multitud a gritar: ¡jódanse! Y vale la pena admirar a cada una de ellas, y
desear compartir con ellas ese valor, de tomar una guitarra o lo que les de la
gana, una pluma, un megáfono y decir lo que se tenga que decir. Ahora tenemos
la oportunidad de que nos tomen en serio, y por eso debemos aprovechar cada
espacio para hacer todo el ruido posible. Nosotras que nos atrevimos a tomar un
instrumento, a subirle al volumen, a buscar a otras como nosotras y hacer ese
dulce Rock n’ Roll.
[1] Vivien Goldman, Pitchfork, https://pitchfork.com/features/lists-and-guides/9923-the-story-of-feminist-punk-in-33-songs/?page=1 revisado en 6 de noviembre
de 2017