*Trabajo académico presentado para la clase Literatura española moderna, del sexto semestre de la Licenciatura en Letras, en la Universidad Autónoma de Zacatecas.
Hablaremos
aquí de los métodos del manipulador en relación con el burlador Don Juan
Tenorio, de la obra homónima de José Zorrilla. Por sí sola la historia de este
hombre se mueve de manera individual. Ha adquirido su propia genealogía a
través de las versiones que nacen con la época; la misma versión de Zorrilla
viene de las escritura de Tirso de Molina y su Burlador de Sevilla, que
solamente con el título nos propone un personaje, una característica y una
ubicación. Finalmente se desdobla como el mito del hombre que engaña, que viaja
y no se compromete. Que busca, seduce y deshonra mujeres por diversión, y
además se jacta de ello. Aquel que busca peleas y ofende caballeros sólo por
qué puede hacerlo, un hombre de mal comportamiento.
El
Don juan no es de mal ver, posee educación, elegancia y habilidad en los
duelos, pero por encima de los demás está aquello que le dio su fama: seducir
mujeres. El lenguaje se vuelve su mayor atributo lo que finalmente lo convierte
en mito. Por ser parte de la historia de la conquista sexual, por ser el
arquetipo del hombre que naturalmente busca esparcir su semilla. Se trata de
una estructura adaptable a cualquier ideología y época; están las obras
españolas, los representantes franceses, las leyendas italianas y hasta las
películas estadounidenses.
En
los más primitivos instintos masculinos, aquellos que se pueden resumir
vulgarmente en tener muchas mujeres; tal vez esté un escondido mensaje de
misoginia, la más clara manipulación femenina que se transforma en la
pertenencia de una mujer desde el punto de vista de la propiedad privada que
carga con el honor de un hombre. Don Juan es quien trasgrede la ley, y roba lo
que no es suyo, lo ultraja y pone en ridículo al dueño de tal honor. Cualquiera
que sea el caso; el medio que le permite lleva a cabo su cometido, es la
manipulación. Por qué Don Juan no sólo engaña mujeres y se burla de maridos;
también convence a otros hombres en su favor, se gana la simpatía de sirvientes
y el apoyo de espectadores, todo para sus fines. Es la maquinación de un hombre
encantador que vive de fascinar mujeres, que sabe utilizar a su gusto, para su
beneficio el arma más peligrosa: La palabra.
Y
a través de palabras desentrañaremos aquel método que lo convierten en lo que
es, estas tiene una carga cultural, que les da valor y sentido, es la parte más
práctica lo que permite su entendimiento ¿qué es Don Juan? Un burlador y
burlador, es aquel que engaña, que promete a cambio pero no paga con nada.
Personaje que se aprovechara de la condición de sus victimas (por llamarles de
alguna manera) Se hace de artimañas, trucos y promesas; es un personaje inteligente
que utiliza el ingenio para su propio beneficio.
El
arte de engañar mujeres, debe ser considerado como eso, un arte, pues no
cualquiera se puede jactar de hacerlo de la mejor manera. El engaño presente desde
los políticos, los profesores, nuestro padres, todo pueden decir que han hecho
un estupendo trabajo convenciéndonos de sus discursos, y es que el propio
convencimiento el problema. Si las mentiras son tan obvias, de dónde salieron
tantas mujeres engañadas por la labia del Don Juan, hombre que ha dicho haber
seducido a sesenta y dos mujeres durante sus viajes, desde campesinas a nobles
de sangre, todas cayeron a los brazos del Tenorio, él lo expresa: “Desde una
princesa real a la hija de un pescador, ¡oh!, ha recorrido mi amor toda la
escala social…”[1]
Para convencer a las mujeres que son amadas, primero debe convencerse que él
las ama, con cuidado de no caer en su propio juego pues el burlador jamás
deberá de ser burlado.
La
apuesta por saber quién tiene el peor comportamiento, llevo a Don Luis a
Flandes y a Don Juan a Italia para que después en Sevilla, Don Juan se entere
que es el mejor, que no tiene nadie en comparación y aquel que tiene en frente
ha caído en la debilidad, y busca la tranquilidad en una mujer. Tenorio muestra
su poder sobre los demás, él escribe: “Aquí está Don Juan Tenorio, y no hay
hombre para él. Desde la princesa altiva a la que pesca ruin barca, no hay
hembra a quien no suscriba, y cualquier
empresa abarca si en oro o valor estriba.”[2] y sin
embargo después de haber cumplido la apuesta su egolatría le gana y trata de
humillar más aún a su adversario Don Luis, y busca quitarle a su Dona Ana, pero
será el la propia mujer que le fue prometida en que se encuentra el fin del
burlador.
Destrezas,
es el título del segundo acto de esta obra; vemos aquí las maquinaciones que
convierte el hombre, con la más clara intención de humillar a su adversario.
Comenzamos a ver (por qué el teatro fue hecho para verse) las claras actitudes
del manipulador. Se trata de convencer, persuadir; hablamos de la acción de
tornar los pensamientos a su beneficio, realmente tomar el control; pasamos
entonces a la seducción, que es la atracción irresistible a través del engaño
con arte y con maña. El arte viene en las palabras, el saber utilizarlas por
medio de la poesía que dicho de manera burda, es la manifestación del
sentimiento por medio de la palabra, que mueve sensaciones y el alma seducida
se deja llevar por las imágenes, las figuras cargadas de emociones por qué: “Cuando
un termino va cargado de emotividad, deja en mente una huella tan profundo que
todo cuanto oímos, vemos y pensamos queda paralizado en su torno e imantado y
orientado por él”[3]
La
mujer atrapada es atractiva para la acción, el manipulador se aprovechará de
los espacios monótonos en los que ella verá solamente un ambiente limitado, la convierten
en “…Pobre garza enjaulada, dentro de la jaula nacida ¿qué sabe ella si hay más
vida ni más aire en que volar?”[4] Como le
dirá la mujer Brígida a Tenorio refiriéndose a Dona Inés, recluida en las
paredes del convento. El manipulador “Con ello exalta, y, aprovechando la
cortina de humo de la euforia, las somete a sus planes”[5] Ofrece
el mundo exterior, consigue la simpatía y crea un nuevo ideal; lo primero que
hace es convencer a Doña Inés que es merecedora de tal atención; él es entonces
el instinto por encima de la razón, y le escribe: “Inés, alma de mi alma,
perpetuo imán de mi vida, perla sin concha escondida entre las algas del mar;
garza que nunca del nido tender osastes el vuelo…”[6] aquí recurre,
como todo manipulador, al halago; es así como gana la confianza, le otorga
credibilidad y las mentiras pueden ser dichas sin ser él un mentiroso. La mujer
debe entregarse a lo fascinante, aunque Doña Inés duda en una primera
instancia, pero al tener de frente a Don Juan es que finalmente cederá a la
conquista del hombre.
Ahora
las palabras adquieren un nuevo valor simbólico, él siempre escogerá el sentido
adecuado que le de una nueva carga, para su uso que claramente conoce bien;
tiende a falsificar, pero siempre hará parecer al lenguaje claro y luminoso. Su
actitud es imaginar para sí mismo, de modo qué: “El manipulador finge estar
convencido de todo lo que dice, y para confirmar está impresión suele
expresarse de modo contundente, sin vacilación alguna. Y con objeto de inspirar
confianza se pone de parte de aquellos a los que se dirige.”[7] Don Juan
de frente a Doña Inés, ahora que ha recurrido al alago emplea las frases dulces
y su ya conocido poema que cuestiona el tiempo y el lugar adecuado para la
conquista “¿no es cierto paloma mía, que están respirando amor?”[8]. Él está
de su lado, comprende a la perfección su situación para aprovecharla, y lo que
ella creía vivir cambia en la voz de Tenorio “Cálmate pues vida mía; reposa
aquí, y un momento olvida de tu convento la triste cárcel sombría.”[9]
Doña
Inés, aunque cae en manos del hombre, desconfía de su poder por las palabras: “¡Ah!
Me habéis dado a beber un filtro infernal, sin duda, que a rendirnos os ayuda
la virtud de la mujer.”[10] La
habilidad de la palabra adquiere una connotación maligna, pues las mujeres son
influenciables y los ardides del manipulador son muchos; pocas armas para
defenderse tiene la mujer pues la magia del lenguaje de Don Juan ha vencido a
mejores, pero ella nota inmediatamente que ha caído en su hechizo, y le dice: “Tal
vez Satán puso en vos su vista fascinadora, su palabra seductora […] Tus
palabras me enajenan, tus palabras me alucinan, tus ojos me fascinan y tu
aliento me envenena.”[11]
Finalmente se hunde en sus redes.
El
método del que hace gala Don Juan y sus claros valores de manipulador no desmerecen
al final, aún y consiguiendo la redención del héroe, que ve reales sus
sentimientos, él mismo ha caído en la debilidad de estar en manos de una sola
mujer. Esta simple aproximación a través de las palabras se queda corta en
comparación con el uso que les da el protagonista de esta obra; queda claro
entonces que el arte de la seducción se mueve a través del engaño que se
manifiesta solamente en unos cuantos, convierte al lenguaje en un arma de doble
filo que puede convencer al otro como al mismo que lo utilice sin cuidado. Los
invito entonces a pensar en lo qué dicen y en cómo lo dicen (especialmente si
buscan la atención del sexo opuesto) esperando que no caigan en su propia
trampa de manipulación.
[1]ZORRILLA
José, Don Juan Tenorio, Editorial
Porrúa, México, 2009, p. 21
[2] Ídem., p. 18
[3] LÓPEZ
Quintana, Adolfo, La manipulación del
hombre a través del lenguaje, Universidad Complutense, Madrid, Versión en
line, p. 84
[4]
ZORRILLA, José, Óp. Cit., p. 39
[5] LÓPEZ
Quintana, Adolfo, Óp. Cit., p. 66
[6]
ZORRILLA, José, Óp. Cit., p. 49
[7] LÓPEZ Quintana,
Adolfo, Óp. Cit., p. 78
[8] Ídem.,
p. 61
[9] Ibídem.,
[10] Ídem.,
p. 62
[11]
Ibídem.,