Estoy al borde de las
escaleras pensando: “Soy una asesina y voy a ir al infierno”. Todo lo demás
parece irrelevante. Puedo encontrar una mirada hueca en esta pantalla negra,
sin lágrimas ni arrepentimiento. No me llamo a mí misma descuidada, más bien
desesperada, por saber de qué se trata en realidad. Una promesa para el futuro.
Realmente no lo comprendo
¿por qué se atan las personas a procrear? ¿cuál es la mística en eso? Es un
juego divino, un engaño vacío. La especie está preservada, no le hace falta un nuevo
ser para salvar al mundo; así como el resto de la gente juega con ello, la idea
de poder y responsabilidad sobre la existencia de alguien más ¿quién les da el
derecho?
Yo no pedí nacer, pero en
su arrogancia decidieron que querían una vida a su cargo, la alimentaron, la
cuidaron, pero cuando se volvió independiente no lo toleraron. No soportaron la
idea de que tomará mis propias decisiones sobre aquello que eligieron darme,
que creían de su propiedad. Tomé una decisión sobre mi vida, decidí que no quiero
darla, ni compartirla; sin embargo, me llamaron asesina y me condenaron al
infierno. Bajo sus condiciones y sus juicios he matado, cruelmente como quien arranca
un flor, sin conciencia, sin malicia y sin perdón. No van a ganar nada de mi
sacrificio, no puedo vivir bajo esa arrogancia, no hay un alma que vaya a
salvar esta noche.
“¿Y qué derecho tienes tú?”,
Me dice una voz detrás de la nuca. No tengo nada, estoy condenada.. No sé quién
soy, eso lo tengo claro. He sacrificado mi alma y no me reconozco en este
espejo. No me reconozco en estas manos, no las siento como mías, son una
ilusión, un invento de este sueño que no comprendo, del que nunca fui parte. Desde
que aprendí mi propio nombre lo siento como el de una extraña.
Me he arrastrado por
consultorios médicos, he recorrido las paredes manchadas de la ciudad y me encuentro
agotada en estas escaleras fingiendo que lo comprendo, porque tengo la
impresión de que todo sucede al mismo tiempo, me desmorono y me vuelvo a armar
con cada respiración; pero no soy más que una compilación de pretensiones, el
invento de una madre, la extensión de un nombre sin significado, un cuerpo sin
substancia. Yo no soy en realidad. No puedo dar vida yo misma, no puedo
intentar siquiera compartirla. Deseo dejar de existir, sin tristeza ni pena,
como si nunca hubiera estado aquí, porque este mundo no es real, cuando me vaya
se irá conmigo y no quedará recuerdo. Estas no son las palabras de un alma
arrepentida. Lo único que me queda es saber que no soy una asesina y no iré al
infierno.