*Trabajo académico presentado para la clase Seminario de análisis semiótico y hermenéutico del octavo semestre de la licenciatura en Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas
Alguna vez encontrándonos
frente al espejo nos cuesta trabajo descubrir quién o qué es lo que vemos,
podemos hallarnos entre los pliegues de la piel, rasguñando con las uñas
aquello que creemos que somos y que, sin embargo, no alcanzamos a reconocer en
el reflejo que nos devuelve la mirada, esas tristes manifestaciones son a las
que nos enfrentamos cuando algo tan mundano y físico no escapa de nuestra vista
para confrontar dos de nuestros sentido, el tacto y la vista, que a su vez, no
armonizan.
Durante alguna de las presentaciones en alguna reciente
edición del Festival de Berlín, según se ha escuchado en voz de algunos
críticos de cine, las salas se vaciaron con incertidumbre y pesadez después de
enfrentarse a la cinta Zonas Húmedas[1]
a la cual, la mayoría de los espectadores no se encontraban seguros de qué
es lo que concluyó de proyectar. En la primera escena de la película, la protagonista,
Helen enuncia, de la manera más tranquila, siempre haber sufrido de
hemorroides, dice esto con su dedo insertado en su ano; inmediatamente
observamos un sucio baño siendo inspeccionado por el pubis de Helen; es con
esta descripción que nace la curiosidad de entender qué es lo que nos muestra
la cinta como expresión del cuerpo, la cual, por supuesto sirve para contar una
historia mucho mayor y más compleja, sin embargo los orificios del cuerpo, su
simbolismo y su modo de interpretar el mundo es la problemática principal que
soltaron las dudas al rememorar el cuerpo que no se reconoce frente al espejo.
Primera parte: el cuerpo y
la corporalidad
Desde el punto de vista
de la realidad en la que tenemos que residir, constantemente enfrentado con la
imagen que se presenta ante nosotros, debe considerarse a aquel cuerpo como un objeto
físico que tiene un carácter instrumental, sirve de apoyo, traslada, crea
movimientos, crea energía y conlleva procesos. El objeto que es el “yo”, el que
dispone de la actividad consciente, lleva a cabo las sensaciones
fenomenológicas de la conciencia y de la voluntad. El “yo” convertido en
instrumento de sí mismo.
La
confrontación entre cuerpo y corporalidad produce patologías, entre lo que es
el cuerpo real, tangible y lo que la conciencia supone o aspiran que sea; estas
confrontaciones y disgustos se traduce en enfermedades y trastornos. Como la
imagen de quien se ve en el espejo, se lastima, reconoce y siente su dolor pero
no logra reconciliarlo con el retrato frente a sí. El cuerpo ocupa un lugar y
un espacio fijo, la corporalidad ignora la mayoría de los acontecimientos del
espacio. El cuerpo no tiene historia, no obstante la corporalidad persigue esa
historia.
Para
comenzar a hablar de la obra fílmica, es el cuerpo de Helen el que nos
interesa, el cual tiene el mayor espacio en la película, es el que guía la
narrativa porque ella es quien interpreta el mundo de tal manera; en este caso
la confrontación es mínima en cuanto al cuerpo y su corporalidad; lo que
interioriza su conciencia es lo que ve delante de ella y lo que siente su
cuerpo, porque cada sensación se incremente, incluso las hemorroides traen
consigo una cargada sensualidad.
La
fuerza de esa expresión física de los rasgos de la mente, aquello que creemos
que somos es el extracuerpo y la forma en que vivimos esos rasgos físicos y
como interpretamos las sensaciones es la interioridad; desde el punto de vista
psicoanalítico, encargado de entender las patologías antes mencionadas hace la
siguiente distinción:
“El
intracuerpo no tiene color, ni forma bien definida como el extracuerpo; no es,
en efecto un objeto visual. En cambio está constituido por sensaciones de
movimiento o táctiles de las vísceras y de los músculos, por la impresión de
las dilataciones y contracciones de los vasos por las menudas percepciones del
curso de la sangre en las venas y arterias, poruñas sensaciones de dolor y de
placer…”[2]
La confrontación antes
mencionada se rompe con las sensaciones, y en el caso de la obra a tratar por
medio de los orificios corporales y en caso explicito de las zonas erógenas. El
tacto y las sensaciones son medios de interpretación del mundo, la
reconciliación final de la experiencia del fenómeno de ser, de la forma
material y ser de forma espiritual “es la atmosfera corporal del yo y ésta se
halla constituida por esa nueva especie de realidad […]es la experiencia
vivida, la del cuerpo como realidad fenomenológica.”[3]
El
cuerpo que sujeta lo inmaterial es la vasija del alma, donde se vacían las
manifestaciones del hombre. El centro de la acción del alma es el estomago, sin
embargo la voluntad del alma se halla en el sexo. El coito, se convierte así en
la comunicación del cuerpo con la corporalidad, cuando el hecho fenomenológico
se concilia con el acto físico, el ser que se comunica con el cuerpo mismo. “El
acto sexual tanto en nuestra cultura como en nuestro lenguaje es sinónimo de
hacer […] la sexualidad es la sede y fuente de la actividad (voluntad)”[4]
esta acción se traspone en la del sujeto y la del objeto, aquel que la realiza
y aquel que la recibe. “La actividad es la facultad por la cual el individuo
satisface una necesidad al cumplir un
deseo que lo empuja hacia el objeto
que le falta o la meta de la cual está separado.”[5]
La
masturbación rompe con tales parámetros, debido a que el que realiza es el
mismo que recibe la acción, puede interpretarse como la comunicación del
sujeto, su alma y su cuerpo. Hay en le cuerpo una interioridad que podemos palpar
y manipular, la cual está en contacto consigo misma provocando una intimidad
hacia sí mismo.
El
acto masturbatorio se incita en las primeras escenas de la película, la
protagonista disfruta de las texturas vegetales en la búsqueda del conocimiento
de su placer. Al masturbarse con las verduras no sólo espera el placer
momentáneo sino que lo plasma al clasificar el nivel de goce que le provoca
cada objeto. Siempre la masturbación a partir de objetos mundanos.
Segunda parte: los
orificios del cuerpo
Ya habiendo hablado de
la comunicación y la manifestación del cuerpo y su experiencia, se definen los
orificios que intervienen en esa comunicación: la boca, la vagina y el ano. Los
primeros dos sirven como receptores del mundo, queda clara su intervención en
cuanto a la manifestación del placer; se trata de la invitación a que hace el
organismo a la manipulación y ser manipulado por el mundo; introduce las
posibilidades de ser penetrado, lamido, horadado y de sucumbir al sometimiento,
pero la boca puede negarse por instinto a tales posibilidades, de hecho Helen
admite que fue el sexo oral lo que le permitió conocer los medios de tolerancia
de su garganta, aún así su boca está hambrienta fluidos y sabores con la
intención de conocer más. Primer atisbo hacia el cuerpo grotesco.
“…por qué el rol esencial es atribuido en el
cuerpo grotesco a las partes y lados por donde él se desborda, rebasa sus
propios limites y activa la formación de otro (o segundo) cuerpo: el vientre y
el falo; estas partes del cuerpo son objeto de predilección de una exageración
positiva, de una hiperbolización; estas partes pueden también separarse del
cuerpo, tener una vida independiente, suplantan al resto del cuerpo relegando a
un segundo plan. Después del vientre y el miembro viril , es la boca la que
desempeña el papel más importante en el cuerpo grotesco, ella engulle al mundo;
y en seguida el trasero. Todas estas excrecencias y orificios están
caracterizados por el hecho de que son el lugar donde se superan las fronteras
entre dos cuerpos y entre el cuerpo y el mundo, donde se efectúan los caminos y
orientaciones reciprocas”[6]
El centro de su placer,
de la acción y de su voluntad es la vagina, en su humedad esconde y trasmite
las posibilidades de abrirse al mundo, de conectarse con las sensaciones, las
texturas y las superficies. Helen en su gusto por las superficies blandas y el
tacto de éstas con sus labios ha fomentado el placer por cultivar huesos de
aguacate, estas sensaciones le dan un sentido de seguridad, de nostalgia y la
colocan en ese momento vulnerable al que parece renuente la mayor parte del
tiempo. Toma el hueso de aguacate, lo recorre por sus labios, por su garganta
por su cuerpo hasta llegar a su sexo, encuentra su placer e introduce en ella
la semilla de la fecunda vida femenina que exhalaba con la manifestación que
tiene de sí misma y del mundo que la rodea.
Las
hemorroides de Helen son el hilo conductor de la trama, aquel suceso que la
lleva a los recuerdos, a replantearse su forma de ser y su necesidad. Pasando
el rastrillo por su cuerpo de la manera más torpe y bruscamente termina por
desgarrar su ano. El ano, a diferencia de los anteriores no recibe, sino que
expulsa, es el orificio evacuador por excelencia el cual recuerda al desecho,
sin embargo en esta escena es fruto de dolor, la desgarradura es el
desequilibro del cuerpo, pues lo que antes causaba incomodidad y molestia se
convierte en desliz de sangre, medio de corte expulso del dolor en una imagen
que puede sobresaltar a más de uno. Aunque en algunos casos puede ser medio de
placer Helen no tiene control sobre su recto, evacua ligeramente sin darse
cuenta y sus hemorroides están expuestas al dolor.
Tercera parte: lo grotesco
y lo irritante
El punto focal de la
obra cinematográfica es escandalizar y llevar al limite la tolerancia de la paz
mental del espectador, toma la higiene como un tema de libre interpretación, lo
asocia con lo apretado de la mente y frígido del cuerpo, en cuanto aceptar los
fluidos y los organismos así como sus procesos se vuelven en asuntos de
ligereza y abren un mundo de posibilidades al momento de aprehender el mundo.
Establece la dualidad entre la suciedad y la limpieza, convierte al cuarto de
baño en el ejemplo claro: el lugar público colmado de agua estancada y fluidos
desconocidos, en contraste con la blanca pulcritud de un baño privado,
desinfectado e inmaculado.
Cada
fluido extraño, cado olor irritante y cada sensación prohibida conlleva una
nueva comunicación y apertura al mundo de lo bajo y lo humano. Los fluidos y
los olores se convierten en una invitación a la penetración. “El cuerpo
grotesco es un cuerpo en movimiento. No está nunca listo ni acabado: está
siempre en estado de construcción, de creación y el mismo constituye otro
cuerpo; además este cuerpo absorbe el mundo y es absorbido por éste…”[7]
vuelve a la textura en la incitación y trasgrede los limites de lo
políticamente correcto, no obstante más allá de eso, de hablar de lo que todos
piensan y nadie menciona crea aquella exageración presente constantemente en el
cuerpo de Helen, “La exageración , el hiperbolismo, la profusión, el exceso
son, como es sabido, los signos característicos más marcados del estilo grotesco.”[8]
consiste en exagerar algo negativo que no debería de ser.
La
trasgresión que confronta lo mundano con lo elevado: “La soberanía es el poder
de elevarse, en la indiferencia ante la muerte, por encima de las leyes que
aseguran el mantenimiento de la vida.” [9]
Sin embargo no es posible catalogar lo intocable, lo sublime que luego
identificará a aquello que no se debe mencionar, aquello que se exagerará para
crear lo irritable, lo molesto y finalmente la imagen grotesca que rodea al
cuerpo de Helen: “el sentido de la palabra "santo" es
"sagrado" y que sagrado designa lo prohibido, lo que es violento, lo
que es peligroso y cuyo solo contacto anuncia la destrucción: es el Mal.”[10]
De esta forma es natural alejar la mirada o dar la intención de amarrar el
estómago para soportar ciertas imágenes, es natural que suceda de esta manera
en el público casi aleccionado a ocultar sus zonas húmedas o a avergonzarse de
tal humedad, y en cambio la historia contada en aquel film queda relegada
cuando se habla de olores, fluidos y texturas que acompañan actividades tan
comunes como la menstruación, el coito o la masturbación.
Finalmente
el cuerpo que ha descubierto su discordancia que trastocado por la sutileza de
su descubrimiento, queda en su conciencia aprehender el cuerpo y la extensión
de su yo en su corporalidad. La meta que se ha creado la ruptura de la piel,
aquella que es escandalizar, desgarrar la tolerancia correcta con la imagen
grotesca del cuerpo femenino, éste en particular que se adentra, se abre y es
penetrado por la conciliación de su materialidad y la experiencia
fenomenológica de su corporalidad. El espejo que está frente a Helen explora
cada rincón de su cuerpo, la boca que engulle, la vagina que es penetrada y
explorada y el ano desgarrado, sangrante y voluptuoso; estos son los orificios
de la materia, la exageración y la intimidad, aquellas zonas húmedas que guardamos
celosamente, las cuales exploramos y saboreamos repletas de goce.
BIBLIOGRAFIA
BAJTIN,
Mijaíl, La cultura popular en la edad media y en el renacimiento, el contexto
de François rabiláis, Alianza Editorial, España, 2007.
BATAILLE,
Georges, La Literatura y el Mal, Versión en línea, elaleph.com, 2000.
GIRAUD,
Pierre, El Lenguaje del Cuerpo, Fondo de cultura Económica, México D. F. 1986.
LÓPEZ
Ibor, J. J., El Cuerpo y la Corporalidad, Editorial Gredos, Madrid, 1974.
[1]Feuchtgebiete, película alemana del 2013, dirigida por David Wnendt,
basada en la novela homónima de la autora Charlotte Roche.
[2] LÓPEZ Ibor, J. J., El Cuerpo y la Corporalidad, Editorial
Gredos, Madrid, 1974, p. 16.
[3] Ibidem.
[4] GIRAUD Pierre, El Lenguaje
del Cuerpo, Fondo de cultura Económica, México D. F. 1986, p. 57
[5] Ibidem.
[6] BAJTIN, Mijaíl, La cultura popular en la edad media y en el
renacimiento, el contexto de François rabiláis, Alianza Editorial, España,
2007, p. 285.
[7] Ibidem.
[8] Ibid., p. 273
[9] BATAILLE Georges, La
Literatura y el Mal, Versión en línea, elaleph.com, 2000, p. 247.
[10] Ibidem.