Twitter se
describe como el patio trasero del internet, ese espacio donde todos hablan de
todo y uno puede enterarse de cada chisme. Mini-blogear,
ciento cuarenta caracteres para acomodar los pensamientos más vacíos y espontáneos
que puedas tener; es tan fácil tuitear, liberar esos pensamientos al aire como
si cada movimiento de tu cerebro fuera tan brillante que mereciera ser
compartido con los demás. Les parezcas o no interesante, ahí están, tus
reflexiones sobre la vida, la moda, la gente que nunca conocerás, la gente que
conoces, tus movimientos más triviales y tus ideas más infantiles; hay de todo,
deportistas, reporteros, músicos, socialités,
escritores y la gente común. Así me he enterado de muertes, de terremotos,
tragedias, acciones vacías, romances famosos; hemos aprendido un poco más sobre
la ortografía, la literatura, los pensamientos que nacen del alcohol de los
pensadores y editores. Ahí están, en el instante. Puede que se guarden pero si
no lo lees en el momento en que se escribe es difícil que llegara a ti.
De vez en
cuando yo tuiteo líneas interesantes, líneas que mis pocos seguidores marcan,
que comparten entre los suyos, pero es algo raro, porque mis pensamientos no
están hechos para compartirse o entenderse y sin embargo es tan catártico escribir,
sólo para expresar algo, porque todos nacen con esa inquietud, de hablar de sí
mismos y ser escuchados, de escribir sus ideas, lanzarlas al mundo y no esperar
retroalimentación.
Si Milan
Kundera dice que existe un escritor en los más profundo del alma humana no es
que todos lo expresen y de manera válida, quién nos puede negar que los grandes
nombres de la literatura no comenzaron como nosotros, hablando de sí mismos, de
lo que conocen de la manera más simple y trivial, quién nos asegura que el taxista
que escribe sus memorias no merezca tal reconocimiento, quién dice que el actor
que escribe cuentos no lo hace de manera ejemplar, que el blogero que ha escrito cinco novelas que probablemente nunca se
leerán no haga un ejercicio puramente literario.
Yo sé que
existe una diferencia ¿acaso no nos dedicamos a estudiar eso? Nos llamamos
expertos en literatura y no podemos definirla, No podemos notar la diferencia
entre la experiencia en palabras y el ejercicio poético. Nosotros que
estudiamos obras de teatro como si fuera una novela, que académicamente
despreciamos la literatura gráfica, pero estudiamos los caligramas de Apollinaire.
Hablan de tuiter-literatura pero no la comprendemos, tachamos de ignorantes a
quienes se expresan en Facebook pero compartimos nuestros odios y cotidianidades
en las redes sociales. Estudiamos grandes obras, estudiamos formas y
sintaxis, despreciamos a nuestros contemporáneos, nos burlamos y destrozamos
sus creaciones y nos ofendemos cuando nos hacen lo mismo.
Vivimos en
el tiempo de la sordera, es el tiempo en que la soledad es más pesada que el entendimiento,
y como estamos sordos y solos cada quien expresa un tema, lo grita y lo vacía
al internet esperando ser alabado por eso, no hay quien lea por que los demás
esperan ser leídos y no leer. Ya los resultados de esa necesidad de escribir no
se pueden criticar, cualquier cantante escribe un libro y cualquier historia de
amor insulsa se convierte en Best-Seller;
no se produce arte, porque todos son artistas y nadie lo es.
Que bueno
que nos queda el internet para expresar lo que se nos de la gana, pensamientos
y experiencias vacías sin relevancia alguna para recordarnos nuestra propia
inclinación egocéntrica. Es el superpoder de ser anónimo, de criticar sin haber
leído, de hablar de lo que no se sabe y expresar nuestro odio sin limitaciones.
Y ya
estando sordos, pueden seguirme en Twitter