Me
da miedo verme al espejo y ver a mi madre. Ese hecho es tan aterrador, como ver
tu cuerpo proyectado en otra parte ¿no es justamente un tipo de laceración del
alma mirarte al espejo? Tratar de conciliar la imagen con la forma, con la
experiencia, es inútil, no sucede con naturalidad, es un golpe en el pecho que
justamente ansiará doblarte para que no seas consciente de lo que pasa. Consigo
pararme frente al espejo, estiro los dedos para tocarme y sólo siento en frío
del cristal. Me aterra mirarme a los ojos, verme reflejada a mí misma, no saber
dónde estoy.
Es
insoportable ver algunas fotos y ver a mi madre en mí misma, como una extensión
de ella. Mis manos, mi rostro, mi semblante, no me pertenecen, fueron robados de
madre a hija. Eso soy solamente una extensión de un cuerpo, de un nombre, el
invento de alguien más ¿dónde estoy yo si no existo fuera de ella? Ver a
alguien fallecido en mi reflejo me aterra. Yo soy el fantasma, la sombra que
camina, el recuerdo de alguien que se fue; por eso sus hermanas no pueden verme
sin romper en llanto, y me lo repiten constantemente. No pueden comprender que
yo quiero ser sin esas ataduras, quiero ser fuera de su nombre, de su apellido
y de su imagen. En su momento no se me permitió cometer sus mismos errores. A
mí edad ella ya estaba casada, con un hijo; yo me resisto a ser madre, no sería
capaz de condenar a otro ser a esta miseria, a atarlo a mí, convertirlo en una
versión mejorada de mí: más alta, mas esbelta, con más éxito ¿quién soy yo para
decidir la existencia de alguien? ¿Quién soy yo para atreverme a decirlo en voz
alta, si ni siquiera puedo verme al espejo?
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