Cada ser se nutre de la agonía de otro ser; los instantes se precipitan
como vampiros sobre la anemia del tiempo; el mundo es un receptáculo de
sollozos... En este matadero, cruzarse de brazos o sacar la espada son gestos
igualmente vanos.
- E. M. Cioran, Breviarios de
Podredumbre
I. El
hombre en convivencia
La naturaleza humana
dividida entre instinto y razón, motivada por la supervivencia; la adaptación
de la existencia, movimientos constantes que en el acuerdo pueden deforman la
propia naturaleza si llegando a los extremos tanto del instinto como de la
razón alteran la adaptación por la apropiación. Esa constante dicotomía ha
traído consigo incesantes dudas sobre la actitud del hombre hacia sí mismo,
arrojando conceptos como maldad o autodestrucción ¿Acaso es el hombre quien es
malvado e inclinado a la agresividad? sin embargo la agresión del animal sí es
regida por la supervivencia y la adaptación; se llega a pensar que si se trata
del hombre al hablar de violencia tiene que ser en sociedad.
En pensamientos de poder,
no hablamos de sobrevivir sino de sumisión y soberanía. Es la convivencia la
que empuja a la naturaleza humana dentro del juego de poder, creando grupos e
individuos que someten a la comunidad de la que han sido parte para conseguir
recursos y crear imperios por medio de la fuerza. Cuando los poderes y
sometimientos callaron las voces insurrectas, comenzaron a apresar y marginar
las diferencias de su propia especie, aquellos probablemente inadecuados. Al
hablar de moral, de sus respectivos ganadores y derrotados cambia relativamente
el concepto de humanidad, detalles presentes en los continuos conflictos
sociales. Si hablamos de saberes y poderes, éstos se han filtrado en las
creaciones humanas, después de todo la
historia contada es la del poder.
II.
Expresión de nuevo siglo
La imagen y la palabra
han estado vinculadas aprensivamente en los constantes medios para plasmar el
pensamiento. Al acercarme a la literatura gráfica y descubrir que la semilla de
ésta se puede rastrear siglos atrás, creo la inquietud por incluirla en
estudios más formales. La violencia en esta forma literaria se ha mantenido
presente encontrando sus exponentes más claros y representativos a finales del
siglo pasado, llegó a explotar la imagen y contenido para cargarlo
semánticamente de cierta ideología. Así nace la novela gráfica por el
contenido, las referencias y los diálogos, claramente diferenciadas de las
entregas semanales que nacieron a finales del siglo XIX.
El nuevo genero, ha dominado
en la cultura popular a través de lo
medios masivos, movilizándose y explorando diferentes narrativas de manera cada
vez más intensa, explosiva y catártica, visto ahora de forma más oscura, madura
y explicita. Es el medio dónde las inquietudes se filtran en la cultura
sobrexpuesta visualmente, en que se encuentra el nuevo fluir del pensamiento social.
Novelas intoxicadas por los pensamientos
pesimistas y existenciales que implantaron géneros como la ciencia ficción, introduciendo
conceptos tales como: realidades futuristas y distópicas; exaltando a la
sociedad violentada. Una nueva utopía retorcida
en la cual, la realidad se opone a la sociedad ideal, se vuelve opresiva,
totalitaria.
Tal vez las obras más
representativas de la literatura grafica, sean Watchmen (Los vigilantes) y V
de Vendetta, ambas del escritor británico Alan Moore. Obras que han sido resaltadas por crítica y
conocimiento popular, esto debido al valor de las historias, lo temas, la
narrativa y el aporte hecho al “noveno arte”. Moore carga su creación de una
marcada ideología política, incluso subversiva; ha dedicado su trabajo a la
exploración de los vicios de la sociedad, motivados por las coyunturas sociales
que marcaron el siglo XX, como puede ser la guerra fría y la posible
aniquilación nuclear, los regímenes fascistas en el primer mundo, a través de
la anarquía y el caos en la convivencia humana.
III. El medio para el caos: el hombre
Para que prevalezca la sociedad funcional, es necesario
mantener el control, la vigilancia y el castigo de aquello que impide la salud
en su sistema de convivencias, la núcleo de la insurrección. El régimen de V de Vendetta crea campos de
concentración para la aniquilación, tanto de homosexuales, negros, musulmanes y sediciosos.
Éste, el proceso de dominación sobre la humanidad, ejercido por aquellos que
lideran, vigilan, castigan escondiendo sus actos por el bien común: “ese doble
sistema de protección que la justicia ha establecido entre ella y el castigo
que impone. La ejecución de la pena tiende a convertirse en un sector autónomo,
un mecanismo administrativo del cual descarga a la justicia; ésta se libera de
su sorda desazón por un escamoteo burocrático de la pena.”[1] Nos dice en Vigilar y Castigar Michel Foucault.
El hombre principal para
Alan Moore es el antihéroe, que es el anarquista, el terrorista, el nihilista,
el vengador, el vigilante; puede ser psicópata, sociópata, maniático. Buscador
absoluto de la justicia, embriagado por la ideología, traspasado por el
sistema, reflejo de su propia repulsión, destinado a ser eliminado con el
sistema que está apunto de destruir. Su rostro imagen de esa sonrisa
permanente, recuerdo constante de la deformación del ambiente, de los valores;
ambiente de opresión en los colores del que resalta el amarillo, el azul y el
particular entintado negro; jamás sientes la seguridad, es la impregnación de
la sociedad violenta, en la agresividad de la imagen acompañada de los diálogos
mordaces, repletas de referencias a notables textos distópicos, anárquicos o
caóticos, dentro del círculo constante de la regeneración.
Materia de narración
motivada por los vigilantes, personajes que nacen del denominado superhombre;
el superhéroe de Alan Moore es un ser políticamente activo impregnado del
nihilismo y la anarquía, que escarba en el caos para encontrar la justicia;
concepto maltratado por la sociedad que se ha denominado violenta.
La representación
narrativa es la imagen. El diálogo es el contenido del germen ideológico. Los colores,
la técnica y recurso ilustrativo como la línea, el relleno, la mancha, la tinta
y la sombra crean el ritmo gráfico. El dibujo de David Lloyd no es explicito,
la sangre y la actitud violenta no se encuentra en las viñetas y encuadres sino
en el uso de la tinta, creando sombras, manchas y deformando rostros gestos e
imágenes; la narrativa no se encuentra en los diálogos, está en las
manifestaciones corporales y gestuales rozando la expresión grotesco; golpea al
lector con la expresión, lo introduce en el universo de la desesperación. La
violencia es la imagen, la ruptura es el dialogo y el personaje es la idea que
moverá el pensamiento en un efecto domino.
IV. La
sociedad que violenta
Si es la convivencia la
que empuja al hombre a la maldad existe en su profundo inconsciente esa lucha
entre lo extraño y la estructura visible creada de esa misma convivencia. La
duda y el rechazo, provocan caos y desesperación. La sociedad a la que se hace
referencia es ese estado totalitario, que en la novela, es puesto en el poder
tras la guerra nuclear que tiempo atrás azotó el mundo. El nuevo estado vela
constantemente por la paz usando el control y el miedo, el vigilar y el
castigar. Es notable el énfasis puesto en imágenes como las cámaras de
seguridad expuestas marcadamente con la leyenda: “Para su protección” El
sistema promete protección a cambio de individualidad, provocan ya la violencia de la intimidad perturbada
por aquel que asigna a su razón como la verdadera.
Tal desesperación constante trae consigo una
psicosis colectiva. Para arreglar el caos creado es necesario aquello, que
siendo mucho más intenso y violento, calmará el ambiente, convirtiéndolo en propicio
para el orden. La guerra es cuestión de estados, decisiones que afectan a todo
el colectivo, en los que la vida de un hombre se vuelve insignificante para el
beneficio de una comunidad.
Desde este punto la violencia ejercida transfigura
a la sociedad en una sociedad violenta,
el lamento de la comunidad se une en un insoportable sensación de odio y
desesperación motivado por el miedo, cambia el concepto de vida humana y unas
se vuelven más indispensables que otras, así mismo vale la pena salvar algunas
destruyendo incómodos medios de vida en el proceso, como dice Judith Butler: “El
cuerpo supone mortalidad, vulnerabilidad, praxis: la piel y la carne nos
exponen a la mirada de los otros, pero también al contacto y a la violencia, y
también son cuerpos los que nos ponen en peligro de convertirnos en agentes e
instrumento de todo esto.”[2] El Estado separa al hombre
del concepto. El sistema devora al individuo convirtiéndolo en una estadística.
La dominación sucede cuando el Estado se apodera de
los pensamientos y la cultura, ejerce su valor como soberano a partir de la
fuerza que: “… parece meter todo en razón porque a través de esta otra singular
locución idiomática (meter en razón a alguien, por consiguiente, poder más que,
ser el más fuerte), la cuestión de la razón se anuncia”[3] Como ejemplo la voz de la nación es asignada por
el régimen, es ese constante indicador del pensamiento correcto, aceptado, el
que mantendrá el orden prometido. Desde ese momento se duda de cualquier
pensamiento, ya no se está seguro en ningún lugar.
La vigilancia perpetua,
invasión hacia el concepto de ser humano “…por el daño que se le inflige o por
la aniquilación de sus fuerzas, una de las partes contendientes ha de ser
obligada a abandonar sus pretensiones o su oposición"[4]. No
saber qué es el castigo, germina la psicosis colectiva. Es algo innato en el
humano, la guerra por otro lado, una necesidad de los Estados, es un medio y no
un fin, se convierte en la transformación de las estructuras; finalmente
termina en la búsqueda e implantación del poder. En la sociedad violenta el
imperio de la fuerza busca contrariamente la aniquilación del individuo, como
sujeto pensante, posible medio en contra de las instituciones dominantes.
V. El
ultimo respiro
La anarquía es el único medio para la justicia, el
fin del caos provocado por la sociedad violenta que ha sido creada por el
contacto y búsqueda del poder, la misma que empuja a una humanidad que se
devora a sí misma, que se alimenta de los restos putrefactos del cadáver
social, infectado por los vicios, miedos y la desesperación a la que fue
orillada “…esta voluntad de verdad basada en un soporte y una distribución
institucional, tiende a ejercer sobre los otros discursos —hablo siempre de
nuestra sociedad— una especie de presión y como un poder de coacción.”[5]. Padeciendo
del nihilismo y la anarquía como medios para cancelar la presión y el poder que
es ejercido por quienes están a la cabeza del control, nace en el individuo
como en el colectivo un instinto de odio que lleva a la destrucción enardecida,
latente o explicito en el terrorista.
Y a qué punto llega el
vulnerable y oprimido por el sistema, el cuál nace del caos. Para establecer un
régimen primero debe derrumbarse un anterior, fue a partir de la sangre y la
venganza que crecen los nuevos órdenes y las nuevas razones, el miedo como
forma de manipulación. “relacionada con
nuestra exposición a la violencia y nuestra complicidad con ella, con nuestra
vulnerabilidad a la pérdida y al trabajo del duelo que le sigue, para encontrar
en estas condiciones las bases para una comunidad.”[6] La pena, la ira que
arranca la esencia al sujeto, tal como se muestra en lo peculiares personajes
explorados por la literatura gráfica.
[1]
FOUCAULT Michel, Vigilar y Castigar:
nacimiento de la prisión, 1ª Ed., Siglo
XXI Editores Argentina, Buenos Aires, 2002, pp. 17.
[2]
BUTLER Judith, Vida precaria: el poder
del duelo y la violencia, 1ª Ed.,
Editorial Paidós, Buenos Aires, 2006, pp. 52
[3] DERRIDA
Jacques, Seminario La Bestia y el
Soberano, volumen I: 2001-2002. 1ª
Ed., Manantial, Buenos Aires, 2010, pp. 25
[4]FREUD
Sigmund, Consideraciones de actualidad
sobre la guerra y la muerte. Obras Completas, Tomo VI, Ed. Alianza, Madrid,
1985, pp. 3.208.
[5] FOUCAULT Michel, Óp. Cit., pp. 11
[6] BUTLER Judith, Óp. Cit., pp. 45.
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