*Trabajo
académico presentado para la clase Hermenéutica, del sexto
semestre de la Licenciatura en Letras, en la Universidad Autónoma de Zacatecas.
El
único responsable de la mierda es aquel que creó al hombre.
-Milan
Kundera,
La insoportable levedad del ser
Cuando
uno se encuentra en los límites de la enfermedad, cuando se encuentra
vulnerable y desproporcionado, ese momento en el que debe resignarse y ubicarse
en un ambiente controlado y estéril, donde la evacuaciones y los procesos se
vuelven importantes. En un hospital las regulaciones y los cuidados, siempre
referentes al cuerpo humano y sus funciones, fluctúan entre el asco y la
desesperación, y es que hace falta un estomago fuerte para soportar la cantidad
de cosas que se liberan cuando existen riesgos y enfermedades. Aquellos que se
dedican a las limpiezas, las manifestaciones del cuerpo y la revisión de los
fluidos que se forman durante el proceso, el proceso de una persona que se
encuentra, vulnerable, desnuda y enferma; por que es claro que si algo se ve en
un hospital son culos. Este es un trabajo
de mierda, referente a la mierda.
Pero
no existe la definición de mierda solamente en los sitios vulnerables, donde el
ser humano se vuelve uno de los demás, dónde pierde su individualidad, donde
sus procesos y fluidos son expuestos para la práctica médica; dentro de este
edificio no existe la desnudez como motivo de vergüenza, y es perturbador
pensar en aquello que con tanto ahínco tratamos de disimular y ocultar para
protegernos de los demás, es exhibido de la manera más normal y simple frente a
los demás que deben dedicarse a la mierda día con día. No se trata de que ellos
no vivan entre sus desechos en la cotidianidad, pero el hombre se ha esforzado
demasiado para ocultarla, para alejarla del pensamiento público, de lo políticamente correcto; y sin embargo,
todos cagan.
La
sospecha en este caso, se trata de como se ha convertido lo simple y común del
mundo a algo inestable y sensible, para transportarlo del lado del pudor
creando una mala imagen del mismo ser humano como ser humano, con procesos corporales
y órganos internos, incluyendo sus formas, fluidos. Nietzsche, habla en La genealogía de la moral
sobre como las definiciones del bien y del mal cambian de acuerdo a las
condiciones sociales, la visión de los buenos y los malos las crean los ganadores,
desplazando a los vencidos que tienen su propia interpretación de los buenos y
los malos. “Cuando la manera noble de valorar se equivoca y peca contra la
realidad, esto ocurre con relación a la esfera que no le es suficientemente
conocida, […] no comprende a veces la esfera despreciada por ella, la esfera
del hombre vulgar del pueblo bajo; […]el efecto del desprecio, del mirar de
arriba abajo, del mirar con superioridad, aun presuponiendo que falsee la
imagen de lo despreciado…”[1] es justamente esa falsificación del hombre,
por sí mismo negando; ésta es la primera pista para tener la creencia de que
aquello que es mal visto o se considera bajo o vulgar no lo es en sí, “De hecho
en el desprecio se mezclan demasiada negligencia, demasiada ligereza, demasiado
apartamiento de la vista y demasiada impaciencia, e incluso demasiado júbilo en
sí mismo, como para estar en condiciones de transformar su objeto en una
auténtica caricatura y en un espantajo.”[2]
Negar
los procesos básicos del ser humano en un intento de alejarnos de las muerte,
siempre implorando esa vida estéril que
permita llevar la vida a la ciencia, por que el raciocinio, la estructura, el
método y la experimentación han mermado la vida que se esfuerza por vivir,
éstos se han filtrado inseparablemente a la vida moderna, empujándonos a ser
útil; provocando un extrañamiento hacia sí mismo, como cuando se encuentra
desnudo frente a los demás.
Cuando
Teresa se soñaba marchando desnuda frente a Tomás, se siente desplazada,
perdida entre las demás, sin nada que ofrecer, una des individualización de
ella misma a simplemente como una mujer. Ella siempre encontró ese problema en
su cuerpo, y en lo genérico que significa la desnudez: “Cuando vivía [teresa]
en casa de su madre no la dejaban cerrar con llave la puerta del cuarto de
baño. De ese modo, la madre quería decirle: «Tu cuerpo es como los demás
cuerpos; no tienes derecho alguno a la vergüenza; no tienes motivo alguno para
ocultar algo que se repite en decenas de millones de ejemplares».” Pareciera que
el hombre tendría que alejarse, para encontrarse como individuo, qué carga de
personalidad puede tener defenderse de la sociedad sirviendo a la sociedad
misma.
Nuevamente
en el tratado sobre la moral Nietzsche, expresa la mala conciencia como ese
brote de los rechazos del moral hacia los diferentes valores: “…la mala
conciencia es la profunda dolencia a que tenía que sucumbir el hombre bajo la
presión de aquella modificación, la más radical de todas las experimentadas por
él, -de aquella modificación ocurrida cuando se encontró […] encerrado en el
sortilegio de la sociedad y la paz.” En este caso se trata de la negación de
los instintos, sin rechazarlos puramente, sino escondiéndolos, apartándolos de los valores que ahora se consideran buenos,
como es el caso del acto sexual y el acto de defecar, ambos en el mismo nivel
mundano y común, que se práctica a puerta cerrada, que se omite y con el cual
se habla en eufemismos.
Pero
esos instintos que se reprimen, dice Nietzsche: “Yo creo que no ha habido nunca
en la tierra tal sentimiento de miseria, tal plúmbeo malestar, -¡y, además
aquellos viejos instintos no habían dejado, de golpe, de reclamar sus
exigencias! Sólo que resultaba difícil, y pocas veces posible, darles
satisfacción”[3]
ésta emerge por distintas zonas y se expresa en otras formas, se desahogan en
lo subterráneo “-esto es lo que yo llamo la interiorización del hombre:
únicamente con esto se desarrolla en él lo que más tarde se denomina su
‘alma’.”[4] Aunque
yo me refiero únicamente a estos dos actos, son todos los instintos reprimidos
moralmente los que se interiorizan. La mala
conciencia se forma en la vergüenza de la desnudez de Teresa, pero también
en la que siente aquel que debe defecar y no se siente con la confianza de
hacerlo; vuelve a este proceso en algo personal e intimo y hacerlo fuera de su
espacio personal significa inseguridad y vulnerabilidad; como Teresa que habla
sobre poner llave a la puerta del baño, y ocultarse de hacer algo que todos
hacen en cualquier momento; por que eso es rebajar al hombre, como el hombre
que come y caga: “el sufrimiento del hombre por el hombre, por sí mismo,
resultado de una separación violenta de su pasado de animal, resultado de un
salto y una caída […]en nuevas situaciones y en nuevas condiciones de existencia,
resultado de una declaración de guerra contra los viejos instintos”[5]
Finalmente
aquellas necesidades fisiológicas, que se intuye psicoanalíticamente,
representan un despertar sexual en la etapa infantil, de modo que los dos
instintos a los que yo hago referencia están íntimamente relacionados “… el
erotismo anal va ligado a la evacuación, y la pulsión sádica a la destrucción
del objeto; en la segunda fase, el erotismo anal va ligado a la retención, y la
pulsión sádica al control posesivo.”[6]
Finalmente es ese control, lo que vuelve a Teresa Insegura, de sus procesos y
de su cuerpo desnudo. Del psicoanálisis rescatamos la parte más natural del ser
humano que trae consigo el defecar, implica la imagen del inconsciente que está
presente en esos procesos instintivos inevitables, y que efectivamente se
exteriorizan en otras cuestiones, pero también se vuelven interiores en una
personalidad y claramente posee una carga simbólica que se hace notar en la
misma sociedad que la rechaza, ya que le da valor : “En la fase anal, se unen a
la actividad de la defecación los valores simbólicos del don y del rechazo;
dentro de esta perspectiva, Freud puso en evidencia la equivalencia simbólica:
heces = regalo = dinero”[7].
Exteriorizar
tales instintos sin tener en cuenta los valores morales imperantes puede ser
contraproducente “…contra los viejos instintos de la libertad […] hicieron que
todos aquellos instintos del hombre salvaje, libre, vagabundo, […] La
enemistad, la crueldad, el placer en la persecución, en la agresividad, en el
cambio, en la destrucción -todo esto vuelto contra el poseedor de tales
instintos”[8]. De
hecho estos actos bajos y vulgares ya
que poseen esta carga simbólica, no sólo se encuentran de lado de la vergüenza
y el pudor, es ésta misma la que puede crear una carga positiva y las alusiones
escatológicas, valiéndose de la exageración, la hipérbole y la imagen grotesca;
para expresarlo nos detendremos en un pequeño pasaje de Gargantúa y Pantagruel de François Rebelais, el fragmento sobre el
gigante Gargantúa ha encontrado la manera perfecta de limpiarse el culo: “Pues,
veras; no hay necesidad de limpiarse el culo sino cuando se tiene sucio. No se
puede tener sucio si no se ha cagado. Lo primero y lo mejor es, pues, para
limpiarse el culo haber cagado bien”[9]; está imagen que se toma para hablar de la
evacuación y sus procesos de una forma más libre, Mijaíl Bajtín lo expresa como
la exageración de la imagen corporal[10], como
serían los órganos corporales y la virilidad, y así reformándolo en una imagen
positiva del mismo cuerpo. Rabelais se mueve en la risa transformando algo
moralmente mal visto, hablando de defecar como algo normal y satisfactorio.
El
placer por la sola existencia de éste, fuera de velos y disimulos, de ese tipo
que el mismo Nietzsche expresa como Dionisiaco: “…ese placer no debemos
buscarlo en las apariencias, sino detrás de ellas. […] nos vemos forzados a
penetrar con la mirada en los horrores de la existencia individual”[11] aceptar y formar parte de lo que se negó
anteriormente, pero dentro de un punto de embriaguez y en este caso de la risa.
La contraparte del mundo formal y moralmente aceptado, y el embriagante
universo de la risa en el que esa visión es aceptada, reconfortada “… esos dos
instintos artísticos están constreñidos a desarrollar sus fuerzas en una
rigurosa proporción recíproca, según la ley de la eterna justicia”[12] Un
constante vaivén de los valores y la trasfiguración que Nietzsche propone.
Anteriormente
hablábamos de Tomás y Teresa, cuya historia de amor es el móvil principal en la novela La insoportable levedad del ser, del checo Milan Kundera que en mil
novecientos ochenta y cuatro reserva un espacio corto hablando de mierda. Y es
que el ser, compuesto también por lo mundano, lo bajo y vulgar está nutrido por
el cuerpo que inquietaba a Teresa.
Hablando
de mierda como característica del ser humano, que caga y sin embargo el hombre
no se ha creado por sí mismo, parte de la imaginación de algo más grande “… veía a Dios ahí en una nube […] y yo me decía si
tenia boca, debe comer. Y si come, también tenía que tener tripas…”[13]
Por que todo lo bueno viene de Dios, aunque el defecar no es malo, no debería
provenir de Dios, pues la mierda es dónde están los hombres, es el deshecho de
los hombres, no obstante “… el hombre fue creado a semejanza de Dios y entonces
dios tiene tripas…”[14]
Cuál es la semejanza, si el hombre caga, fornica y sufre; esa comparación pone
en evidencia lo imperfecto del hombre, por qué Dios es lo elevado y la mierda
es lo mundano, lo natural y grotesco a lo que estamos atados; y al final es lo
que ata nuestro placeres lo que los vuelve humanos –aunque se rechacen a sí
mismo– por que “Sin mierda (en sentido literal y figurado) no existiría el amor
sexual…”[15]
ambas básicas pulsiones instintivas del hombre que manipula y le da sentido a
nuestra existencia en la tierra, pero también marca lo morboso y lo irritante:
“Mientras se le permitió al hombre permanecer en el Paraíso, o bien […] no
defecaba o, lo cual parece mas probable, la mierda no se entendía como algo
asqueroso. Cuando Dios expulsó al hombre del Paraíso, hizo que conociera el
asco.”[16]
Está ultima cita reconoce que lo que nos impide hablar de la mierda, los
procesos, la evacuación y la retención es por el conocimiento, aquel por el
cual el hombre fue rechazado del Paraíso.
Reitero
el concepto de la sospecha, aquel que ha llevado toda mi interpretación de los
procesos y la evacuación; en la que a modo de conclusión, la mierda como
elemento fundamental de la vida, no se excluye moralmente sino que se omite,
esa es la verdad que estaba escondida vislumbrada últimamente por los valores
morales a los que se enfrenta Nietzsche; es el instinto primario –junto con la
relación sexual– que no queda aparte en las manifestaciones artísticas
(literarias en este caso) y cotidianas. El mismo Freud que la falta o la masiva
gratificación anal traerá consigo practicas que los acompañaran toda la vida. Termino
con Paul Ricoeur, que dice: “…la ‘revelación’ del sentido, que su articulación
dentro de un método único de desmitificación.”[17] En este
caso la desmitificación del hombre que no evacua, por que aún produce mierda.
[1] NIETZSCHE,
Friedrich, La Genealogía de la Moral, Trad. Sánchez Pascual, Alianza Editorial,
p. 6
[2] Ibídem
[3] Ibíd, p. 10
[4] ibídem
[5] Ibídem
[6] LAPLANCE, Jean, Diccionario de psicoanálisis, Paídos, Buenos Aires, 2004, p. 146
[7] Ibídem
[8] Nietzsche,
Friedrich, Óp. Cit., p. 10
[9] RABELAIS,
François, Gargantúa y Pantagruel, Editorial
Porrúa “Sepan Cuantos…” 6ta edición, México, 2013, p. 31
[10] Cfr. BAJTIN,
Mijaíl, La cultura popular en la edad
media y en el renacimiento, el contexto de François rabiláis, Alianza
Editorial, España, 2007
[11] Nietzsche,
Friedrich, El nacimiento de la tragedia,
Versión en línea, 2014, p. 12
[12] Ibíd. 15
[13] KUNDERA,
Milan, La insoportable levedad del ser, Tusquets
Editores, México, 2013, p. 257
[14] Ibídem
[15] Ibíd., 259
[16] Ibíd., 259
[17]
RICOEUR, Paul, Freud: una interpretaciónde
la cultura, Siglo Veintiún editores, México, 1990, p. 32
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